Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Exitoso programa de control y prevención en Cuba

La atención materno-infantil permitió disminuir la transmisión del virus por infección del niño durante el embarazo, el parto y la lactancia

Autor:

Dora Pérez Sáez

Laura Pérez, su esposo Lázaro Calzado y la pequeña Dalila, durante una charla acerca de las enfermedades de transmisión sexual en el proyecto comunitario Pandora en busca de la esperanza, que desarrollan en La Habana. Foto: Cortesía de la entrevistada Tener un hijo sano es el mayor deseo de toda madre. El embarazo, etapa hermosa y difícil a la vez, es época de caprichos concedidos, mimos y cuidados, pero también de privaciones, dietas y hasta reposo, todo en pos de un alumbramiento feliz y un bebé sano.

Pero si esa futura mamá es VIH positiva, sobrevienen el temor y la preocupación. Así le sucedió a Laura Pérez, de 41 años y residente en La Habana, quien desde 1999 fue diagnosticada como seropositiva, debido a una relación desprotegida con su actual esposo, quien a su vez se contagió de una unión anterior.

«Estando ingresados en el Sanatorio de Los Cocos salí en estado. Los médicos me hablaron de los riesgos, y también de que había posibilidades de que fuera un bebé sano. Quise tenerlo.

«Hice todo el tratamiento. Tenía programada la cesárea para el 29 de noviembre de 2000, aunque tuvo que ser el 1ro. de diciembre. No quería que fuese ese día, pero todo salió bien. La niña nació y enseguida la vi. No necesitó incubadora. Solo el cuidado especial por ser hija de madre seropositiva. Lo más difícil fue renunciar a lactarla; eso me puso triste.

«Empezaron a tratarla en el IPK. Le hicieron muchas pruebas, hasta que a los dos años y medio me dijeron que estaba sana. Tenía mucha fe de que sería así, porque estaba consciente de que todo lo había hecho bien.

«Se llama Dalila y nunca se ha enfermado. Ella sabe de nuestra dolencia, porque su papá y yo trabajamos como promotores de salud, dando charlas acerca de la prevención de enfermedades de transmisión sexual, y no le ocultamos nada. Es una niña feliz. Y nosotros estamos orgullosos».

Programa De Control

En 1985, al detectarse los primeros casos de VIH en Cuba, se puso en marcha el Programa de Control y Prevención del VIH/sida, con un componente de atención materno-infantil cuyo fin fue disminuir la transmisión vertical: infección del niño durante el embarazo, el parto o el amamantamiento.

En el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), conocido mundialmente por su labor en el estudio, control, prevención y eliminación de las enfermedades transmisibles, la Doctora en Ciencias e Investigadora Titular Ida Gutiérrez Núñez atiende a los hijos de madres seropositivas al VIH y niños con sida.

«La primera medida que nuestro país tomó para evitar la transmisión vertical —explica— fue la suspensión de la lactancia materna a esos niños, porque el virus está presente en esa leche.

«Según se supo, más de la enfermedad se agregaron otras normas. En 1989 se determinó hacerles cesárea a todas las seropositivas, para que el bebé no pase por el canal del parto y evitar el contacto con las secreciones vaginales de la madre, una de las mayores fuentes de infección.

«Un niño, hijo de una madre VIH positiva, que viene al mundo mediante un parto natural, tiene de un 30 a un 33 por ciento de riesgo de contagiarse, porque en un trabajo de parto hay microtransfusiones de sangre de la placenta al bebé, y por las mismas contracciones ellas van de la vagina hacia el líquido amniótico y de ahí a la membrana fetal».

—¿Qué otras medidas se toman con estas embarazadas?

—En 1997 se determinó darles AZT, un antiviral, a partir de las 14 semanas hasta el parto. Este medicamento suprime la replicación viral (el virus hace copias de sí mismo), mejora la inmunidad de la paciente y evita la progresión de la enfermedad. En los primeros meses del embarazo está contraindicado, pues en esa etapa se está formando el feto, y no se ha estudiado si ese fármaco puede producir malformaciones congénitas.

«En 2001 se decidió que aquellas gestantes seropositivas que tuvieran células CD4 (miden las defensas del organismo) en un número inferior a 350 células por milímetro cúbico, y una carga viral mayor de mil copias por mililitro, debían recibir triterapia, o sea, una combinación de tres medicamentos antirretrovirales.

«Un año después se determinó hacerles a todas las embarazadas un segundo examen serológico para detectar el VIH. Antes se hacía uno solo en el primer trimestre del embarazo. ¿Por qué dos? Porque podía pasar que la primera serología diera negativo, estando el virus en período de ventana. O sea, era un falso negativo. Ahora hacemos dos pruebas, en el primer y el tercer trimestre del embarazo.

«Desde 2005, durante las tres últimas horas antes de la cesárea, la gestante VIH positiva recibe AZT endovenosa».

—¿Con qué tiempo de gestación se realiza la cesárea?

—A las 38 semanas, para que la mujer no entre ni siquiera en trabajo de parto. Se denomina cesárea programada.

—¿Dan a luz en algún hospital específico?

—En cada provincia hay destinado un centro para la operación de estas pacientes. Allí cuentan con un salón con las condiciones sanitarias y con las medidas de protección del personal médico que realiza la intervención.

Los niños de Ida

Ida Gutiérrez ama a los niños. No por gusto escogió la especialidad de pediatría. Y tampoco por azar está al frente de esta actividad desde su surgimiento. Posee un álbum con fotos de todos los hijos de madres VIH positivas del país, y conoce una por una sus historias.

Según esta especialista, la transmisión vertical es la principal forma de infección por VIH en los niños. Aunque también puede suceder por una transfusión de sangre, se estima que el 90 por ciento de los menores contagiados en países desarrollados y prácticamente el ciento por ciento de los subdesarrollados, lo son por vía materna.

