En agradecimiento por salvar la vida de Melissa, los padres nombraron a Giraldo como su padrino Autor: Laura Brunet Portela Publicado: 17/10/2017 | 10:20 pm
CIENFUEGOS.— Melissa no levanta ni un metro del piso; es delgada, risueña. Tiene ojos enormes —tal vez el complemento de su mutismo casi total— y unos mechones rubios, muy lacios, que se empeña en peinar durante todo el día. He ahí sus placeres de infante: cuidar de la incipiente cabellera y usar todos los zapatos de casa.
La tarde noche del pasado 16 de septiembre, en el municipio de Palmira, Cienfuegos, lo primero que asomó por la cuadra de una de sus calles principales fue el moño dorado que coronaba la cabeza de una pequeña. En brazos de la madre, María Isabel Medina Calderón, Melissa daba muestras de buena salud, tras egresar del hospital pediátrico provincial Paquito González Cueto donde convalecía por vómitos y diarreas. Afuera había todo un revuelo de vecinos y familiares; unos curioseaban la obra del pozo de los Rodríguez Medina, y otros venían a visitar a la paciente.
[Lea nuestro primer reporte sobre este caso]
Cada testigo apunta sus propios detalles sobre los inicios de la historia. Para David Medina Figueredo, el abuelo materno de la niña, ella corrió en busca del padre, que permanecía junto a otros cuatro hombres alrededor de la abertura de 16 pulgadas de diámetro por nueve varas (medio metro de ancho y más de ocho de profundidad). Otros apelan a su curiosidad por lo que sucedía. Y no menos aducen desconocer los motivos; mas, sí recuerdan los tropiezos de dos pies pequeños cerca del hoyo, los zarpazos de tantos hombres para atraparla, y las manitas sobre el vacío de la cavidad.
«Lo primero que hicimos fue sacar el sifón. Entonces vimos que la niña estaba cerca de la superficie, pero sumergida», recuerda el padre Andy Rodríguez Ojeda, y describe el contraste del zapatico rosa en el pie de Melissa y la oscuridad del agujero.
Melissa tiene ahora dos años de edad. Foto: Laura Brunet Portela
Tal vez la retirada de la herramienta movió el cuerpo de la niña; entonces, emergieron los cabellos a metro y medio de la boca del pozo. Alrededor todo se movía demasiado rápido. En flashazos, Andy se recuerda con medio cuerpo dentro del hoyo, al abuelo zafando la soga del sifón, y la madre casi ha olvidado sus gritos en el patio de la casa.
Entre la multitud apareció Giraldo Machado Almeida, un vecino del barrio.
«En ese momento no sé ni qué pudo haberme pasado por la cabeza. Yo solo acudí en ayuda. Me abrí paso, entré de cabeza, mientras me aguantaban los pies, la saqué por un brazo y con la misma me fui».
La apretada cavidad dibujó en Machadito, como también le conocen, rasponazos, hematomas, y la incertidumbre del «por qué» que todos cuestionan.
«Después no hablé con nadie, solo me fui. Me senté en una esquina, y cerca de las nueve de la noche regresé a casa. Yo no tengo un recuerdo muy claro sobre ese día, pero lo que sí sé es que tal vez no sea capaz de volver a hacerlo».
Giraldo Machado Almeida, el vecino salvador. Foto: Laura Brunet Portela
Nadie ha podido definir el tiempo que Melissa estuvo bajo el agua (se presumen más de cinco minutos), o por qué no fue directo al fondo. Hay quien cree en la protección de un ángel de la guarda o en alguna irregularidad de la camisa plástica del pozo. Lo cierto es que sobrevivió y hasta los criterios de los galenos corroboran lo increíble de su experiencia.
«Después que le hicimos todo el proceso de salud: análisis, placa, fondo de ojo, comprobamos que no tenía nada, ni agua en los pulmones —declara Andy—. Explican los médicos que si bebió algo fue directo al estómago. No imaginamos cómo, pero fue un milagro».
Y si de divinas providencias se trata, es probable que las tantas dificultades para ejecutar una obra sencilla se interpreten como señales.
«Nosotros llevábamos un año tratando de hacer el pozo, desde septiembre de 2016. Al encargado se le presentaron muchos problemas, entre ellos que no le gustaba hacerlos en el pueblo. Cuando accedió, entonces falló el petróleo, la transportación de la máquina, y hasta apareció una piedra de dimensiones enormes mientras cavaban. Él muchas veces dijo: “Yo voy a tener que desistir”, pero otro pocero lo ayudó y, tras muchos días de trabajo, lo terminaron», dice la madre.
Los padres agradecen a este hombre por la vida de su pequeña. Foto: Laura Brunet Portela
Tras ese septiembre Melissa volvió a nacer, la vida de los Rodríguez Medina cambió, pero según manifiesta María Isabel Medina Calderón no viven a puertas cerradas.
«Tú no puedes paralizar a una niña por la negligencia de un adulto, y nosotros nunca fuimos padres descuidados. Eso pasó porque tenía que suceder, pero aprendimos de la experiencia, y ahora sabemos que hay peligros dondequiera».
Melissa aún es pequeña, pero algún día sabrá de la historia que la llevó a los medios de comunicación, la verdad de su padrino Machado y la razón de sus dos cumpleaños.