Fotos: Jorge García Alonso
El Centro Histórico de la capital cuenta con numerosas construcciones que han marcado hitos en el devenir arquitectónico de la nación, y puede decirse con toda certeza que el edificio que ocupará, el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana muy cerca de la Plaza de Armas, está destinado a prevalecer y engrosar la lista de esos magníficos exponentes criollos de todos los tiempos.
El ingenio y perseverancia de Linares al frente de un equipo de inversiones del Consejo de Estado, posibilitó la restauración de incontables obras de carácter patrimonial y museístico, entre las que sobresalen: la organización interior y trabajo de museografía en el Memorial José Martí, el Museo Nacional de Bellas Artes y el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, donde actuó como proyectista general. Pocas horas antes de su inauguración oficial, su proyectista general, el arquitecto José Ramón Linares Ferrera, compartió con JR sus experiencias al frente de este singular proyecto, que acoge una facultad adscripta a la Universidad de La Habana, además de otros espacios de interés para investigadores y público en general.
Maqueta del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana. (Cortesía de la Revista Opus Habana) «En 1999, como interés del Estado cubano, surge la iniciativa de situar un nuevo edificio que rememorara a la primigenia universidad cuya sede fue el Convento de San Juan de Letrán en La Habana Vieja, en la manzana delimitada por las calles Mercaderes, San Ignacio, Obispo y O’Reilly.
«Al terminarse Bellas Artes en julio de 2001, se comenzó el estudio de factibilidad. La ejecución se inició en el 2004 y durante los primeros ocho o nueve meses se procedió a la demolición de lo que había. La torre fue lo primero que se empezó a levantar».
En el 2005 el Historiador de la Ciudad propone la creación allí del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana. A inicios de este año 2006 el Ministerio de Educación Superior aprueba la propuesta del doctor Eusebio Leal. Comienza entonces a resurgir el antiguo templo académico.
SAN GERÓNIMO POR DENTROLa entrada principal del inmueble —más vistosa— por la calle Mercaderes. Se distingue en primer plano, la fuente. La parte de la calle San Ignacio con escalera independiente, tendrá galerías para exposiciones de arte, y en la intersección con O’Reilly se instalarán dos cinematógrafos. También se decidió trasladar hacia allá la fototeca, archivo y biblioteca de la Oficina del Historiador de la Ciudad, la emisora Habana Radio y la sede de la Academia Cubana de la Lengua.
«Todo esto —explica Linares— obligó a un reforzamiento de la estructura con una tecnología llamada fibra de carbono, que consiste en soldarle carbono al acero de la estructura para que aumente su resistencia a la carga».
Eusebio Leal ha sugerido colocar un observatorio astronómico en la azotea, con un telescopio para observar astros y sistemas solares.
El patio interior del edificio con los laureles y el brocal. Otro sitio que muestra un nuevo rostro es la entrada principal de la antigua Iglesia de Santo Domingo y Convento de San Juan de Letrán. «Aquel pórtico típicamente barroco de 1777 —prosigue el arquitecto— atribuido al maestro Ignacio José de Balboa, sobrevivió bastante tiempo pero finalmente fue destruido. Ahora se reprodujo casi exactamente utilizando una piedra del estado de Morelia (en Michoacán, México), en cuyas canteras se labró a mano, se trajeron las piezas y se armaron, de manera conjunta con dos especialistas michoacanos y algunos miembros de la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos, de la Oficina del Historiador.
«Asimismo, se copió la puerta de cedro primitiva, y los clavos de bronce fueron encargados al escultor Antonio Grediaga, un español radicado en La Habana.
«Para el muro de Mercaderes y la torre se usaron 3 000 metros cuadrados de piedra de capellanía, extraída de la misma cantera que abasteció la construcción del Capitolio de La Habana, y que llevaba muchos años sin explotarse, en la zona oeste de la capital, en su límite con Pinar del Río. El procesamiento tuvo lugar en un taller del mármol en el Mariel».
Incrustada en la pared, una tarja de mármol de Carrara de dos toneladas de peso —obsequio del Vaticano—, rememora los orígenes de la primera universidad hasta el emplazamiento del nuevo colegio. Frente a la entrada de Mercaderes se creó una plaza adoquinada con una fuente.
TRAS LOS MUROS DE LA PRIMOGÉNITAInmediatamente después de rebasar la puerta de madera, se llega a un recibidor o vestíbulo con un cuadro del Apóstol y la escultura de Minerva, diosa de la sabiduría.
El paraninfo o Aula Magna, donde se observa el escudo de la Universidad de La Habana. «El espacio que otrora ocupaba la nave principal de la Iglesia de Santo Domingo fue remodelado convenientemente para acoger el paraninfo o Aula Magna con capacidad para 130 personas, donde se celebrarán todas las ceremonias solemnes.
«Su diseño recuerda los alfarjes de los antiguos techos, y en el escenario donde pudo estar el altar dominico —que provoca una sensación espacial por su cúpula—, llama la atención una reproducción en piedra, suspendida, del escudo de la Universidad de La Habana.
