Se conoce muy poco que en 1899 tres médicos cubanos estudiaron exhaustivamente el cráneo de Antonio Maceo. Fue una iniciativa de los miembros del comité encargado de la ceremonia de exhumación de sus restos, antes de darles definitiva sepultura. Estudiaron la capacidad craneana, el posible tamaño de su cerebro y descubrieron cosas sumamente interesantes acerca del más bravo de los mambises cubanos.
Los médicos fueron los doctores J. L. Montalvo, Carlos de la Torre y de la Huerta, y Luis Montané Dardé. Los tres galenos —iniciadores de la Antropología en Cuba— demostraron, además, que a José Martí le asistía toda la razón cuando consideró que el Titán de Bronce tenía tanta fuerza en el brazo como en la mente. Eso mismo, a su manera, lo había confesado el mismo Maceo a su esposa María Cabrales, al decirle en una carta: «Yo tengo el valor de lo que pienso».
Martí, en una misiva dirigida al General Antonio, el 20 de febrero de 1894 (página 53, tomo IV del Epistolario de Luis García Pascual) le expresaba: «Usted es para mí —y lo digo a boca llena y a pluma continua— uno de los hombres más enteros y pujantes, más lúcidos y útiles a Cuba...».
En una histórica semblanza, solo comparada a la que escribió poco antes sobre el General Máximo Gómez, Martí trazó un magnífico retrato del Lugarteniente General del Ejército Libertador de Cuba y expuso: «Firme es su pensamiento y armonioso como las líneas de su cráneo».
CAPACIDAD CRANEANAEs indispensable mencionar algunos términos técnicos en torno al estudio realizado hace 112 años por aquellos médicos.
Hecha la determinación de la capacidad craneana del gran cubano, arrojó 1 580 centímetros cúbicos. Se empleó para ello el método del célebre cirujano francés Paul Pierre Broca (1824-1880), poligenista (que admite variedad de orígenes en la especie humana, en contraposición al monogenismo) y fundador en Francia de la Escuela Antropológica.
Esto fue considerado un suceso de primer orden, porque Broca dejó fijado en su época que tal prueba decía más sobre esa capacidad que el peso del mismo cerebro.
El doctor Manouvrien, otro especialista famoso, comparó el peso conocido del encéfalo de más de 50 individuos, con la capacidad de sus bóvedas craneanas (por el citado proceder de Broca) y dedujo una valiosa fórmula muy útil y práctica para saber el peso de un cerebro por la capacidad de su cráneo portador.
Teniendo en cuenta esto, se llegó a la conclusión de que el encéfalo de Maceo pesaría probablemente 1 374 gramos y esa cifra debía ser considerada casi exacta, porque si se remitían a la deducción del peso cerebral por la talla de la persona, en el caso del Titán de Bronce la cifra era de 1 379 gramos, solo cinco de diferencia con aquel cálculo.
SU FUNCIÓN PENSANTESe ha dicho que el desarrollo intelectual del hombre es directamente proporcional al de su cerebro, específicamente al de la porción anterior, donde radican los centros que rigen las funciones psíquicas más elevadas, como el pensamiento, por ejemplo, mientras que en la posterior residen la parte «animal», por calificarlo de un modo más gráfico.
Dividido el cráneo de Maceo en dos semicircunferencias, se comprobó un desarrollo impresionante de la parte anterior en relación con la posterior.
Otro hallazgo importante fue la comprobación de que sus suturas craneales permanecían insólitamente abiertas, no obstante su edad, en franco crecimiento favorable desde el punto de vista intelectual.
En otras palabras: se ha afirmado que tales suturas permanecen en ese estado potencial de evolución cuando el cerebro aún es capaz de crecer ligeramente, y los lóbulos frontales están aptos para ejercitar mucho más sus funciones intelectuales.
Este hecho entonces revelaba en Maceo algo sorprendente. La situación de esas suturas correspondían a un hombre de 38 ó 40 años y él contaba al morir exactamente 51 años, cuatro meses y 25 días, pues nació el 14 de junio de 1845 y murió en combate el 7 de diciembre de 1896.
