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Pepino grande, ¡ande o no ande!

Al campesino camagüeyano Misael Zaldívar Pérez ha llegado a inquietarle con agrado el síndrome de gigantismo de algunos de los productos que cultiva

Autor:

Yahily Hernández Porto

Camagüey.— En la muy popular finca El macho, de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Ignacio Agramonte, ubicada en el kilómetro 28 de la carretera a Santa Cruz del Sur, vive un campesino de talla extra, al que todos quisieran conocer.

Resulta que Misael Zaldívar Pérez, de 58 años de edad, anda muy contento porque en su finca se ha desatado el síndrome del gigantismo y la exageración, algo con lo que, como buena curiosa, casi nunca hace concesiones esta reportera si no avista el fenómeno primero.

Pero mis ojos inquietos lo vieron y doy fe de este insólito caso, que vuelve otra vez a poner a Camagüey en la órbita cubana de las singularidades agrícolas. Y es que el tamaño de los pepinos y de las cebollas en el campo de Misael descolocan a cualquiera, por lo que no es casual que una pueda quedarse literalmente con la boca abierta ante ejemplares tan robustos. ¡Bendito entonces el «misterio» de este guajiro, que, aunque supone cosas, ni él mismo se explica bien lo que ha pasado aquí!

Comenta Zaldívar Pérez que desde hace cerca de dos años se viene dando la «extraña» situación. «Es como si se emparentaran las especies por debajo de los surcos», presupone animoso el también padre de familia.

Misael, ganadero de excelencia y quien hace ocho años firmó el libro de honor de los mejores productores lecheros de esta región, no deja de asombrarse, mientras muestra cinco cebollas entre las que hay más de 11 libras, lo que significa que están promediando dos libras y media cada una, y todavía le faltaban unos 20 días para su acopio.

Algo similar ocurre con los pepinos, que pesan más de tres libras cada uno. «Son de la especie criollitos verdes, pero a mí me gusta decirles “criollotes” verdes», me dice el guajiro en son de jocosidad.

Entre simpatías también, aunque más dada a las fundamentaciones y los protocolos, Martha Olivera Peña, la esposa de Misael, comentó que «las cebollas se plantan de forma directa. Nunca se trasplantan posturas, sino que la semilla se tira en el surco. Y al igual que a las viandas y hortalizas se les echa mucha materia orgánica. Aquí en El macho las cosechas son totalmente ecológicas».

Y ya cuando esta reportera se marchaba con sus ojos sobrecogidos, Misael se le acercó para hacerle la última confesión: «A veces no me explico las cosas que me ocurren, pues a pesar de la sequía tengo una mata de plátano macho con 110 platanones, que en época de lluvia los racimos llegan a ser de hasta 150 ejemplares». Con tales voluptusidades, ¿no es verdad que cualquiera se embulla a volver por El macho?

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