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Réquiem por Esteban o una marina de azulado amanecer

Trabajó en el libro Guerrillero del Tiempo y formó parte de un equipo que se desplegó en el ansia de registrar una voz como la del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, líder histórico de la Revolución Cubana

Autor:

Katiuska Blanco

A Esteban Llorach le conocí casi 30 años atrás, por una entrañable amiga, editora de mis primeros libros, quien lo admiraba por su pasión martiana y la maestría editorial de que ya Esteban podía hacer gala. Eran vecinos cercanos y disfrutaban tardes de té o café durante enjundiosas conversaciones literarias, dueños de un conocimiento extenso y bien cultivado en novela, cuento y poesía, pero en especial, acerca de los más mínimos detalles sobre el uso ideal de las palabras y la puntuación, según las estrictas normas establecidas por diccionarios y academias, pero también por la sabiduría popular. Ellos compartían el perfil de trabajo dedicado a niños y jóvenes en las editoriales Gente Nueva y Abril y, además, la creatividad plástica desbordada en dibujos y acuarelas de la que ambos eran capaces con imaginación y delicadeza. Tejieron una amistad de consultas profesionales, asistencias solidarias y deslumbramientos inagotables por recintos o ciudades en el eterno cariño o la añoranza. Esteban hablaba con mucho amor de su familia matancera, de la calidez del hogar en la memoria y el tiempo, y describía lo gentil y útil aprendido en la cubana Ciudad de los Puentes, urbe espigada en columnas no tan viejas como altivas y hermosas, de estirpe originaria en el archipiélago y presencias continentales múltiples, de espiritual dimensión acendrada, esencia de sí mismo como ser cabal y honrado, enamorado de la belleza en todo.

Así, en reiteradas ocasiones, mientras el libro Después de lo Increíble avanzaba en su camino editorial, la voz de Esteban esclareció dudas y sugirió cambios, a veces personalmente y otras, a la distancia de la línea telefónica, como un maestro bueno, siempre en la mejor disposición de ayudar para que las páginas mecanografiadas llegaran con buen rumbo a la imprenta. Ya para entonces lo respetaba y admiraba cordialmente.

Transcurridos algunos años, supe que junto a otros compañeros dedicaba días, noches y madrugadas para lograr una edición exquisita de las Bibliotecas Familiares que se distribuirían en Cuba y la hermana República Bolivariana de Venezuela, en el ansia de cumplir los sueños de alfabetización y elevación cultural necesarias a nuestros pueblos. No importaba la calidad del papel, sino la amplitud del ofrecimiento, una posibilidad extraordinaria de poner en manos de las muchedumbres obras de lujo que, por sus contenidos, pulcritud editorial y belleza, les habrían resultado inalcanzables. Esteban se adentró en el esfuerzo con la minuciosidad, hábitos preciosistas y generosidad que le eran propios, revolucionario en el cotidiano discernir y hacer y en la voluntad de volcar a los demás la erudición que llevaba con modestia. Conmovía ver su interés en despertar el gusto por la lectura, en especial en los más pequeños. Siempre regalaba libros.

Así, con tales valores, fue que llegó a trabajar en el libro Guerrillero del Tiempo. Formó parte de un equipo que se desplegó en el ansia no solo de registrar una voz como la del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, líder histórico de la Revolución Cubana, sino de hacerlo de una manera que fuera fiel al relato certero, de poética, limpia y elegante estampa, algo que habría sido imposible sin su avezada presencia.

Aún sin editar está el libro de sus últimos desvelos. Ya enfermo, persistió en terminar la revisión exhaustiva que hacía.  Cuando tengamos la oportunidad de presentar ese nuevo título a los lectores, tendremos que hablar de Esteban y será el mejor homenaje que sus compañeros de movilización editorial para un sueño, podamos rendirle. Para él nuestro abrazo, gratitud y eterno cariño. Pienso en él y recuerdo la marina que con azules insospechados pintó para un perenne amanecer en su casa.

 

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