Desde que se anunció que Julio Bocca podía estar entre las figuras invitadas para la cita de la danza mundial, que cada dos años tiene lugar en La Habana, nosotros los cubanos hemos aguardado con impaciencia el encuentro con un artista que ya es una leyenda. Es inevitable que el orgullo nos invada cuando confirmamos que el gran bailarín argentino vendría a la Isla para bailar, por última vez, El lago de los cisnes, antes de retirarse definitivamente de los escenarios en el 2007; justamente para la misma pieza con la que se estrenó, en esta tierra, como el Príncipe Sigfrido.
No exagero si afirmo que Julio Bocca será la figura más asediada de este 20 Festival. Y la razón es la añorada entrevista con una de las estrellas de la escena mundial. En uno de los salones de la sede de la compañía que dirige Alicia Alonso lo encontré, mientras tomaba su primer ensayo con la cubana Anette Delgado. Y en lugar de mostrarse esquivo, distante, con una inmensa sonrisa accedió a conversar, en exclusiva, con los lectores de Juventud Rebelde.
—¿Qué recuerda de aquel primer encuentro con el público cubano?
—Estaba muy nervioso y, al mismo tiempo, muy excitado, porque era la primera vez que protagonizaba una gran producción con un ballet tan importante. No me podía creer que estaba compartiendo el escenario con el Ballet Nacional de Cuba, con todas sus figuras. Fue extraordinario. Recuerdo con mucha nitidez el cariño que, de entrada, me brindó la compañía y, por supuesto, el público. No puedo olvidar las ovaciones, los gritos de la gente, ni los lindos momentos que pasé sobre el escenario con la primera bailarina Ofelia González, una gran artista.
—Si no estoy errado, usted seleccionó a la primera bailarina Anette Delgado para que protagonizara con usted El lago...
—Digamos que pedí a alguien que me fuera fácil de manejar, alguien con quien me podía sentir cómodo. Y me ofrecieron la posibilidad de que fuera Anette. Recién tuve mi primer ensayo, y la verdad es que me siento tranquilo, porque no me gusta cuando la bailarina me indica cómo debo hacer mi trabajo. Creo que ella estará formidable y que será una buena función.
—¿Por qué decidió que el último El lago... tuviera lugar esta tarde en Cuba?
—Porque fue en Cuba donde empezó y me gusta ir terminando las cosas. El Festival me dio la oportunidad, pues era uno de los tres grandes clásicos que se iban a representar. Quería cerrar justamente con lo que vine a abrir aquí.
—Los cubanos lo podrán ver, además, mañana y el lunes, en el Teatro Mella, en su Bocca Tango...
—Bocca Tango no tiene una historia, un argumento. Son diferentes piezas de tango, muchas de Piazzolla, pero también están El día que me quieras, El último café... Me acompaña una orquesta de seis músicos y dos cantantes. Es un espectáculo donde trabajo en una mesa, y que venimos haciendo desde el 2001 por todas partes del mundo y con mucho éxito. Los tangos son maravillosos. No es tango puro, es otro tipo de tango. En el espectáculo está parte del pas de deux que ya interpretamos aquí en Cuba la vez pasada. Es una obra muy linda.
—Los conocedores aseguran que usted está en plena madurez, ¿por qué entonces abandonar el escenario?
—Lo decidí porque ya voy a cumplir 40 años y quiero dedicarme a otra cosa; quiero tener tiempo para mí, para estar con mi familia, con mis amigos..., dejarle el camino a la gente joven. Deseo retirarme ahora que estoy en plena madurez, como dices, pues quiero que el público se quede con el recuerdo de mi buen momento, y no con la imagen de un bailarín que va en decadencia. No obstante, estaré en los escenarios hasta finales del año que viene.
—¿Y qué sucederá en todo ese año?
—Después del Festival, comienzo una gira por Centroamérica y Latinoamérica, luego, en enero, iremos a París, de ahí nos trasladaremos hacia España, Italia. Más tarde, vendría un recorrido por toda la Argentina. Iremos a diferentes pueblos con un camión, que se convierte en escenario, para bailar al aire libre y gratis para la gente. Después..., después mi idea es no hacer nada. Quiero levantarme por las mañanas y decir: iré a tal lado o me quedaré en casa, o me tomaré una cerveza, sin preocuparme por el cuidado de mi físico. Es algo que necesito. Así que, quizá dentro de poco haya un Julio Bocca con una pancita de cerveza (ríe). Es como que necesito un tiempo.
