Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El Duende

La tecla del duende

Perlas

Tarareo el tema Perla marina, de Sindo Garay, de modo que la música le da paso al texto en esta ocasión, como sin quererlo. ¿Y saben qué? Hay un texto compartido por Guillermo Cabrera Álvarez, el 31 agosto de 2006 en este diario, que aborda el tema de las perlas… Lo comparto.

Sanar

Una ostra que no ha sido herida no puede producir perlas, porque ellas son el resultado de la entrada de un cuerpo extraño en su interior. Las perlas son heridas curadas. Dentro de las ostras se encuentra una sustancia llamada nácar. Cuando penetra un grano de arena, las células comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas y más capas de nácar para proteger el cuerpo indefenso. Como resultado, se forma una hermosa perla. ¿Te han lastimado las palabras hirientes de alguien? ¿Tus ideas han sido rechazadas o mal interpretadas? ¿Has sufrido los duros golpes de los preconceptos? ¿Recibiste una porción de indiferencia?

Cubre tus lastimaduras con varias capas de amor, desarrolla tu propio nácar. La mayoría solo cultiva resentimientos dejando sus heridas abiertas, alimentando sentimientos pobres e impidiendo que cicatricen las heridas. En la vida hay muchas ostras vacías, porque no supieron transformar el dolor en amor. Una sonrisa, una mirada, un gesto, es capaz de crear su propio nácar.

Por Cuba

Coordino con Yulied Montenegro, directora de la biblioteca Juan Marinello, del matancero municipio de Colón, para una tertulia en ese territorio. De seguro Luis Oscar nos acompañará. Definiremos pronto la fecha y también llegarán las entusiastas trabajadoras sociales del consejo popular España Republicana, de Perico. ¿Cuántos más se sumarán en la ciudad con nombre de Almirante? ¿Y desde Los Arabos, Calimete, Martí? ¿Tenemos tecleros allí? Repórtense, ya les avisaremos del encuentro.

Regalo de jueves

Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan. Y que en cambio, con las penas pasa al revés. Se achican. Tal vez, lo que sucede es que, al compartir, lo que se dilata es el corazón. Y un corazón dilatado está mejor capacitado para gozar de las alegrías y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro. Menapace, monje benedictino.

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