La tecla del duende
EL hombre de barba y chiste suele llegarnos en octubre. No hay mar que oculte sus ingenios y vuelve así, cada vez más joven. Pero febrero lo vio nacer, y este sábado se cumplirían 78 años de aquel llanto inicial del mayor risueño. Compartámoslo en voz de quienes anduvieron a su lado...
Camilo acostumbraba a hacerle bromas a todo el mundo, así que todos estábamos siempre un poco en guardia con él... Eran bromas realmente infantiles, que hacían reír.
En los primeros tiempos, en el año 1959, cuando vivíamos en Ciudad Libertad, se celebraban en la habitación de Raúl y la mía muchas reuniones. Cuando Camilo salía, y como ya lo conocíamos, teníamos que registrarlo porque acostumbraba a llevarse, por broma, un montón de cosas en los bolsillos, y me dejaba las almohadas pintadas de corazones y con letreritos de las cosas que se habían estado conversando. (Narrado por Vilma Espín)
¿Qué todavía no le han contado lo del submarino en las montañas de Villa Clara?
(...) Una vez estábamos conversando de muchos temas y él ve que está un compañero que nos escucha embelesado, como si aquello fuera algo del otro mundo, y entonces se le iluminó la cara como solo él sabía iluminarla.
—Bueno, bueno, compañeros, a mí lo que más me preocupa ahora es qué vamos a hacer con el submarino que me manda Fidel desde la Sierra, porque yo sí que no sé para qué sirve eso aquí, en las lomas de Yaguajay.
Todo el mundo se quedó callado, a la expectativa, y el hombre aquel abrió los ojos en redondo.
Sí, hay que traerlo porque si Fidel lo manda para algo tiene que servir, así que cuando llegue: usted —se dirigió al hombre— tiene la responsabilidad de subirlo hasta acá arriba y ya veremos en qué lo usamos, pero usted lo trae, ¿no es así?
Y aquel hombre, sin salir del asombro, afirmaba con la cabeza. (Narrado por Manuel Bravo)
Recuerdo que en la Sierra, a un campesino, uno de nuestros grandes héroes anónimos, magnífico, le tenía puesto un apodo que se lo decía con un gesto infame; un día vino a darme las quejas como jefe de la columna para decirme que él no podía ser insultado, que él no era ningún «ventrílogo». Como no entendí fui a ver a Camilo para explicar un poco esa actitud tan extraña, y es que Camilo lo miraba con un aire tan despectivo y le aplicaba la palabra ventrílocuo, que ese campesino interpretaba como un insulto de terrible magnitud. (Narrado por el Che)
(Historias tomadas del libro Camilo Cienfuegos: el hombre de las mil anécdotas, de Guillermo Cabrera)
Los ocurrentes avileños no pierden el impulso. Allá se reunieron el fin de semana último para regalar su canción favorita.
Los bayameses, por su parte, se unirán este sábado, a las 2:00 p.m., en el museo Carlos Manuel de Céspedes. Y el domingo, dos horas antes del mediodía, los duendes de Sancti Spíritus animarán la galería de arte Oscar Fernández Morera. Ambas citas estarán dedicadas al amor.
La amistad es el puerto de la vida. Demófilo