«Cada función que queda atrás la disfruto sobremanera, porque sé que es una buena función y que la gente la agradece y recuerda. Por eso cada día estoy más convencido de la decisión que tomé. No sucederá que llegado el momento me diga: estiraré un poco más. No. Eso no ocurrirá.
«Hace poco me despedí del American Ballet Theatre (ABT), compañía con la que trabajé durante 20 años. Fue increíble estar en el Metropolitan Opera House, en Nueva York, recibir 25 minutos de cerrada ovación. Y no puedo menos que sentirme feliz, porque compruebo con satisfacción que logré agenciarme el cariño y el respeto de la gente, lo máximo a lo que puede aspirar un artista».
—¿El retiro significa que abandonará el mundo de la danza?
—No, no. Tengo una escuela y una fundación, con la cual ayudo a chicos del interior del país, que no pueden económicamente venir hasta la capital a estudiar. Mi idea es seguir con eso. Por supuesto, también está la compañía que, por un tiempo —en el 2007 y el 2008, año que me tomaré para mí— estará en las manos de mi asistente, Sara Nieto, quien fue una gran figura del ballet en Chile. Después volveré a dirigir y a enseñar a los profesionales.
—Tu historia de niño pobre que termina como un príncipe, parece un cuento de hadas...
—Yo vivía en las afueras de la capital, y viajaba hora y media en tren. A mi madre casi no la veía porque trabajaba mañana, tarde y noche, para poder pagar mis estudios. Empecé a viajar solo a los 10 años, porque mi madre no me podía llevar y mi abuela era mayor. Desayunaba y cenaba, pero para el almuerzo solamente tenía para comprarme una coca cola. Siempre me costó mucho... Bueno, no fue tanto, porque me encantaba el ballet, pero a mi familia sí le costó, pues económicamente no estaba bien, máxime cuando la danza no es una carrera barata. Eso me hizo vivir las cosas de otra manera, saborear mejor cada momento de mi vida.
—Su mamá le impartió las primeras clases de ballet. ¿Cree que sin ella hubiera sido bailarín?
—Sí, sí, porque fue una elección mía, como mismo elegí empezar y ahora elijo terminar. Todo lo que he hecho ha sido por propia elección. Nunca nadie me vino a obligar o me empezó a hablar para ver si yo podía hacer esto o aquello. No, el ballet siempre lo sentí adentro. Si hubo alguna influencia de mi madre fue solo al comienzo, cuando yo jugaba. Luego empecé en la escuela del Teatro Colón, de Buenos Aires, y nunca más tuve clases con ella. De grande, no quise mezclar el trabajo con mi relación familiar. Me gusta separar las cosas para evitar los problemas.
—¿Qué sintió Bocca cuando recibió la llamada de Baryshnikov, invitándolo a que formara parte del ABT?
—Lo cierto es que cuando él llamó yo estaba convaleciente de mi primera operación (ríe). Recuerdo que le tuve que mentir. Le dije que estaba con muchas funciones, que si podía ir más adelante, y me dijo que sí. Pero me acuerdo que viví una gran emoción, porque siempre quise formar parte de una gran compañía. Entrar en Nueva York por la puerta ancha fue para mí maravilloso, pues no empecé como cuerpo de baile y después pasé a ser solista, sino como primera figura, con solo 19 años. Fue muy emocionante trabajar con esa compañía que, entre otras cosas, me permitió aprenderme un repertorio verdaderamente increíble.
—En una entrevista dijo que había llegado a Nueva York lleno de expectativas. ¿Se cumplieron esos sueños de Bocca?
—Sí, y muchos más. Por eso trabajé 20 años con el ABT. El comienzo fue duro, porque no hablaba el inglés, venía de Sudamérica y, ya sabes, para muchos norteamericanos Argentina está en Brasil... Esas cosas que uno tiene que explicarles. Y de golpe, ver cómo me respetaban siendo casi un niño, ver como poco a poco se fue dando todo, aprender tantas cosas, los espectáculos, las clases, la disciplina... Todo fue genial. Y de ahí, el reconocimiento y el cariño del público que, te lo dije y lo repito, es muy difícil de conseguir y mantener todavía después de tantos años. De repente puede aparecer un bailarín excelente, pero también de golpe empezar a desaparecer. Mantenerse es lo más complicado.
