Tiempo extra
Me lo encontré sentado encima de uno de los componentes de un gimnasio biosaludable que queda en el trayecto acostumbrado de mi casa al trabajo.
Reconocer lo mal hecho en aquella actitud propia de la inmadurez, me dio el impulso para intentar, al menos, convencerle.
Primero le pregunté si tenía intenciones de hacer ejercicios allí y me contestó que no, «solo espero que el socio termine», me dijo.
Entonces lo invité a sentarse en un banco, alegando que el equipo podía romperse o que si se caía, estaba propenso a lastimarse.
Lo que vino después me hizo recordar a un coterráneo, el humorista guantanamero Miguel Moreno y a su célebre personaje de La Llave en el programa Deja que yo te cuente de la Televisión Cubana.
—¿Tú eres la mamá del aparato?
Fue la respuesta a mi preocupación y obviamente, el fin del diálogo.
La mala educación demostrada por este joven no es ni por asomo lo que más me entristece; a mi criterio, el irrespeto hacia el bien común es lo que vale todas las críticas posibles.
En nuestro país se ha hecho un gran esfuerzo para garantizar la presencia de los gimnasios biosaludables en una gran parte de la Isla, debido a los beneficios que la actividad física al aire libre procura, además de que el servicio es totalmente gratuito.
Sin embargo, no siempre estos parques son tratados de la manera que merecen.
La falta de mantenimiento, la negligencia de los responsables de su cuidado, el olvido por parte de la población que muchas veces prefiere el servicio de los gimnasios particulares, los niños y sus evitables travesuras, así como el mal manejo de los aparatos, son algunos de los problemas que los afectan.
Actos de vandalismo e incluso intentos de robo (aunque afortunadamente estos son pocos), constituyen los factores más extremos que, en un amplio número de casos, han obligado a las autoridades responsables a cercar estos espacios que fueron creados para garantizar el acceso de los ciudadanos sin restricciones.
No son todas las comunidades donde el adulto mayor, la ama de casa o el estudiante pueden disponer de un área biosaludable, aun cuando en cada municipio a lo largo y ancho del caimán se cuenta al menos con uno; motivo suficiente para concientizarnos en torno a su cuidado, pues no es para nada barato mantener en óptimas condiciones estos equipos, y mucho menos remplazarlos.
Una sociedad muy egoísta seríamos si no velamos por lo que hoy tenemos, a sabiendas de que otros pudieran estar necesitándolo.
Estos son tiempos para pensar y actuar como «padres» de la propiedad social.