Los trabajadores de Comunales limpian por enésima vez un vertedero que «la gente» inunda de basura a su antojo. Autor: Lisván Lescaille Durand Publicado: 21/09/2017 | 04:54 pm
GUANTÁNAMO.— «Cuando la vida humana peligra, no podemos andarnos con boberías; hay que dominar al dedillo la situación en cada Consejo Popular y cumplir sin dilaciones lo establecido». Esa idea, pronunciada con crudeza por Freddy Vega Sánchez, primer secretario del Partido en este municipio, resume la intensidad del enfrentamiento multisectorial ante el deterioro de la situación epidemiológica en esta ciudad.
En el Puesto de Mando de la lucha antivectorial, uno de esos escenarios cubanos contra las emergencias, los «palos» están a la luz del día y de la noche. Se trata de una pelea guantanamera por retroceder hasta cero el índice de infestación asociado al mosquito Aedes aegypti, peligroso agente transmisor del dengue.
En las comunidades, casa a casa, es donde se libra el desafío principal; habida cuenta de que en el interior de los hogares radica más del 70 por ciento de los focos detectados por los trabajadores de la Campaña de Vigilancia y Lucha Antivectorial, según fuentes de Salud Pública local.
Por eso las enérgicas indicaciones del dirigente político del territorio —por añadidura médico de profesión—, instando a situar el acento en que las directrices emanadas del Puesto de Mando lleguen «abajo» sin visiones acomodaticias que retarden el empeño de cortarle cuanto antes el paso al indeseado insecto en las casi 80 manzanas de alto riesgo epidemiológico identificadas en los consejos populares Reparto Obrero-Santa María, San Justo, Sur-Hospital, Sur Isleta y Centro.
En cada una de estas funcionan equipos multidisciplinarios compuestos por todos los factores que intervienen en la lucha antivectorial, además de trabajadores sociales, cederistas e integrantes de la FMC, con sus máximos responsables, para reducir el riesgo epidemiológico y cortar la posibilidad de propagación de cualquier enfermedad, afirmó Vega Sánchez.
Manuel Correa, director del sectorial provincial de Salud, argumentó a este diario que se intensifican las labores de saneamiento ambiental intradomiciliario y en las calles, la desobstrucción de tragantes, fosas y redes hidráulicas, la eliminación de vertederos en sitios inadecuados y el pesquisaje de los casos con síndrome febril en cada área de salud, lo cual se acompaña con las acciones de promoción y educación comunitaria para enfrentar estas contingencias.
La ley de Marsellesa
Aún cuando todo está cuidadosamente organizado, ¿por dónde se «cuela» el indeseable?, nos preguntamos mientras asomamos por La Tablita, asentamiento poblacional de surgimiento espontáneo, cuyo nombre alude al tipo de material del que están construidas sus casas.
Uno se percata de que en ese lugar de la comunidad de Marsellesa, en los dominios del Consejo Popular Reparto Obrero-Santa María, al noreste de Guantánamo, el combatido mosquito puede establecer su cuartel general.
A la vera de un camino angosto y polvoriento, identificado como la calle 10, nos encontramos en plena faena a Ania Frómeta y a Rúder Benard, técnicos de la Dirección de Higiene y Epidemiología en el territorio. Ellos forman parte de los grupos multidisciplinarios de trabajo disgregados en todo el Consejo Popular.
«Hace como dos horas visitamos una vivienda con el patio lleno de heces fecales de caballo y muy enyerbado. Les dije a los moradores que debían limpiarlo inmediatamente y lo hicieron, pero ahora toda esa basura está en medio de la calle, porque no están aquí las carretillas que, según se dijo en la reunión del Puesto de Mando, Comunales debía mandar», dice la muchacha.
«Si se eliminara eso de decir una cosa en las reuniones y hacer otras en el terreno, se avanzaría mucho más», agrega el joven, quien argumenta que según lo previsto, junto a ellos debían estar allí actuando los representantes de Comunales, Salud, la Policía y otros factores del enfrentamiento.
«Ahora mismo estuvimos en las márgenes del río —cuenta Rúder— y allí la gente de la comunidad lleva a bañar sus caballos, donde también se bañan muchas personas debido a la escasez de agua en las viviendas. En casos así hay que actuar de conjunto, porque a veces las personas se resisten a acatar lo que, incluso, es ley».
Esquina caliente
En la cima de un despeñadero que va a parar a los pies de una zanja putrefacta, el pequeño Eliú Gamez comenta con los reporteros el motivo de su ausencia a la escuela ese día.
«Tengo fiebre —dice el pequeño, de ocho años de edad—, pero no me siento tan mal y por eso vine a ayudar a esos compañeros que limpian el microvertedero que han formado ahí las mismas gentes que viven por aquí; pero ellos no me dejaron meterme allí. Mi mamá echa la basura en una palangana vieja y el carretillero, que ese si no falla en pasar, se la lleva todos los días.
«Tírenle una foto para que salga en el periódico, a ver si cogen vergüenza», sugiere y se sienta junto a Martín Samón, otro niñito de la vecindad que durante la pesquisa de los trabajadores de la Salud fue detectado como uno de los numerosos casos febriles de la zona.
Mientras charlamos con los niños, los de Comunales —al pie del basural— se aferran a no se sabe cuántos inventados e inadecuados implementos para intentar dejar el sitio saneado, a punta de palo y machete, aunque sepan que esos que llaman «la gente» pronto volverán a inundarlo de basura.
Y a esa triste realidad se enfrentan los de Comunales diariamente. Sin ningún apoyo de los vecinos, que hacen de la vista gorda o simplemente no asumen que ellos mismos son «la gente», ni de las autoridades encargadas de multar a los infractores.
Por eso son tan verosímiles las palabras de Leonel Creag Carbonel, jefe de Control Antivectorial en el área, cuando clama porque en la lucha contra el mosquito en esas 616 viviendas, donde habitan más de 3 500 personas, los hombres y mujeres de la Campaña no deben quedarse solos con tantos problemas.