Con Haydeé en la cárcel de mujeres. Autor: Cubadebate Publicado: 21/09/2017 | 05:46 pm
Físicamente ha muerto la Heroína del Moncada, Doctora en Derecho y Licenciada en Ciencias Sociales Melba Hernández Rodríguez del Rey. Pero ella seguirá viviendo en la Historia de Cuba y de América, en su hermoso capítulo sobre la guerra por «la Libertad y la defensa de la soberanía», como también en el corazón de sus compañeros de lucha y en el alma agradecida de nuestro pueblo.
En la memorable madrugada del 26 de julio de 1953, Abel Santamaría le dijo a su hermana Haydée y a Melba que la mujer revolucionaria debía ser exigente con ella misma, mantener la moral más alta que nunca, pues «ustedes son las primeras y por el ejemplo de ustedes las demás mujeres van a sumarse o no a la lucha». Y tanto una como la otra cumplieron el honroso y digno mandato del segundo jefe del histórico asalto.
Evocamos esta anécdota, porque en realidad es casi imposible hablar de una sin mencionar a la otra. Las dos lucharon en la clandestinidad contra la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista, participaron en el asalto al Moncada y estuvieron tras los mismos barrotes por los sucesos del Moncada, en el Reclusorio Nacional para Mujeres, en Guanajay, a 60 kilómetros de La Habana, de donde salieron en libertad el 20 de febrero de 1954. Juntas corrieron los mismos riesgos y amasaron siempre las mismas esperanzas, desde la madrugada fundadora, como la llamara Cintio Vitier.
En aquella acción que señaló el camino, estuvo con ojos de niña perdida en la intemperie, callada como el silencio del caer de una lágrima. Se había lanzado a una misión de titanes.
Esta mujer nos seguirá asombrando siempre con su historial revolucionario, a lo largo del tiempo, con su siembra de coraje, audacia y bondad por los caminos de la Revolución. Se inició en la lucha en una sociedad que reservaba a las mujeres el delantal como su más noble traje de labor cotidiana y terminó siendo nombrada como Heroína de su patria.
Ella —junto a Mariana, Haydée, Celia, Vilma y otras valiosas mujeres— es imprescindible en la historia de Cuba. El pueblo que la quiere no olvida aquella foto, todo un símbolo: la de dos rostros femeninos tras los barrotes de la cárcel, unidos para siempre en una imagen que resume una época de represión, pero también de rebeldía y de dignidad.
Y la evoca asimismo por su inolvidable quehacer internacionalista y solidario al lado de las mujeres vietnamitas, cuando las bombas yanquis exterminaron cultivos, casas, industrias y vidas en el lejano continente asiático.
Tras los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, Melba estuvo detenida junto con Haydée en el cuartel Moncada desde el 26 de julio hasta el 1ro. de agosto. Presenciaron parte de las torturas a Raúl Gómez García. Al autor del Himno del 26 lo pusieron al lado de ellas, sentado en el suelo, hecho un despojo humano, ya sin dientes, con una inflamación que le desfiguraba la cara. Vieron cómo lo siguieron torturando, y cuando se separaron de él, lo tenían cogido por el pelo, le echaban la cabeza hacia atrás y le daban contra la pared. Los golpes resonaban, hasta que lo mataron. Esa tétrica vivencia la contó muchas veces Melba.
Pero, no perdió nunca la fe en el triunfo. Su participación en la acción comando del Moncada es un ejemplo vivo de la tradición combativa de nuestro pueblo y de nuestras mujeres en particular, con un derroche de heroísmo y un espíritu de sacrificio solo concebible en revolucionarias de sus quilates.
El poeta, ensayista y escritor Roberto Fernández Retamar, en un artículo en la revista Mujeres, diría de las dos heroínas del Moncada: «Al terminar el juicio que daría a conocer los ideales y el temple de la Generación del Centenario, Haydée y Melba fueron condenadas a siete meses de prisión. Dura les fue, desde luego, la cárcel. Ya antes de la condena formal las habían situado un tiempo entre presos comunes, con el propósito de que estos las agraviaran. Pero esos delincuentes fueron con ellas más cuidadosos y tiernos que los otros, los delincuentes sanguinarios que detentaban el poder.
