La nueva arquitectura financiera en América Latina, la connotación estratégica de los Tratados de Libre Comercio (TLC) y las experiencias de la economía social en nuestro continente centraron la atención, este miércoles, de los delegados al X Encuentro sobre Globalización y Desarrollo, que comenzó el pasado lunes en el Palacio de las Convenciones de La Habana y que concluirá mañana viernes.
Al actual sistema monetario internacional, sometido a críticas por no pocos de los presentes por su injusto fomento de la brecha entre los países pobres y ricos, le salieron alternativas, que no solo constituyan un instrumento generador de riquezas, sino que tenga como objeto principal el desarrollo humano.
Uno de los principales ponentes en el panel que analizó nuevos modelos financieros lo fue Pedro Páez Pérez, ministro coordinador de Política Económica del Ecuador, quien en su estudio El Bloque Dólar y la Nueva Arquitectura Financiera Regional hizo la propuesta de su país de un proceso de integración que, dijo, pasa por tres componentes básicos: banca de desarrollo, banca central regional y esquema monetario común.
Concretamente, la entidad de desarrollo alternativo sería el Banco del Sur, recién creado en diciembre pasado con un capital de 7 000 millones de dólares por Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Uruguay.
Con ello se va a la búsqueda de una operatividad eficaz y técnica orientada a un desarrollo no neoliberal y a la construcción de nuevas relaciones entre los Estados, las empresas y las economías populares.
El otro referente central sería la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y al respecto abogó por la profundización de vínculos, de lazos, de integración comercial, financiera y monetaria de nuestra región.
Insertado en este contexto de análisis, el abordaje de la connotación que para la América Latina han tenido los TLC, fue un segmento esencial en la jornada.
Cuando la peruana Ariela Ruiz Caro, consultora de CEPAL (Comisión Económica para America Latina), expuso la experiencia de los países andinos y en especial del Perú, se vieron claramente los móviles de Estados Unidos para favorecer políticas que abran las puertas y fortalezcan la presencia de las corporaciones transnacionales y maximicen las oportunidades de lucrativos negocios para las empresas estadounidenses.
Un rosario de efectos negativos detallaban el caso peruano, que pueden ser perfectamente generalizados —entre otros, el aumento de la brecha de conocimientos, la estandarización de los valores y los paradigmas políticos, el reemplazo de las escuelas públicas por centros privados, la poca generación de empleos, la escasa transferencia tecnológica, el aumento de las desigualdades en el acceso a la salud y en la distribución de la renta agrícola...
México, con su vasta experiencia de daños, trajo en el estudio del profesor Alberto Arroyo, de la UAM-Iztapalapa, una interesante presentación de etapas de la consolidación neoliberal, con génesis en los ajustes estructurales impuestos por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional; el TLCAN o los TLC como constitucionalización del neoliberalismo y seguro contra los cambios políticos; y otro nuevo proceso que tiene a su país como conejillo de indias: la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América, a la que vaticinó igual fracaso.
ASPAN, afirmó, es una integración económica subordinada y la seguridad para lograr qué los gobiernos nacionales controlen los movimientos sociales. Una fórmula la define: ASPAN es igual a un TLC Plus más Armas.
El problema para los pueblos de este continente no es si nos integramos o no, sino a qué paradigma nos integramos; evidentemente ni el fracasado ALCA, ni los TLC que dispersaron o multiplicaron el ataque neoliberal del imperio, ni el amenazante ASPAN constituyen el camino. Así se va constatando en este evento.