Era, en rigor, una contradicción con respecto a los signos de la edad deducida del estado de esas suturas.
Por el análisis antropométrico realizado (medición de los huesos) se llegó a la conclusión de que Maceo, mestizo, muy cercano a los dos metros de estatura, tenía en porción craneal occipital una anomalía de carácter óseo denominada epactal, incal o hueso del Inca —presente solo en cráneos de personas excepcionales.
De ahí se infería que tenían razón Martí y todos los compañeros de lucha que descubrieron en él esas virtudes, como lo hizo su Jefe de Estado Mayor, el español José Miró Argenter, que dijo en su famoso libro Crónicas de la Guerra: «Sobresalió porque era superior en valentía y en saber a los demás soldados de su época».
LOS ANTROPÓLOGOS CUBANOSCarlos de la Torre y de la Huerta Luis Montané Dardé Los tres médicos cubanos que participaron en el análisis del cráneo de Maceo, sobresalieron en la Antropología.
Luis Montané Dardé (1849-1936) regresó a la Patria en 1874, procedente de Francia. Inició aquí los estudios antropológicos y ayudó a fundar la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba, el 7 de octubre de 1877, a pocos años de diferencia con la francesa, creada en París en 1859 por el cirujano Paul Pierre Broca; la de Londres, en 1863; y la de España, en 1865.
Él impulsó el interés real por los temas antropológicos, pues envió desde París su Tesis de Grado a la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, fundada en 1861. Ingresó a la Academia el 12 de diciembre de 1875. Su disertación la presentó en 1877 con el título: «Del cráneo, del cerebro y de sus relaciones con la inteligencia».
En esa ocasión Montané comentó las ideas de Broca en el sentido de que el tamaño de la caja craneana estaba positivamente correlacionado con el grado de inteligencia de cada individuo.
Carlos de la Torre y de la Huerta (1858-1950), ingresó a la Academia de Ciencias como académico de número, el 19 de marzo de 1889 y se desempeñó como conservador de esa institución hasta dos años antes del análisis del cerebro del Titán de Bronce.
Cuando en 1899 tuvo el cráneo del General Antonio entre sus manos, dijo algo curioso: «Si no fuera una consideración de poco rigor científico, yo diría, de todo corazón, que este es un cráneo de unas líneas realmente muy bellas».
Tanto Carlos de la Torre como Luis Montané estudiaron y practicaron la Antropología física y forense —es decir, la biológica— y faltaba aún mucho tiempo para que se desarrollara en nuestro medio la antropología médica.
El doctor J. L. Montalvo (1843-1901), antes de participar en el estudio del cráneo del insigne mambí, preconizó ideas racistas. El doctor Agustín W. Reyes, al referirse a las opiniones de Montalvo, dijo que ignoraba la poligamia y que acusaba a las esclavas negras de prostitución.
José Antonio de Armas, conocido etnólogo, planteó que el cruzamiento entre razas «no ocasiona los males que algunos han supuesto; por el contrario, aseguró, los pueblos que la historia nos da a conocer como grandes, cuyo poder se ha extendido más, son los más mezclados, en abierta oposición a las ideas de Montalvo.
Después de la abolición de la esclavitud, en 1886, dejaron de oírse en la Sociedad Antropológica las discusiones racistas de algunos médicos como Montalvo. Y cuando se terminó el análisis del cráneo y del cerebro de Maceo, ese mismo galeno (como los otros dos colegas) llegó a la conclusión de que, en efecto, Antonio Maceo era un hombre de inteligencia superior.
Fuentes:Revista de Medicina y Cirugía, La Habana, 1899.
Los médicos y los inicios de la Antropología en Cuba, Enrique Beldarraín Chaple, Fundación Fernando Ortiz, 2006.
Investigación de 1993 de los doctores Rogelio y Roberto Álvarez Sintes, Rogelio Álvarez Castro y Santiago Cárdenas García.