Miriam Nobre. Foto: Roberto Meriño «Cambiar la vida de las mujeres para cambiar el mundo, para cambiar sus vidas».
A primeras luces tal aseveración parecería un trabalenguas casi sin sentido, pero si se lee con detenimiento se puede encontrar la esencia de la solución a las crisis que hoy enfrenta el mundo femenino.
Ese es el lema que define el carácter de la Marcha Mundial de Mujeres, un movimiento que reúne a grupos y organizaciones de 71 países que trabajan de conjunto para eliminar las causas que originan la pobreza y la violencia contra las del mal llamado sexo débil.
«Nosotras luchamos contra todas las formas de desigualdad y discriminación. Nuestras acciones giran en torno a un cambio político, económico y social. Los mismos que se necesitan para globalizar la solidaridad, la igualdad entre mujeres y hombres y entre los pueblos, el respeto y la valoración del liderazgo femenino».
Así define la Marcha Mundial de Mujeres, Miriam Nobre, una joven brasileña, quien actualmente funge como coordinadora de esa organización, y que participó por estos días en La Habana en las sesiones del VII Encuentro Hemisférico de lucha contra los TLC.
—¿Cómo y cuándo surge esta agrupación?
—La Marcha nace en 1998 durante una campaña en contra de la pobreza y la violencia femenina que protagonizaron las mujeres de la ciudad canadiense de Québec en 1995, en la cual estuvieron caminando durante diez días, para exigir que se les reconocieron sus más elementales derechos humanos.
«Pero era muy difícil mantener esas conquistas sin alianzas internacionales y no era posible mantener derechos solo a niveles nacionales y así comenzaron los llamamientos de acción a escala mundial. Tuvimos nuestro primer encuentro en el 1998 y ahí decidimos formar la Marcha Internacional de Mujeres».
—¿A su juicio, tenemos las mujeres la respuesta específica para construir un mundo mejor?
—Existe una tendencia a silenciar la voz de las mujeres, sobre todo las de la base, las más pobres, cuya experiencia y sabiduría no es considerada. No obstante, como ente rector de la familia, las mujeres contamos claramente con otra visión del mundo destinada al conjunto de la humanidad, no solo para cambiar nuestra vida, sino la manera en que el mundo está estructurado.
—¿Cómo defiende su organización valores tan primordiales para la plena existencia como la solidaridad, la justicia y la paz?
—La solidaridad y la paz tienen que ver con la experiencia de la propia Marcha. Para construir un movimiento internacional teníamos que acudir a la solidaridad entre las mujeres, no entendida desde una perspectiva caritativa centrada en la ayuda de los países del Norte a los del Sur, sino viendo a nuestras compañeras como sujetos políticos integrales.
«En cuanto a la paz, desde el principio la Marcha lucha tanto contra la pobreza como contra la violencia sexista, en el hogar, en las relaciones personales y también en las situaciones de conflicto armado. Muchas de ellas que hoy habitan en zonas de guerra se han unido a la Marcha e insisten en destacar la desmilitarización y la paz como un tema importante. Por último, enfocamos la justicia como motor de transformación de las relaciones. No creemos posible hablar de paz sin hacer reparaciones, sin hablar del pasado, sin redistribuir poder, propiedad y bienes materiales».
—¿Qué acciones ha tomado la Marcha para enfrentar la crisis en que está sumida el mundo ante el empeño de los países industrializados de intentar convertir los alimentos en combustibles?
—Fue muy interesante este proceso. En nuestra Marcha participan mujeres del campo porque también trabajamos de conjunto con la organización Vía Campesina. Al inicio se mostraron esperanzadas con la idea de que sus pequeñas comunidades pudieran ser autónomas en la producción de su propio combustible. Hay que tener en cuenta que, por ejemplo en el propio Brasil, hay muchas zonas desoladas a las que no les llega la electricidad. Y el hecho de tener el combustible necesario para abastecerse era tentador.
«Pero las campesinas vieron la situación desde otra perspectiva cuando los hombres comenzaron a desestimar sus producciones porque creían que solo tenía valor lo que se podía vender en el mercado y no reconocían aquello que plantaban las mujeres en el patio de sus casas y huertos.
«Era algo así como la contaminación de la verdadera producción. Así comenzaron a ocupar todo el espacio que tenían para producir sin dejar para las mujeres y sus experimentaciones. Ellas comenzaron a sentirse cercadas y vieron que con este tema de los agrocombustibles la situación empeoraría aun más.
«Ahí entramos en acción nosotros y comenzamos a realizar talleres conjuntos de las mujeres de la Marcha y la Vía, donde les explicábamos lo perjudicial de la expansión de este programa que, de hecho, el único objetivo que persigue es la súperproducción y aumentar los ingresos por las exportaciones de esos cultivos a los países industrializados, y que tiene entre sus consecuencias, el monocultivo».
—¿Cuáles serán las próximas acciones de la Marcha?
—Tenemos un plan de trabajo que abarca el trienio 2007-2010 que organizamos en cuatro campos de acción: la violencia hacia las mujeres como control de su cuerpo y de su vida; la desmilitarización; el bien común y soberanía alimentaria, y el trabajo de las mujeres. En octubre de este año tendrá lugar el encuentro internacional de la Marcha en la ciudad española de Galicia, y allí mismo queremos aprovechar para realizar alguna acción sobre problemática ambiental cuando esté próximo ese momento.
«Y desde ya estamos preparando acciones internacionales importantes que abarcarán hasta 2010. No obstante, por el camino pueden surgir algunas otras tareas, encuentros o reuniones como esta a la que asistimos en La Habana, que contarán seguro con nuestra presencia».