De ahí la importancia del diagnóstico precoz de la embarazada VIH positiva y la administración de antivirales en la etapa prenatal para disminuir la transmisión.

«Desde 1997 —relata Ida— cuando en Cuba se dispuso dar AZT a las gestantes infectadas y al recién nacido, empezó a disminuir la cifra de niños infectados. Entre las seis y las ocho horas de nacido el bebé recibe la primera dosis de AZT en jarabe, y se mantiene cada seis horas hasta cumplir seis semanas de vida.

«Todos los niños del país se chequean en el IPK. Durante los dos primeros años para fijar si están infectados o no. Luego seguimos estudiando para observar su comportamiento escolar. Es que a veces, aunque sean sanos, no cuentan con un entorno familiar favorable. Por eso los tratamos de conjunto con una psicóloga y una psiquiatra.

«Ellas también los ayudan a enfrentar su enfermedad. Si son VIH positivos que han desarrollado el sida y reciben tratamiento con antirretrovirales, preguntan: “¿Por qué tengo que tomar tantos jarabes y pastillas?”. Y decimos: “Porque estás malito, para que te pongas bien”.

«Claro, ellos no saben de la enfermedad hasta que se dan cuenta por sí mismos. En el momento idóneo se les comunica que portan el VIH, y comienzan a aprender a vivir con él.

«La atención es diferenciada. Tengo un caso de seis años que dice: “Sí, ya sé que tengo que tomar la medicina porque tengo sida, igual que mi mamá”. Pero hay otros que al conocer su condición se deprimen».

—¿Cuándo se sabe fielmente si el niño está infectado o no?

—En la etapa de lactante. A los 15 días de nacido se le realiza la técnica de reacción en cadena de la polimerasa, conocida como PCR.

«Es una prueba sencilla que se hace en Cuba desde 2004. Se extrae la sangre del bebé mediante una punción en el talón y se recoge en papel secante especial, lo cual permite hacer un diagnóstico lo más temprano posible.

«Si esa prueba da negativa, se le realizan otras a los tres, seis, nueve, 12, 18 y 24 meses de edad, y hasta los 36 meses a aquellos que no han ido a consulta por diversas causas. Entre ellas están los Western-blot, que miden anticuerpos, y que en los primeros meses de vida del niño siempre dan positivos, porque son los anticuerpos de la mamá que pasaron a él a través de la placenta.

«Pero si el niño no fue contagiado, ya entre los 18 y 24 meses de edad esos exámenes dan negativos. En ese tiempo, cuando tiene dos PCR y dos Western-blot negativos, se confirma que no fue infectado por el VIH, y se le da un certificado para su ingreso en el círculo infantil».

—¿Qué sucede si la primera prueba da positivo?

—Si el examen hecho al bebé a los 15 días de nacido es positivo, se le repite en sangre total. Si da igual resultado, se confirma como niño infectado por el VIH independientemente de su estado clínico e inmunológico y comienza un tratamiento antirretroviral.

—¿Por qué siempre debe recibir ese tratamiento?

—Porque su organismo está en pleno desarrollo inmunológico. Él no posee defensas, como una persona mayor. El VIH ataca las células CD4 y las usa para replicarse. Las que son contaminadas mueren, el sistema inmunológico se debilita y las infecciones no hallan resistencia.

«Es lo que se conoce como enfermedades oportunistas, que en el niño son primoinfecciones, mientras que en el adulto son reinfecciones, porque en este infectan un cuerpo que ya es inmunocompetente, y se puede defender contra ellas.

«Por eso, un niño diagnosticado como VIH positivo en etapa de lactante, aunque no tenga síntomas clínicos asociados con el virus, debe recibir tratamiento antirretroviral. Así se reduce su carga viral, menos células CD4 se infectan y su sistema inmunológico se fortalece».

—¿Cuál es la conducta a seguir en niños mayores de un año?

—Se establece su estatus nutricional, inmunológico y clínico. Si el conteo de células CD4 es de un 15 por ciento o más, y no ha mostrado síntomas clínicos o enfermedades oportunistas, se sigue chequeando cada tres meses, pues aún no tiene criterio de tratamiento antirretroviral.

«Si no es así, recibe el tratamiento que procede».

—¿Cómo influye el estado de la madre en la transmisión del virus a su hijo?

—Influye mucho cuando hace la seroconversión, que no es más que el momento en que los anticuerpos del virus se detectan en la sangre, y por ende la carga viral es altísima. Si la madre hace la seroconversión en el embarazo, tiene más probabilidades de transmitir el VIH al niño que si la hizo antes. También es importante su estado inmunológico.

—¿Consideran esos parámetros para prevenir la transmisión vertical en mujeres VIH positivas que desean ser madres?

—Así es. Puedo hablar de la primera niña infectada en Cuba. Ella quiso tener un hijo y le dije: «Espérate, yo te aviso». Empecé a chequearla y cuando su carga viral en sangre era indetectable y el nivel de células CD4 era de 800 por milímetro cúbico, le avisé que ya podía concebir. Hoy su niño de tres años es sano.

Hijos de madres seropositivas en Cuba

Hasta el 25 de septiembre de 2007 han dado a luz 268 mujeres, y han venido al mundo 288 niños, porque 16 de ellas han parido dos veces y cuatro han tenido gemelos.

Existen 30 niños VIH positivos por esta vía. De ellos, dos son asintomáticos. De los restantes 28, diez han fallecido por esta causa y los otros 18 se mantienen con tratamiento antirretroviral de gran actividad (TARGA).

Hay 197 diagnosticados como no infectados o sanos, y 59 que aún están en estudio, porque no han cumplido los dos años.

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