Gisela Herrero, directora de la ONDi. Autor: Tomada del sitio de la ONDi Publicado: 15/06/2022 | 08:55 pm
Ejercicio de esperanza, acto de optimismo, maniobra de valentía casi poética que lleva consigo arte de pensamiento, de creatividad, de sabiduría… Eso es el diseño. Dicho así parece muy plácido, incluso idílico, pero la otra cara de la moneda muestra que se trata también de una acción de constante resistencia, pocas veces cómoda, una contienda de posicionamiento donde lo lúdico no significa fácil. El diseño es estrategia de cambio, materia imprescindible para el desarrollo económico, social y cultural; dinámico remediador de complicaciones.
Tenemos que aprender a confiar en su valor. ¿Por qué? Sobre esa y otras inquietudes dialogó con Juventud Rebelde Gisela Herrero García, jefa de la Oficina Nacional de Diseño (ONDi) y presidenta de la Bienal de Diseño de La Habana (BDH), que desarrolla su tercera edición hasta el 19 de este mes.
—¿Cuál es la pertinencia del diseño como dinamizador de la economía?
—No es magia, pero sí constituye una herramienta estratégica para el desarrollo de las naciones. Jaime Franky Rodríguez, importante y querido diseñador y teórico colombiano, afirma en su libro El acto de diseñar… entre otras quijotadas, que el diseño será verdaderamente importante cuando en vez de estar en las páginas culturales de los diarios, aparezca en las secciones económicas. Siempre apelo a esta frase de él porque logra posicionar al diseño como actividad profesional que contribuye a movilizar las economías, desde un saber técnico y desde el arte mismo. Es un actor y mediador económico porque estudia las problemáticas para resolverlas, lo que en Cuba tratamos de hacer desde el paradigma de «lo bello y lo útil».
«Lo definimos como solucionador de problemas porque tiene la responsabilidad de pensar en la sostenibilidad y la sustentabilidad, desmontando aquello de que está reñido con el poder adquisitivo de las personas. Como actividad con una alta carga social, tiene que ser capaz de llegar a la mayor cantidad de usuarios y receptores posibles en la sociedad».
Herrero García comenta que cuando se analiza el comportamiento de productos y servicios en los mercados, un importante componente diferenciador es el valor agregado por concepto de diseño, lo cual también tributa a la importancia y utilidad de situar ese quehacer en el pensamiento estratégico en pos del progreso.
«Todavía es común ver cómo empresarios o solicitantes se refieren a lo que “gastaron en diseño” en vez de decir que invirtieron. Está claro que lleva dinero, como cualquier desempeño profesional, pero cuando se le mira como inversión y no como un gasto, y cuando además se sea responsable con verificar cuánto repercutió en beneficios para la empresa, para el emprendimiento, para quien haya usado el diseño, pues estaríamos logrando un rédito importante.
«Si no se es capaz de analizar el beneficio comercialmente hablando, o el provecho en bien público; si se invierte en diseño sin ir a resultados, estamos ante una actitud cuando menos irresponsable. Esa mentalidad es la que no permite ver el diseño verdaderamente como una herramienta económica.
«Está comprobado que cuando se le analiza de la otra manera, con la mira en los resultados, es posible insertarlo en las dinámicas comerciales. De lo contario no tiene sentido usarlo. No es cosmética, es una acción altamente transversal, interdisciplinar. Ya nadie hace diseño solo, apartado, en una burbuja de cristal. Es necesario interactuar con otros saberes, con otros ámbitos del conocimiento, si queremos soluciones más robustas y obtener niveles de respuesta más a tono con lo que demanda el usuario. Para eso hay que ser un empecinado y curioso indagador de la realidad donde uno vive, para transformarla».
—¿Podemos hablar de un diseño cubano autóctono y tangible? ¿Ha logrado alcanzar una mayor y mejor presencia en la realidad actual?
—Diseño en Cuba siempre ha existido, antes de la Revolución y durante a esta. Desde hace más de dos décadas se ha dado con fuerza un crecimiento de resultados en diversos ámbitos, tanto en materia de comunicación visual como industrial. Eso ha podido ser más tangible a partir de la madurez que ha tenido la ONDi en sus casi 43 años, como organización rectora y promotora.
