Después de luchar contra los imperios, la batalla ahora sigue siendo por la vida, contra el capitalismo: así podría resumirse el mensaje que el presidente Evo Morales, hablando también a nombre de su pueblo indígena, ofreció en la conferencia magistral Los desafíos actuales de Bolivia, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.
Fue ese el momento medular de un acto que abrió con el otorgamiento al dirigente y luchador boliviano de la placa Aniversario 280 de esa alta casa de estudios, y cerró con la emotiva entrega por Evo a familiares de los Cinco, de reproducciones del sello postal con la imagen de los patriotas cubanos, emitido por la empresa de correos de Bolivia.
Entre ambos sucesos, la intervención del Presidente resultó una interesante clase de historia que llevó al auditorio de la mano desde las primeras luchas indígenas contra la conquista española —con los hermanos Katari caminando desde el norte del depredado Potosí a Buenos Aires, en busca del respeto a sus tierras y a sus derechos— hasta el enfrentamiento a una oligarquía que hoy quiere dividir al país, porque se opone a un proceso encaminado a dar la verdadera liberación a Bolivia.
Una liberación que, como apuntaría el Jefe de Estado después, desde aquellos lejanos años de 1600 y 1700 hasta hoy, pasa por el rescate de los recursos naturales y de la madre tierra.
Gracias a esa primera conquista de su mandato que ha sido la nacionalización de los hidrocarburos, Bolivia recibe hoy 2 000 millones de dólares al año frente a los apenas 300 millones que llegaban a sus arcas cuando fue electo, en el año 2005.
También la inversión está asegurada, afirmó, sorprendido de que «esa madre tierra» siga dando recursos hoy, «después de tantos años de saqueo».
Junto a la lucha contra los imperios vendría después la batalla librada contra el neoliberalismo en los últimos 20 años, encabezada por los movimientos sociales. No fueron en vano las marchas, movilizaciones y bloqueos de caminos librados entonces en defensa de la hoja de coca que Bolivia sigue reivindicando, de los recursos naturales y por la soberanía. Tales actos, estimó, crearon conciencia.
De entonces proviene su formación como líder de los campesinos e indígenas del Trópico cochabambino. Y también la certeza, alcanzada un día por aquellos defensores de la tierra, de que para conquistar sus derechos debían pasar a la lucha política.
Recordó Evo sus primeros temores de aceptar la insistente propuesta de sus compañeros de que se postulara, primero, como alcalde, y luego como presidente, cuando ya había tenido la experiencia de fungir como diputado en el Parlamento.
«En América Latina al político se le ve como corrupto, por eso no quería aceptar». Pero se empezó a organizar el movimiento político nuevo que lo llevó a la presidencia (el Movimiento al Socialismo, MAS), partiendo del movimiento social.
Evo refutó las falsas acusaciones con que, después, han querido desacreditarlos. En los años 60 y 70, recordó, los combativos dirigentes mineros eran acusados de comunistas, aislados y expulsados de Bolivia. En los 80 y 90, los campesinos que defendían la hoja de coca eran tildados de narcotraficantes. Desde el 2001, se les señala como «terroristas».
Denunció también la racista esencia de los oligarcas, que ahora se oponen a la refundación. Cuando él tomó el poder en el año 2006 decían: «Pobre indio, durará unos meses», apuntó. Un año después afirmaban: «Creo que va a durar muchos meses. Hay que sacarlo».
De ahí, y de las victorias electorales ratificadas por su proceso y su Presidencia en las últimas votaciones, incluyendo el referendo ratificatorio, viene el intento de un golpe, muy similar a como ocurrió en Venezuela, comentó. Solo que en Bolivia sería un golpe civil, añadió en alusión a los hechos violentos protagonizados por la separatista Media Luna hace alrededor de un año.
«Ellos, los que quieren dividir a Bolivia, son los peores traidores y quienes atentan contra la Patria».
Como a su llegada a La Habana en la propia mañana del jueves, Evo agradeció la cooperación incondicional de Cuba a su patria, y manifestó sus «muchas ansias» de saber de Fidel, a quien admiraba primero como luchador social, confesó, y ahora como Presidente. «Escuchándolo, siempre aprendo».
Le acompañaron en el Aula Magna el vicepresidente primero de los Consejos de Estado y de Ministros José Ramón Machado Ventura; Miguel Díaz Canel, ministro de Educación Superior, y el canciller Bruno Rodríguez Parrilla, entre otros dirigentes cubanos.
Con el puño izquierdo en alto y la mano derecha sobre el corazón, Evo había entonado el Himno de Bolivia. Sus notas, junto a las del cubano, abrieron el acto.
Ganaron todosTres de los siete goles que dieron la victoria a su equipo los anotó el Presidente de Bolivia, a quien se le vio no solo entusiasmado, sino además, explosivo, rápido en los reflejos y resistente, durante el partido de fútbol amistoso sostenido al mediodía del jueves con una representación de sus jóvenes compatriotas de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM).
En las gradas de la sala Kid Chocolate de Centro Habana, la hinchada de Bolivia aplaudía y agitaba las banderas de las nacionalidades indígenas todo el tiempo: lo mismo si era un joven deportista de la escuela el que anotaba, que si se trataba de uno de los miembros de la delegación que acompañó a Morales en su visita, y con él conformó equipo.
La explicación podría ser la que dio Noemí Cruz, estudiante boliviana del Premédico que lleva tres meses en la Isla. «¡Es que tenemos sentimientos encontrados!...», confesó, presa de la emoción, a la reportera, en un breve instante en que cesó la algarabía.
Posiblemente ninguna fanaticada se haya encontrado en circunstancia más estrecha. No era preciso ni posible escoger entre la escuadra de la escuela y el colectivo donde estaba el Presidente. Por eso la barra boliviana vitoreó siempre.
Antes del primer saque, el Jefe de Estado había recordado a los futuros médicos el compromiso social con su patria, y la convicción de que ellos darán su aporte, una vez graduados, a América Latina.
Luego solo «se vio» el lenguaje afectuoso de los goles. Luciendo el número diez de la casaca verde que le identificaba sencillamente con la inscripción «Evo» —y que después dejaría como obsequio a sus «contrincantes»—, el líder boliviano no encontró tregua frente al bisoño equipo de educandos, que no escatimó esfuerzos, y se esmeró por hacer su mejor desempeño.
Los muchachos terminaron felices, no obstante los escasos dos goles que quedaron apuntados a su favor en la pizarra.
«Se le ve muy bien. ¡Jugó los 40 minutos!» observaron los estudiantes Fidel y Richard, todavía sudorosos, cuando concluido el partido no habían alcanzado aún a despojarse de la camiseta a rayas blancas y azules de la ELAM. Sentado en la gradería, su rector, doctor Juan Carrizo, acompañado de otros miembros del claustro, también había acudido a apoyarles.
Mientras se secaba el copioso sudor, Juan Pablo, estudiante de segundo año, reía, convencido de que «ganamos todos».
«No solo nos llevamos el recuerdo de este partido y los obsequios que nos hizo el Presidente. También ganamos las buenas palabras que él nos dedicó. Y su aliento».