Apretó Kaloian. Sí, porque apretó el obturador —y de qué manera— para conmovernos allá en la quintaesencia de la cubanía, con una óptica mundana de nuestra bandera. Si alguien quiere pasear la enseña nacional por los circuitos callejeros, sin altisonancias pero con extremo cariño, puede hacerlo en la muestra fotográfica «Cincuenta veces Cuba», inaugurada este jueves en el Pabellón Cuba de la capital.
Los ojos traviesos del joven reportero y fotógrafo de Juventud Rebelde Kaloian Santos Cabrera, han arriado la bandera tricolor del mástil de la solemnidad, y la han puesto a tremolar en el sudoroso fragor de la vida cotidiana, con luminiscencias, encuadres y sugerencias muy elocuentes.
Acostumbrado a hieráticas visiones del símbolo patrio, uno no puede menos que agradecer esta iconografía que nos devuelve «un rubí, cinco franjas y una estrella» en el misterio del cubano común. Hay una forma de llevar y querer la bandera, que no necesita declamaciones, liturgias ni exaltados actos de fe. Una profunda y silenciosa devoción, que puede estar en el rincón más ignorado de la existencia, y un día estalla en plenitudes.
Aun con toda su versatilidad y ciertas desacralizaciones de «la más bella que existe», esta propuesta visual refleja cuán amoroso respeto profesa el cubano hacia su estandarte nacional: se apropia de él, lo sumerje en su vida con mil representaciones; pero no lo cosifica, ni lo convierte en hedonista señuelo mercantil, ni en logotipo de chovinistas soberbias, como es ya vicio en otras sociedades.
De alguna manera, Kaloian es un abanderado de la humilde bandera cubana: la que, dibujada por el poeta matancero Miguel Teurbe Tolón, en medio de prematuras pujas antiespañolas pero pronorteamericanas, supo guiarse por su buena estrella solitaria para alumbrar el largo sendero de la independencia y la soberanía que nos sostiene hasta hoy.
De llegar hasta aquí, quienes a lo largo de nuestra historia han vertido su sangre por esa bandera, estarían de plácemes constatando cómo ella se ha multiplicado, hasta compartir la vida, a veces hermosa, a veces dura, de cada cubano.
No sé por qué tengo la sospecha de que la estrella solitaria fue el flash que alumbró estas excelentes fotos.