«Como dependencia auxiliar, con entrada independiente por la calle Obispo, se construyó un salón de recibo para las personalidades relevantes que visitarán el Aula Magna. Sobre la calle O’Reilly se levantó la torre del convento en fidedigna imitación de la original, pero armada con una poderosa estructura de acero y aluminio revestida con piedra de capellanía y cúpula enchapada con pastillas de cerámica.
Una de las salas dedicadas a perpetuar, en la memoria colectiva, los orígenes de la primigenia universidad. «La campana de bronce original que tiene labrado el escudo de los dominicos, fue repuesta en su sitio, acompañada de otras dos del siglo XVIII que estuvieron vinculadas a esa Orden. La torre, a la que se accederá por una escalera de acero, será al mismo tiempo campanario y mirador, y está rematada por la Cruz de Calatrava, símbolo de los dominicos, de hierro fundido similar a la auténtica».
LA HISTORIA VIVA AL ALCANCE DE TODOSNo obstante su concepción como sede académica, el moderno edificio no excluye la posibilidad de mostrar las raíces y el decursar de épocas pasadas, así que cuenta con un espacio reservado como museo, donde se exponen valiosos objetos relacionados con las distintas etapas del centro de altos estudios.
El área de la muestra permanente se divide en tres secciones o salas: la primera, dedicada a la significación de la Orden de los Dominicos en Cuba y la construcción del convento. Se colocará una maqueta de cómo era, apoyándose en los planos existentes. En el entresuelo hay un vestíbulo que conecta las dos salas restantes y tiene el único acceso a la torre.
La segunda sala comprende el período desde la fundación de la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana, hasta su secularización en 1842, cuando los dominicos dejan de controlarla y pasa a ser la Real y Literaria Universidad de La Habana. La última sala abarca desde la segunda mitad del siglo XIX hasta 1902 en que la universidad se traslada a su ubicación actual en la antigua Colina de la Pirotecnia.
EL PATIO DE LOS LAURELESDe los 5 000 metros cuadrados que ocupa el inmueble, 1 200 fueron consagrados al patio claustral donde se colocó el brocal del antiguo pozo del convento.
«Este se trajo hace muy poco de la casona de Lily Hidalgo de Conill, en Paseo entre 11 y 13 en el Vedado. Se verificó su autenticidad y se le incorporó el arco de hierro que había perdido.
«En el patio se plantaron tres laureles, evocando la tradición existente de sembrar dichos árboles. Para ello hubo que hacer unos prismas subterráneos (especie de grandes macetones), y buscar la salida del manto freático pues debajo están los parqueos soterrados del edificio.
«Antiguamente se accedía a la zona de parqueo por una rampa en la calle Mercaderes. Ahora se fabricó la entrada por O’Reilly con seis niveles de estacionamiento mediante un sistema de rampas y capacidad para cerca de cien vehículos».
La infraestructura técnica —planta eléctrica, cisternas y cablería para la comunicación interna— está concentrada en O’Reilly casi llegando a San Ignacio, «la parte menos bella arquitectónicamente», al decir de este prestigioso profesional.
APERTURA DE UNA FACULTADVista del edificio desde la calle O’Reilly. Todo está listo para que el próximo curso escolar el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana abra sus puertas como centro formador de nuevos expertos, con una amplia gama de materias aunadas en una sola carrera que se llamará Preservación y gestión del patrimonio histórico cultural. Esta sede estará adscripta a la Colina y subordinada al Ministerio de Educación Superior.
Prevista con una duración de cinco años, la nueva carrera dedicará los primeros dos o tres cursos a la instrucción básica y después el estudiante puede elegir su especialización en diversas ramas como la Arqueología, las Ciencias museísticas, la Gestión cultural, la Gestión urbana y la Restauración inmueble. Como asignaturas complementarias y opcionales se impartirá Latín y algunas lenguas indígenas (quechua, guaraní y aymará, entre otras).
Ante la interrogante de si el edificio podrá satisfacer las demandas de varias dependencias de la Oficina del Historiador de la Ciudad y dar cabida a un claustro de profesores y matrícula numerosa, su proyectista general explica:
«Se diseñaron espacios en función de aulas simples y transformables en salones de conferencias; aulas de idiomas, laboratorios de computación y el despacho del rector, los vicerrectores, la secretaría general y el archivo.
«Los primeros alumnos serán los mismos trabajadores de la Oficina que necesiten recalificación y superación. Más adelante se espera iniciar el curso regular con los egresados del preuniversitario que se interesen por estos perfiles», asegura el especialista.
Solo resta, pues, desear larga y fructífera existencia a este coloso universitario de La Habana Vieja, y felicitar de corazón a los autores de un proyecto hecho realidad gracias a la pericia, entusiasmo, tesón y pasión que caracterizan a los trabajadores de la Oficina del Historiador.
(El autor agradece la colaboración del Doctor Eusebio Leal Spengler, el fotógrafo Jorge García Alonso y la diseñadora Temis Acuña, de la revista Opus Habana.)