Jóvenes cubanos. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:19 pm
A sabiendas de que en la juventud habitan la fuerza, lo cristalino, lo esperanzador y la contumaz necesidad del cambio, los estudiosos cubanos no dejan de tomar el pulso a esa parte de la población del archipiélago, sobre todo ahora que la sociedad vive importantes transformaciones en las cuales el papel de los «nuevos» resulta cardinal.
Indagaciones científicas emprendidas hace muy poco por el Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ) —las cuales se propusieron caracterizar del modo más fiel a los jóvenes con sus certezas, incertidumbres y expectativas—, presentan a un grupo poblacional muy heterogéneo, que va cambiando a la par de los reajustes en los cuales está prefigurada la suerte del país.
En todas las provincias fueron estudiados, a principios de 2011, cubanos de entre 15 y 29 años de edad. Con esa premisa han puesto la lupa sobre tres etapas de desarrollo: los adolescentes (entre 15 y 19 años), los jóvenes (entre 20 y 24 años) y los adultos jóvenes (entre los 25 y los 29).
Similar a indagaciones realizadas a principios del presente siglo, los jóvenes blancos representaron algo más del 60 por ciento de la muestra, composición que se corresponde con la distribución demográfica del país. Los mestizos ocuparon casi un 27, y los negros poco más del 12 por ciento del total de los encuestados.
Aumentaron niveles educacionales
Uno de los cambios positivos más notables que develan los recientes estudios es la elevación de los niveles educacionales vivida por la juventud cubana en el transcurso del último decenio. Los índices actuales de instrucción se pueden definir como altos, afirman los investigadores.
A tenor con lo explorado en el año 2011, si a los graduados del nivel preuniversitario se suman los que concluyeron la enseñanza politécnica, se llega a un total de 57,7 por ciento de jóvenes con el nivel medio superior vencido. Ese número de cubanos con alta instrucción crece (66,8 por ciento) si se le añaden los universitarios (9,1 por ciento). En cuanto a la última cifra mencionada en este párrafo, valga destacar que esa proporción duplica a la existente en el año 2004.
No obstante, existe un grupo de jóvenes (2,6 por ciento) que solo alcanzó la Primaria o no llegó a terminarla, lo que, según expresan los investigadores, puede ser resultado de la deserción escolar, si se tiene en cuenta la edad de los jóvenes y el carácter obligatorio de la enseñanza general hasta el nivel medio básico. Por cierto, el grupo de quienes concluyeron solo el primer nivel, disminuyó notablemente en relación con mediciones del año 2004.
La mayor cantidad de personas que no tienen ningún nivel de escolaridad vencido son hombres. De igual modo ellos son mayoritarios en el grupo de quienes tienen vencido un nivel primario, de Secundaria Básica o de técnico de nivel medio.
Algo diferente sucede con los niveles preuniversitario y universitario: el mayor número de quienes los poseen son mujeres. Esto significa, apuntan los especialistas, que en los más altos niveles de educación predominan las féminas, lo que se corresponde con el aprovechamiento que ellas han hecho de las oportunidades brindadas por el país para el estudio y el trabajo.
En La Habana y Oriente se encuentra el mayor número de personas con nivel primario. Y de los jóvenes que poseen un nivel medio superior o superior, el mayor por ciento corresponde a la región oriental.
Superación: una meta todavía importante
Entre las razones que explican la elevación del nivel educacional en los jóvenes cubanos, los especialistas del CESJ refieren el proceso de universalización de la enseñanza y otros programas desarrollados durante la primera década del presente siglo, los cuales nacieron para propiciar la superación y la reinserción social de ese grupo.
Según la información acopiada, superarse desde el punto de vista del conocimiento continúa siendo una importante aspiración de la juventud cubana: casi el 69 por ciento de los encuestados declararon el deseo de alcanzar el nivel universitario u otros estudios superiores.
A la altura del año 2011 —meditan los analistas—, si bien se mantiene en la mayoría de los jóvenes el deseo de obtener el nivel superior de enseñanza, ese interés disminuye con respecto al año 2004, lo cual podría estar relacionado con los cambios en el sistema educacional que preferencian las carreras técnicas, e incluso con las implicaciones que el actual reordenamiento laboral tiene en los programas de formación de los recursos humanos, sin obviar la influencia de la falta de correspondencia entre los grados educacionales, la calificación y el bienestar material.
En cambio, aunque no alcanza los niveles del cierre de la década de los 90 del siglo XX, se vuelve a incrementar la proporción de jóvenes que aspiran a obtener el grado 12, o a graduarse de la enseñanza politécnica, condiciones para acceder hoy a numerosos empleos. Por otra parte, en el presente se reduce mucho más, en comparación con los estudios de 2004, la proporción de jóvenes que solo aspiran a lograr el nivel medio básico de enseñanza.
