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La Ciénaga de Zapata o esa energía tremenda para seguir luchando y peleando por la patria

El Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, conmemoró junto a cenagueros de Soplillar, el 65 aniversario de la Cena de los Carboneros con Fidel en la Nochebuena de 1959. Participó el miembro del Buró Político y Secretario de Organización del Comité Central, Roberto Morales Ojeda

Autor:

René Tamayo León

«Hace 65 años aquí se produjo un hecho histórico, de una connotación tremenda. Al primer año de la Revolución, en la primera Nochebuena, en el Año de la Libertad, Fidel, el máximo líder de la Revolución, escogió para cenar y pasar la noche a los carboneros, a las personas que fueron más humilladas y que estaban en la peor pobreza en la época de la dictadura batistiana y en toda la época pre revolucionaria».

El Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, acentuó la significación de esta fecha frente a una representación del pueblo de Soplillar, en la Ciénaga de Zapata, con quienes conmemoró en la tarde de este 24 de diciembre aquel encuentro de 1959 entre el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y los carboneros de este batey.

La cena aquella, y el encuentro de hoy, se celebró en el espacio donde convivían, en modestísimos bohíos, las familias Méndez Armengual y García Montano, encabezadas por los esposos Carlos y Francisca, y Rogelio y Pilar, respectivamente, quienes junto a sus numerosas proles recibieron, cayendo la tarde de aquel día, a Fidel, Celia Sánchez, Pedro Miret Prieto y Antonio Nuñez Jiménez.

Fidel había estado recorriendo el sur de Matanzas, concibiendo e impulsando planes de desarrollo para la más inhóspita, olvidada y deshauciada geografía de la patria.

Llegaron al lugar en dos pequeños helicópteros que los niños miraban boquiabiertos desde sus bohíos. Iban a ver a Fidel por primera vez, aunque en la Ciénaga ya todos lo conocían, por sus hechos heroicos y por la obra de la Revolución.

En una mesa que replica la que acogió al Comandante en Jefe junto a decenas de lugareños que entonces lo acompañaron, Díaz-Canel señalaría a los soplillarenses de esta época, que el que Fidel hubiera decidido venir hasta aquí a celebrar la Nochebuena tenía muchos mensajes.

«Dio muchos mensajes. Primero, dio mensajes de altruismo, también de sensibilidad y de compromiso con el pueblo, que ya lo venía manifestando desde sus primeros discursos, desde el primer discurso que da en Santiago de Cuba, cuando triunfa la Revolución, sobre su compromiso con el pueblo.

«Estaba dando una lección, también, de que en Cuba, con la Revolución, todos éramos iguales, todos podíamos compartir la misma mesa, todos podíamos estar en las mismas condiciones. Y creo que también expresó una convicción de compromiso de presente y de futuro», reflexionaba Díaz-Canel recordando las décimas que aquel 24 de diciembre entonó el repentista Pablo Bonachea.

Décimas que ahora volvieron a cantar los poetas: «Ya tenemos carretera/Gracias a Dios y a Fidel,/Ya no muere la mujer/De parto por donde quiera./Con tu valor sin igual/Gracias, Fidel Comandante,/Tú fuiste quien nos libraste».

Fíjense —reflexionaba el Presidente cubano— que en el primer verso de la décima se señala que ya había una carretera; o sea, ya la obra de la Revolución había llegado a la Ciénaga de Zapata, y no había transcurrido todavía un año completo del triunfo.

Junto a Díaz-Canel, en la tarde de este 24 de diciembre, compartieron mesa cuatro niños de entonces: Miguel Bonachea, hijo de Pablo (que como él también es decimista, aunque, aclara, no repentista); Haydee García, hija de Rogelio y Pilar; y Modesto Chávez Caballero. Los tres aparecen en la icónica foto que retrata aquel momento y que captó Raúl Corrales. También estuvo Nemesia, Flor Carbonera, la niña de la Elegía de los Zapaticos Blancos, sobrina de Pilar.

Nemesia quería ir a la fiesta de Navidad de su tía Pilar, pero su papá no la dejó ir. En su casa, aquella noche, había guateque, y los músicos fueron invitados a irse para la sitiería de Carlos y Rogelio a tocar en la cena donde estaba Fidel, sus compañeros y muchos vecinos del barrio.

«Mi papá, contó Nemesia —entonces de mal humor por la prohibición—, nos dijo a mi y mis hermanas que nosotras no habíamos sido invitadas, y que no podíamos ir, solo pudieron ir dos de mis hermanos, que eran parte de los músicos. Mi papá no lo hacía por malo; era muy respetuoso: “a donde no se invita, no se va”, nos decía».

En realidad, terció en el relato el historiador del municipio de Ciénaga de Zapata, Julio Amorín, Fidel, con el permiso de Carlos y Rogelio, había mandado a invitar a todos los del batey, pero el papá de Nemesia era un hombre de respeto y honraba las buenas costumbres, como todos los de por aquí.