«Otro importantísimo aspecto que ha permitido este desarrollo es la creación, en 1984, de la universidad cubana del diseño, el ISDI, que ha formado a más de 2 000 profesionales y ha posibilitado tener una comunidad de diseñadores graduados, que ejercen en diferentes sectores de la economía y la sociedad. Ahora, con el afloramiento de las novedosas formas de empleo y los nuevos actores económicos, el diseño ha tenido un espacio de esplendor; a lo mejor no es la palabra, pero sí de beneficio para poderse posicionar al centro de problemáticas de la economía, la política, la cultura, la salud y la educación».
—En cuanto al rol en la agenda país: ¿Qué diseño necesitamos?
—Considero que en los ejes colocados hoy en la agenda país: prosperidad, calidad de vida, sostenibilidad, soberanía y cultura del detalle; el diseño, junto con otro grupo de actividades profesionales y oficios, tiene una tarea concreta, que demanda apostar por lo nuestro, por productos y servicios cada vez más parecidos al contexto, que respondan eficiente y pertinentemente a las complejidades que nos alcanzan como país, en una crisis global, en una geopolítica difícil desde el punto de vista de asimetrías económicas, desigualdades, dificultad para acceder a los mercados, a las materias primas y a los créditos, en una condición permanente de nación bloqueada. A pesar de todo eso, las potencialidades para pensar en un diseño cubano son fértiles.
—En todos esos empeños, ¿qué importancia ha tenido la Bienal?
—A partir del aprendizaje que ofrecieron las ediciones previas, la BDH, en su tercera entrega, ha sido fundamental en su intención de impulsar la circulación del buen diseño cubano por toda la nación y profundizar el vínculo con empresas del sector estatal y privado; así como con el ámbito académico. En medio de cambios profundos que modifican las dinámicas del país, la Bienal se lanzó a buscar su espacio de autenticidad en el mundo, sin perder de vista el propósito de prestar un alto servicio a la sociedad cubana, fortaleciendo los lazos con la industria, la economía, la sociedad y la cultura.
«Esta edición mantuvo la voluntad de ir más allá…, como ya se proponía en la anterior. Más allá simboliza el entorno futuro, donde el deseo se realiza, donde está el ámbito de lo posible, donde no hay limitantes, donde se alcanza lo superior y se logra lo que uno se ha propuesto. Este concepto representa la fuerza de la voluntad contra la pasividad, el poder de la acción, del intento. Decimos “Más allá de lo posible” porque no se trata de la meta, sino de la actitud. Ahí está el reto».
—Diseño hecho en Cuba… ¿Cómo lo ve en el futuro?
—Debe ser enfocado, atento, dispuesto, preocupado y ocupado por resolver nuestras complejidades, en una economía de resistencia como en la que vivimos. En esa aspiración existe un propósito absolutamente loable, y lograble. Se están viendo los resultados en los encadenamientos, en las alianzas entre emprendedores, la industria, los privados…
«Creo que este es un país con altas posibilidades, en la medida en que seamos capaces de trabajar con lo recuperado, que no es esa elemental mención de reciclar. Hay que reinventarse, y ejemplos sobran, aunque todavía no aprovechamos del todo nuestras singularidades, para desde estas pensar a futuro la proyección como individuos con aquello que nos tipifica: alegría, optimismo, creatividad, capacidad de resiliencia, empatía, laboriosidad, inteligencia… Las necesidades nuevas, o actualizadas, y la realidad socioeconómica son pie forzado para generar proyectos enteramente inéditos, lo cual reclama un diseño realizable, posible, simbólico, conectado, innovador y sostenible.
«La pandemia demostró que pudimos enfrentar varias cuestiones de corte prioritario como fue el caso del ventilador pulmonar para las terapias (el proyecto Pecuvente fue reconocido con el Gran Premio ONDi en la 3ra. BDH). Con lo existente en materia de componentes se buscó la experiencia de ingenieros, médicos, diseñadores, ergónomos, economistas, y de esas agrupaciones se lograron resolver las demandas. Otros desarrollos, como los accesorios para el tomógrafo axial y las campañas de bien público para comunicar las buenas prácticas en torno a la COVID-19, evidenciaron soberanía, independencia, cultura. Todos esos elementos son portadores de la marca país, y por tanto llevan consigo la posibilidad de modelar un diseño “hecho en Cuba”».