En el grupo cuya aspiración es ser profesional de nivel superior, predominan los graduados de preuniversitario, lo cual está en consonancia con la lógica de su formación. En tal sentido, la aspiración está más extendida entre quienes hoy clasifican como estudiantes (el 81,9 por ciento de ellos), mientras que estudiantes y trabajadores comparten por igual la aspiración de realizar estudios de posgrado.
La razón principal —devela la indagación— planteada por los jóvenes para querer superarse, radica en ampliar conocimientos y en poder ser personas preparadas para la vida. Los estudiantes son quienes más expresan que la motivación principal para estudiar está en la posibilidad de la preparación personal. También aparecen argumentos como la posibilidad de satisfacer necesidades económicas, y de complacer a los padres.
Los argumentos planteados por los trabajadores no difieren sustancialmente de los del estudiantado. Algunos de ese universo reconocen la importancia de superarse para progresar en el trabajo y en la solución de sus problemas económicos.
Los datos arrojan que la gran mayoría de los jóvenes aprecian a la escuela cubana como fuente que brinda suficiente preparación para asumir determinadas situaciones de la vida.
Crece la inserción social
En lo que a ocupación se refiere, la información recientemente acopiada registra un 50,2 por ciento de jóvenes trabajadores —una parte de ellos está estudiando—; mientras que un 32,5 por ciento representa a estudiantes.
De acuerdo con esas cifras, el 82,7 por ciento de los jóvenes se encuentra vinculado al estudio, al trabajo o a ambas actividades a la vez. Las exploraciones del año 2004 referían un 80,7 por ciento, lo cual indica un incremento del dos por ciento en la inserción social.
A través de desgloses más detallados, y comparando estos momentos con los de 2004, los investigadores afirman que la población estudiantil decreció en un 3,8 por ciento; los trabajadores se incrementaron en un 5,8; y los que simultanean el estudio con el trabajo crecieron en la cifra del uno por ciento.
En cuanto a quienes no están incorporados laboralmente, disminuyó ligeramente el número de los que buscan trabajo por vez primera, al tiempo que se incrementaron y se incrementan quienes lo hacen después de haber dejado o de haber perdido el puesto que tenían.
Según las cifras recientes, la proporción de trabajadores es mayor entre los hombres (49,5 por ciento) que entre las mujeres (35,3 por ciento), mientras que la proporción de personas dedicadas a tareas del hogar es mayor en mujeres (13,7 por ciento) que en hombres (0,6 por ciento).
La parte del estudio referida a la situación ocupacional revela que actualmente, y mirando población juvenil adentro: entre los trabajadores y desempleados predominan los hombres; entre quienes simultáneamente estudian y trabajan y quienes se dedican a tareas del hogar, las muchachas son mayoría (y en el último grupo ellas con casi la totalidad).
De acuerdo con los grupos de edades, los resultados se manifestaron en consonancia con cada etapa en que se encuentran los jóvenes: el mayor número de adolescentes cursa estudios (77,4 por ciento); cerca del 70 por ciento de quienes tienen entre 20 y 24 años se encuentran trabajando (49,6 por ciento) o estudiando (18,7 por ciento). Y la mayoría de los jóvenes de 25 a 29 años están trabajando (67,1 por ciento).
En un análisis que tiene en cuenta las regiones del país, los especialistas apuntan que la mayor cantidad de personas que están trabajando, que están buscando trabajo por primera vez, que buscan trabajo por haberlo perdido, que estudian, que se ocupan de las tareas del hogar y que no estudian ni trabajan, pertenecen al oriente.
De los jóvenes que estudian y trabajan, la mayor proporción se concentra en La Habana. Y la mayor parte de quienes poseen otra de las situaciones ocupacionales mencionadas, pertenecen al occidente de Cuba.
En un tema imprescindible como el del empleo, los estudios afirman que la edad promedio de inserción laboral de la juventud cubana es de 19 años, lo cual es común tanto para el sexo femenino como para el masculino, y se comporta de modo muy similar en todas las regiones del país. Otro dato de interés es que entre los jóvenes trabajadores predominan los técnicos, seguidos de obreros y trabajadores de servicio.
El abordaje por sexo arroja que el 50,2 por ciento de las muchachas están en la categoría de técnicos, lo que supera en un 20,5 a los varones; ellas, además, duplican la proporción de trabajadores administrativos hombres. En las categorías de trabajador de servicio y dirigente existe bastante paridad, aunque se aprecia una ligera diferencia a favor de las mujeres en la primera categoría, y de los hombres en la segunda.
En la actualidad la juventud cubana se inclina a trabajar preferiblemente en el sector estatal de la economía.
En comparación con la medición efectuada en el año 2004, ya se aprecian algunos cambios que reflejan cierto movimiento en las expectativas laborales como expresión de los primeros impactos del proceso de reordenamiento laboral.