El encuentro de Díaz-Canel en la tarde de este martes en Soplillar, en el que estuvo acompañado por el miembro del Buró Político y Secretario de Organización del Comité Central, Roberto Morales Ojeda, se convirtió en una amena tertulia entre cerca de medio centenar de lugareños y otros invitados de la provincia, entre ellos el primer secretario del comité provincial del Partido en Matanzas, Mario Sabines Lorenzo, la gobernadora del territorio, Marieta Poey Zamora, y Alexis Leiva Machado (Kcho).

Al destacado artista de la plástica se le debe la reconstrucción del espacio que acogió la Cena de los Carboneros, lugar histórico que 15 años atrás se inauguró como el Memorial del 50 Aniversario.

Recuerda Kcho que durante la inauguración de la Escuela de Arte de Villa Clara, Fidel había comentado «que sería bueno que se reconstruyera el lugar donde ocurrió la Cena de los Carboneros. Entonces asumí eso como una tarea, y el 28 de octubre de 2009 fuimos a echarle flores a Camilo en Playa Larga y nos vinimos para acá».

Cuando llegamos, cuenta el intelectual cubano, vimos que la gente de Soplillar, en homenaje a aquella fecha, habían levantado una obra con un estanque que representaba a la Ciénaga de Zapata y su gente, una estrella como caída del cielo que representaba a Fidel, un plato de cerámica (elaborado por Lucía, hermana de Nemesia) que representaba aquella cena y un asta con la bandera cubana.

Empezamos a estudiar las fotos de Corrales, a hablar con el historiador y entonces construímos estos bohíos, pero, continuó Kcho narrando, no quisimos quedarnos ahí, nos dijimos que este tenía que ser un lugar de presente, pero también de futuro, y entonces decidimos poner también una biblioteca.

La convicción que compartimos todos

En la clausura del intercambio, Díaz-Canel Bermúdez compartió con una representación de los habitantes de Soplillar, «el valor tremendo, en las condiciones actuales en que está el país», de estar junto a ellos.

«Hemos vivido tiempos duros, los tiempos de la Revolución siempre han sido duros, estamos bajo amenaza siempre, pero todos tenemos la convicción de que hay que defender a la Revolución». Y una de las mejores maneras de convencer de porqué hay que defender la Revolución, reflexionó, es ver cómo ustedes recuerdan aquella Cena de los Carboneros con Fidel, cómo la defienden.

«En tiempos como estos —añadió—, no solo es luchar por la prosperidad económica del país, que es importante y es necesaria y tenemos que alcanzarla en el menor tiempo posible, sino también es tener memoria histórica y no olvidar de dónde venimos, porque la savia de esa historia, los argumentos que uno puede buscar en esa historia, es donde están las respuestas para los momentos actuales y donde está la respuesta de lo que tenemos que hacer para el futuro».

Al final de sus palabras, Díaz-Canel patentizó a los cenagueros la emoción por haber compartido la tarde con ellos. En experiencias como estas uno se ratifica en convicciones, les dijo, conoce personas muy interesantes.

«Personas que tienen un valor tremendo, y ahí es donde uno también encuentra qué es lo que sostiene a la Revolución. Ustedes —les enfatizó— son parte del heroísmo de ese pueblo. Ustedes dan «una energía tremenda para seguir luchando y peleando por la patria, por la Revolución y por el socialismo.

En la sede de Korimakao

La visita del Presidente cubano a la Ciénaga de Zapata comenzó, cayendo la tarde de este martes, por la sede del Conjunto Artístico Comunitario Korimakao, asentado en la también icónica comunidad cenaguera de Pálpite.

Fundada el 13 de agosto de 1992 por el comandante Faustino Pérez y el legendario actor Manuel Porto, la compañía se define como una institución artística «dedicada a ofrecer oportunidad como creadores, artistas y promotores de la actividad cultural, a jóvenes con talento y vocación, sin tener necesariamente que ser egresados de la enseñanza artística».

Yandel Miguel Roche Mirelles, director del proyecto, explicó que actualmente la institución cuenta con 58 trabajadores, 40 de ellos artistas de las diferentes manifestaciones que proceden de los diferentes territorios del país.

El director de la compañía resalta entre los resultados en estos 32 años de fundada, la capacidad y vocación de llevar el arte a todas las comunidades de la Ciénaga de Zapata.

«Esta era una visita que le debíamos a (Manuel) Porto», señaló el Presidente cubano, quien recordó que en los años 90, cuando era primer secretario del Comité Provincial del Partido en Villa Clara, el emblemático actor y Korimakao hacían presentaciones en barrios de Santa Clara, con gran aceptación.

Díaz-Canel elogió el desarrollo de la compañía a pesar de las dificultades, algo que queda a la vista con el buen estado de las instalaciones, de la que dijo era una pequeña comunidad de artistas, así como por el permanente trabajo comunitario.

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