—Siete operaciones, ¿qué representó cada una de ellas en la carrera de Bocca?
—Un crecimiento, un cuidado más inteligente de mi cuerpo. De paso aproveché para el descanso que nunca tomaba. Fueron lastimaduras resultado del trabajo, no por estar de vacaciones o por estar, digamos, en alguna andanza.
—Cuando se retire, ¿regresará a Argentina o permanecerá en Nueva York?
—En Argentina, por supuesto. A mi país no lo cambio nunca. Es mi casa, son mis tradiciones, mis raíces, mis costumbres. Mira, en Argentina uno sale a las dos de la mañana y encuentras un lugar para ir a comer, para ir a tomar algo. Un día llamo a un amigo, a las cinco de la tarde, y lo invito a tomarnos algo, y no pasa nada, no hay que hacer un organigrama, ni pedir turno... En mi país se hace de la amistad algo muy fuerte, algo que en otros lados es muy difícil de conseguir. Y después, como ciudad, me fascina: tiene una vida, una cultura muy grande. Es un lugar lindo para poder vivir.
—Parece que tiene nostalgia por muchas cosas...
—(Sonríe con ganas). Ah, sí... ¿Se nota? (ríe nuevamente). ¿Sabes lo que pasa? A veces llegaba a tener casi 200 funciones al año. Casi toda mi carrera fue así. No olvides que empecé a trabajar a los 14 y voy a cumplir 40. A veces salía en las tardes para el teatro, y veía a la gente en un barcito tomando algo, pero yo tenía que cuidarme, porque físicamente tienes que estar bien, y yo soy de engordar... Me tuve que ir prohibiendo un montón de cosas, claro, no me molestaba pues estaba haciendo lo que me gusta. Son esas cosas. Ahora quiero tener ese tiempo para disfrutar.
—¿Cómo fue estar en Broadway? ¿Y el cine?
—Broadway fue una experiencia mágica, me cambió mucho. Me hizo un clic en la cabeza, porque estaba en un momento en el que me estaba cansando del clásico. Broadway es otra cosa, uno va, calienta antes de la función, actúa, termina en la noche y puedes estar hasta las tres de la mañana... Cuando hice Fosse en el 2000, volví a vivir. Era una comedia musical que estaba constituida por diferentes piezas de Bob Fosse como Chicago, Cabaret, All that jazz... Estuve invitado por dos meses. Ahora me propusieron otra producción para el 2008, pero les di las gracias, aunque les insinúe que la mantuvieran ahí, porque nunca se sabe. Es un espectáculo de tango y swing.
«Y en el cine hice una sola película con Carlos Saura, Tango, que fue también una experiencia maravillosa, pero quiero disfrutar esto, terminar y dejar la cabeza sin compromisos, no quiero tener responsabilidades por un tiempo».
—¿Significaron algo en su carrera Cuba, el Ballet Nacional y Alicia Alonso?
—Muchísimo, lo que Alicia ha dado por la danza en Latinoamérica es impresionante, además de haberles ofrecido a muchos la posibilidad de formarse, de crecer. Ella ha paseado con gloria al BNC por todo el mundo. Ver a Alicia y las grandes figuras que la acompañaron nos daba aliento a los que comenzábamos, porque nos decíamos: se puede, podemos lograrlo.
«En Cuba siempre me han respetado. Esas cosas son las que uno va a extrañar, pero también las que se va a llevar. He trabajado con muchas compañías y en muchísimos lugares, pero no en todos lados se tiene una buena onda. Cuando uno trabaja con otras compañías, siempre hay una distancia, sin embargo, aquí no sucede esa cosa de tú allá, que eres la figura invitada, y nosotros acá. Al contrario, eres parte de la compañía, y eso me hace sentirme en casa».
—Después de un cuarto de siglo como bailarín, ¿qué ha sido el ballet para Julio Bocca?
—Al comienzo, mi vida; y después, pasó a ser parte de mi vida, porque uno va aprendiendo un montón de cosas, entre ellas que tienes una sola vida que hay que vivir. Y a eso me dedicaré cuando me retire: estaré viviendo.