La proporción de jóvenes que desea trabajar por cuenta propia casi duplica el por ciento de 2004. El deseo de trabajar en el sector estatal y en otras modalidades de trabajo no estatal —este último sigue siendo minoritario— es muy similar a la medición anterior.
Las razones de preferencias más sentidas por los jóvenes son las condiciones de trabajo, el acceso a la divisa u otras formas de estimulación, y poder hacer lo que les gusta, trabajar en lo que estudiaron, y la posibilidad de garantías como vacaciones o jubilación.
Vivienda y convivencia
En opinión de los estudiosos, la vivienda constituye un aspecto insoslayable a la hora de abordar aspectos de orden material desde los cuales se construyen las subjetividades que distinguen a la juventud cubana de hoy.
El 46,9 por ciento de la muestra total referida en este trabajo valoran como buenas las condiciones constructivas de sus viviendas. Pero esa percepción positiva, según los especialistas, disminuye al tiempo que aumenta la edad: son los adultos jóvenes quienes tienen una peor valoración, mientras los adolescentes muestran una mirada más favorable.
Se constató, además, que más de la mitad de los encuestados (57,5 por ciento) refiere contar establemente con privacidad dentro de su vivienda, en tanto el resto carece de ella o solo la disfruta de modo ocasional. Eso significa que cerca de las tres quintas partes de la juventud cubana posee las condiciones habitacionales elementales para satisfacer las necesidades de independencia y de autonomía.
Otro elemento que contribuye a describir la temática de las condiciones materiales de la vivienda es la ubicación de la misma. La mayoría de los jóvenes cubanos (65 por ciento) declara su gusto por el barrio en que está enclavado el hogar, lo que supone una identificación con el lugar donde se vive. Cerca de la cuarta parte expresa una atracción menor, y una cifra reducida (8,5 por ciento) explicita su rechazo a la zona de residencia.
Según la información recogida, algo más de la tercera parte de los jóvenes vive en familias monoparentales, donde la figura que más se destaca es la materna. Los analistas asocian el hecho a que, ante la ocurrencia de un divorcio, los hijos generalmente permanecen viviendo con sus madres.
Se tuvo acceso a otros datos de interés: casi el 40 por ciento de los entrevistados comparte sus viviendas con sus hermanos; el 20,3 por ciento vive con sus hijos; y el 8,6 por ciento vive en familias reconstituidas.
Tiene relevancia, al decir de los investigadores, que solo el 1,5 por ciento de los jóvenes vive independiente, y que no llega a ser la tercera parte de la muestra total el grupo de quienes viven solo con sus parejas. Esta arista, como expresan estudiosos de la subjetividad, pudiera estar repercutiendo en la decisión de muchos jóvenes de postergar la creación de una familia propia.
Casarse no está de moda
La soltería predomina. Aflora esa realidad en el presente, como en indagaciones anteriores. Según los especialistas, la población adolescente y joven estudiada se distingue por esa condición si de estado civil se trata: más del 61 por ciento de la muestra del año 2011 así lo confirma, sin obviar a poco más del 23 por ciento, grupo que incluye a quienes declararon estar unidos.
El mayor número de adolescentes se encuentra soltero, al igual que los jóvenes de 20 a 24 años de edad. Y en las personas de 25 a 29 años, continúa predominando la soltería.
Como signo de estos tiempos, han aumentado (aunque ligeramente) las uniones consensuales, y ha disminuido el número de las personas casadas. Muchos no se sienten atraídos por el acto de presentarse ante el notario para sellar una relación de pareja, especialmente los hombres —existe, según un reciente estudio del CESJ, una mayor proporción de hombres solteros (70,2 por ciento) que de mujeres (51,7 por ciento).
Los analistas destacan que, en la medida que se avanza en la edad, se observa un aumento de las personas casadas o unidas y también de las separadas o divorciadas. Y ocurre lo contrario con la soltería: esta disminuye, manifestación que, según los investigadores, es coherente con el tránsito por las diferentes etapas de la vida.
Según el análisis por regiones, la mayor proporción de solteros, unidos, divorciados o separados, pertenece a la región oriental del país. En el caso de los casados y los viudos, estos pertenecen mayormente a las provincias centrales, que son secundadas por las orientales.
Todo lo aquí descrito es un retrato, un fresco que merece atención, porque tiene gran valor un viaje al centro de la juventud cubana. El trayecto conduce por verdades de un universo donde se está gestando el porvenir del país. Y el sentido de cada cifra nacida del rigor científico, es que esta puede ser brújula, asidero para concebir tácticas y estrategias gracias a las cuales la sociedad, con todas sus generaciones, sea capaz de irse superando a sí misma. (Resumen realizado en la Redacción de JR)