«Y ahora —argumentaba Retamar— con la formidable intervención de todos los compañeros en el juicio, había cobrado mayor aliento aún el proceso insurreccional y ellas tenían nuevas tareas asignadas para la salida. Lecturas numerosas llenarían las horas de esa “universidad del revolucionario” que es la cárcel. Mientras Fidel hace otro tanto en la prisión de Isla de Pinos».
Recalcó el poeta: «En 1954 están en la calle. Su primera misión es divulgar clandestinamente el Mensaje a Cuba que sufre, manifiesto en que Fidel explica al pueblo cómo fueron bestialmente asesinados sus hermanos. Y pronto la misión más trascendente: editar y distribuir La Historia me Absolverá, que Fidel ha reconstruido y hecho salir de la cárcel hoja a hoja».
De padres luchadores clandestinos
Melba nació el 28 de julio de 1921. Abogada, política y diplomática, fue embajadora en Vietnam y en Cambodia.
Fue la hija única de una pareja mestiza formada por María Elena Rodríguez del Rey Castellón y Manuel Hernández Vidaurreta, quienes habían sido combatientes clandestinos durante la guerra de 1895 y le inculcaron el activismo revolucionario.
Hizo la primaria en la escuela pública de Cruces, donde su directora, Corina Rodríguez, había sido mensajera del general mambí Higinio Esquerra, uno de los líderes de la Guerra de Independencia.
En 1943 se recibió de abogada en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana. Después obtuvo una licenciatura en Ciencias Sociales en la misma universidad. Trabajó como abogada en las aduanas durante el Gobierno de Carlos Prío Socarrás.
Un día declaró: «Yo había estudiado Leyes. No era una carrera “productiva” para mí. Los pocos asuntos que llevé no eran los que dejaban mayores ganancias, aunque sí los que permitían mis principios. Mis “clientes” eran guajiros (campesinos) explotados, una muchacha que del prostíbulo salía para la cárcel; obreros despedidos. Recuerdo todavía un caso que llevé defendiendo a los obreros de los Ómnibus Aliados».
Durante las acciones del Moncada, Melba y Haydée se encontraban con el grupo de Abel Santamaría, que debía tomar el hospital provincial Saturnino Lora. Todos fueron detenidos y torturados. Para asustarlas y desmoralizarlas —y que delataran a aquellos que habían asaltado el cuartel—, les mostraron el ojo que le habían arrancado momentos antes a Abel Santamaría (hermano de Haydée), y los testículos aplastados de Boris Luis Santa Coloma (novio de Haydée) antes de ejecutarlos de un tiro. Ellas dedujeron que ambos héroes no habían hablado, por lo que se resolvieron a tampoco hacerlo.
Melba integró la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio. En México participó en los preparativos de la expedición del yate Granma y despidió a los combatientes en el puerto de Tuxpan (Veracruz).
El 26 de julio de 1954, luego de su regreso a Cuba, encabezó junto con Haydée una manifestación en el cementerio de Colón que fue agredida por las fuerzas policíacas de la dictadura. Más tarde se incorporó al Ejército Rebelde en el Tercer Frente Mario Muñoz.
Fue fundadora del Partido Comunista de Cuba y miembro de su Comité Central. Cumplió numerosas tareas, siendo una de las más importantes su gestión como representante de la solidaridad del pueblo cubano con los hermanos del Tercer Mundo. Durante la agresión yanqui al pueblo vietnamita fundó y presidió desde su creación el Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam, que más tarde extendió su trabajo a Cambodia y Laos. Fue vicepresidenta del Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos, y miembro del presidium del Consejo Mundial por la Paz.
Después del triunfo de los vietnamitas contra Estados Unidos, Fidel la nombró embajadora de Cuba en Vietnam y Cambodia y secretaria general de la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina. Entre 1976 y 1986, y desde 1993, fue diputada en la Asamblea Nacional del Poder Popular, representando al municipio de Diez de Octubre, en La Habana. Desde 1986 fue miembro del Comité Central del Partido.
Fuente: Archivo de Juventud Rebelde y del autor.