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Crece colaboración cubana en Venezuela

Durante el último año los médicos cubanos realizaron más de cien mil operaciones de la vista como parte de la Operación Milagro

Autor:

Juventud Rebelde

Foto: Alberto Borrego CARACAS.— Salud para el Comandante... Que la Revolución no se detenga... Que Cuba se siga desarrollando... Que el imperialismo no ponga sus garras sobre Venezuela... Que los nuevos gobiernos de América Latina no les fallen a sus pueblos... Que la integración deje de ser un sueño... Paz para la Humanidad... Menos pobreza... Más esperanza...

Así lo desearon miles de cubanos que pasaron las horas finales de 2006 a muchos kilómetros de sus familias, y que esperan del 2007 un año próspero.

Llegaron a este país sudamericano para practicar la solidaridad, y permanecen aquí porque se saben útiles, y porque es su contribución para construir ese mundo mejor y posible.

Para Ivett González significa la oportunidad que siempre le envidió a sus padres: participar en la Campaña de Alfabetización. Para Carlos «El Chorro» Torres, ocho años capitán del equipo Pinar del Río de fútbol, es la manera de llenar el vacío que le dejó su retiro de las canchas.

Una de las virtudes de medir el tiempo es que nos permite la ilusión de que algo comienza y algo termina cada diciembre. Viéndolo así, al 2006 habría que recordarlo por las primeras 102 607 operaciones de la vista realizadas en Venezuela, como parte de la Misión Milagro; y también por la consolidación de una amplia red de centros especializados de salud, considerada la segunda fase del programa Barrio Adentro.

Los logros de la colaboración cubana este año, en números, podrían resumirse en el ingreso a la enseñanza superior de 320 330 excluidos, la graduación de 418 170 bachilleres y 327 816 alumnos de sexto grado.

Además, en la inauguración de 13 hospitales oftalmológicos, más de 280 centros de diagnóstico integral, 11 de alta tecnología, 363 salas de rehabilitación; y por haberse salvado en todo el sistema 38 600 vidas.

Con nombres y apellidos, habría que mencionar a Bernabé Quintero, quizá el ex guerrillero más viejo del mundo, que aprendió a leer y escribir a los 102 años; y a Joglis Parra, un discapacitado condenado por la IV República a morir en la ignorancia, que hoy está a punto de terminar el preuniversitario.

En La Dolorita, un barrio repleto de casitas prendidas de los cerros, donde viven 100 000 personas, Carlos Ayovi, inválido desde hacía dos años, le agradece al doctor Héctor Labrada el haber recuperado sus facultades.

En Amazonas, donde las negras aguas del río Atabapo y las marronas del Guainía corren juntas, pero sin mezclarse, hasta desembocar en el Orinoco, Diasnely y Leandris, profesores de Cultura Física, han conseguido que vuelva a caminar Hassan Abul, el sirio octogenario que arribó hace mucho a ese lugar, donde tuvo 58 hijos.

Cada rincón de Venezuela posee hoy un médico cubano, un maestro, un profesor de Educación Física. Cuenta la voz popular que nuestros colaboradores han llegado a donde ni siquiera lo habían hecho los quioscos de la cerveza Polar.

La Coordinación educativa intentó demostrárselo a la prensa en Humocaro Alto, a las puertas de los Andes, pero el jeep de doble tracción no soportó el ascenso, a más de 2 000 metros sobre el nivel del mar. De haber llegado —aseguraron— habríamos visto un aula de la Misión Robinson en plena clase.

Engañar a la nostalgia es lo más difícil por estos días. Todos coinciden en que ni las brigadas artísticas que vienen desde la Isla, ni las actividades que se organizan en los estados, lo logran completamente; y que a pesar de la música y las luces navideñas, es imposible no pensar en Cuba distante.

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