Abejas libando en las flores de eucalipto en la finca de Blanco en Isla de la Juventud. Autor: Roberto Díaz Martorell Publicado: 02/12/2021 | 12:52 pm
NUEVA GERONA, Isla de la Juventud.— David Rolando Blanco, más conocido como «el Conejo», es uno de los productores integrales de la Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS) Grito de Baire, quien además maneja dos proyectos forestales en armonía con el medioambiente y con su economía familiar.
A más de 20 kilómetros de Nueva Gerona, en una de las zonas alejadas del centro urbano de La Fe (segunda comunidad en importancia del territorio), las tierras de Blanco exhiben ahora un panorama boscoso de las especies acacia y eucalipto, cuya frondosidad semeja un paisaje al óleo con colores verde, marrón y blanco.
«Tenía que haber empezado antes», comenta mientras caminamos por el área sembrada, al tiempo que explica que el proyecto es fundamentalmente para obtener madera, pero también oxigena la tierra y proporciona sombra y alimento para el ganado.
Blanco es ganadero de vocación, nacido y criado en el campo, como él mismo se clasifica. El amor por las labores agrícolas lo conoció desde la cuna: «Siempre me ha gustado todo lo de la agricultura, pero la ganadería es fascinante para mí. Es una tarea diaria y te da alimento para la familia. Ahora con las nuevas medidas, más todavía: si cumples tu plan tienes la recompensa y eso es un reconocimiento a tu trabajo», dice.
Y lo suyo con la ganadería es ciertamente serio, ahora con otro rebaño a su cuidado: el apícola, del cual, aunque no lo reconoce públicamente, ya está profundamente enamorado, sobre todo porque su proyecto forestal con silvicultura le ha generado no pocas sorpresas con las abejas.
«Estas matas son melíferas por las flores y por la hoja; eso lo leí y lo he comprobado. En Centroamérica se ha duplicado y triplicado la producción de miel a partir del cultivo de estas especies. Y como florecen tres veces en el año (pocas plantas lo hacen con esa frecuencia), garantizan altas producciones de miel», detalla.
«Tengo más de 36 000 árboles, entre eucalipto y acacia, y el proyecto me ha favorecido mucho con las abejas. Hace tres años que manejo dos apiarios y produzco miel. Este año voy por dos tanques de 208 litros y ocho kilogramos de cera. Ahora vienen noviembre y diciembre, que son buenos para la miel, y pienso culminar con no menos de cinco o seis tanques.
También le favorece para el ganado mayor. Tiene 47 animales (29 machos y 37 hembras). Con 13 vacas en ordeño, entrega diariamente 48 litros de leche fresca a la industria. Además cumplió el plan de carne y es uno de los beneficiados con las nuevas medidas en ese sector.
«Como cumplí con la industria, se me autorizó a matar dos reses, que voy a destinar al consumo familiar, al de mi cooperativa y de mi comunidad, además de ayudar a personas con enfermedades de baja prevalencia y dos niños con cáncer que necesitan el alimento y esta ocasión lo tendrán sin costo alguno. Me satisface ver cómo con mi esfuerzo y el de mi familia se puede alegrar la vida a otras personas, porque no todo es el dinero», dice.
Uno de los dos apiarios que maneja Blanco, beneficiado con el proyecto forestal en su finca.
En la finca de Blanco también siembran cultivos varios, como este plátano macho que muestra la esposa del productor.
Ver más allá del bosque
Pero los aplausos no llegan solo de allegados y compañeros. Francisco Gamboa Martínez, jefe del Servicio Estatal Forestal en Isla de la Juventud, confirmó a JR que el proyecto de Blanco está bien ejecutado, con buena calidad y demuestra los usos indirectos que tiene el bosque.
«Aquí no solo se habla de madera. En este proceso se aplica y desarrolla la apicultura como producto forestal no maderable y el pastoreo del ganado a la sombra de las plantaciones; eso organiza un mejor manejo», ratifica el directivo.
Según la literatura especializada consultada por este reportero, el silvopastoreo —en que la ganadería se mezcla con la producción forestal— se ha convertido en metodología importante para aumentar las oportunidades de ingreso en fincas ganaderas, ya que al manejar adecuadamente los árboles estos producen madera, pulpa y postes, y mientras tanto proveen sombra, forraje y albergue al ganado.
Otros beneficios que se destacan son la posibilidad de combatir el cambio climático y la facilidad para adaptarse a las condiciones locales, además de contribuir a la restauración de ecosistemas.
«En este proyecto se han realizado todas las labores según estaba previsto. Eso garantiza además el uso de la madera que necesite la finca sin costo alguno, y le aporta al resto de la cooperativa para sus necesidades de postes y varas, por ejemplo para la construcción de ranchones o casas de cultivo rústicas», explica Gamboa Martínez.
Rolando Blanco, el Conejo, es un productor integral: además de dedicarse a la ganadería y silvicultura, tiene cultivos varios como yuca, quimbombó, habichuela, plátano y frutales. Su esfuerzo es un ejemplo para quienes se preguntan cómo garantizar un uso eficiente de los suelos en función de la productividad agrícola en Isla de la Juventud. Y en el resto del archipiélago también.
Plantaciones de acacia con silvopastoreo en la finca de David Rolando Blanco. Fotos: Roberto Díaz Martorell