Tiempo extra
¿A quién no le gusta ganar? Parecería un chiste o una pregunta sin sentido, si no fuera porque a veces (muchas veces) un triunfo inmediato se convierte en un revés a largo plazo.
Uno observa cómo no pocos atletas llegan a la cúspide de sus respectivos deportes con notables deficiencias técnicas y tácticas. Cualquiera pensaría que no transitaron por las categorías inferiores o que los entrenadores de entonces carecían de conocimientos y de las metodologías requeridas para formarlos.
Y ahí vienen los porqués. ¿Por qué a no pocos peloteros los toques de bola les salen de frente y duros? ¿Por qué no saben batear a las dos manos? ¿Por qué los baloncestistas tienen tan mala puntería cuando cobran los tiros libres? Serían muchas las preguntas. Y en casi todos los deportes.
Entre las tantas respuestas, hay una que suele pasar inadvertida ante las carencias de implementos, instalaciones, presupuesto, topes internacionales, competencias más extensas. Y es el championismo.
Así nombran los entrenadores al método evaluativo del desempeño mediante el cual la calificación depende de los resultados en las competencias. Si ganas (a veces sin importar cómo), pues felicidades. Si pierdes (también sin importar cómo y sin tener en cuenta otros elementos), ahí vienen las críticas, los señalamientos y hasta las sustituciones.
¿Cuál es la meta entonces, sobre todo en las categorías escolares? Obvio, la medalla. Y esa, sin embargo, es la etapa para el aprendizaje. Justo el momento cuando los niños y niñas necesitan más que jugar, practicar mucho, adquirir habilidades, formarse integralmente para que en el futuro sean atletas en todos los sentidos.
Luis Suárez es un avezado entrenador de pelota infantil en La Habana, que llegó incluso a ser director de Metropolitanos en la Serie Nacional. Para él, el asunto es muy complejo y pone a los técnicos en la disyuntiva de garantizar la competitividad de un equipo o enseñar realmente lo que corresponde en cada etapa.
Por ejemplo, explica, el curso escolar empieza en septiembre, y ya en noviembre hay competencias planificadas. Evidentemente, se queman etapas de aprendizaje. No hay tiempo para ejercitar lo básico. Incluso, no se pueden inculcar todos los valores deseados, pues eso implica un proceso que en pocos meses resulta casi imposible.
Similar criterio tiene el entrenador del equipo Cuba de baloncesto masculino, Daniel Scott. En su opinión, se entrena para un resultado y no para formar atletas integrales. Las consecuencias se ven con el tiempo.
Valdría la pena repensar entonces el enfoque evaluativo de los entrenadores en todas las categorías. Hacer análisis más integrales, valorar el trabajo cotidiano, el cumplimiento de los objetivos tanto formativos como competitivos. Solo así, cada quien hará lo que corresponde en cada etapa.
El verdadero resultado de un técnico es cuando ve a su pupilo en competencias de envergadura hacer bien las cosas. Entonces podrá decir: a ese lo enseñé yo. De lo contrario, ¿para qué servirá la medalla que una vez alcanzó?