Los que soñamos por la oreja
No tengo idea de cómo hará Guido López-Gavilán para multiplicar el tiempo y atender las numerosas funciones en las que se desempeña. Llevar bajo sus hombros la presidencia de la Asociación de Músicos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), con toda la carga burocrática que un puesto así trae consigo, sería más que suficiente para ocuparle una buena parte del día y no animarse a realizar otras labores.
Pero si a lo anterior añadimos que también él se desempeña como profesor de dirección de orquesta en el Instituto Superior de Arte, tarea que implica tutorear alumnos que se graduarán de la especialidad, escribe orquestaciones, compone para distintos formatos y se halla al frente de la Orquesta Música Eterna (proyecto que personalmente lo siento como continuación de lo que fuese la desaparecida pero aún recordada Camerata Brindis de Salas), no queda otro remedio que concluir que Guido es de esos que le saca el máximo provecho a las 24 horas que posee el día.
Obras pertenecientes al catálogo autoral de Guido López-Gavilán, como las muy conocidas Camerata en guaguancó y Variaciones cumbanchero, incorporadas al repertorio de distintas agrupaciones camerales de nuestro contexto, resultan de suma utilidad a la hora de defender la idea de que la división entre música popular y culta o académica, como se le dice en la actualidad, es sobre todo una operación que más tiene que ver con el comercio que con la creación artística.
Esas supuestas fronteras entre una y otra forma de expresión musical, en no pocas ocasiones se tornan en extremo difíciles de establecer y en tal caso, no se sabe a ciencia cierta con cuál denominación identificar un determinado producto, que rompe con los compartimentos estancos trazados por la industria, en la mayoría de las ocasiones (para no pecar de absoluto y afirmar que en todas) en función de preservar determinados intereses de corte económico.
Creo que justamente lo anterior es lo que acontece con la más reciente producción discográfica de Guido López Gavilán y la Orquesta Música Eterna, es decir, el CD titulado De Cuba, música eterna, presentado al público a propósito de las actividades que tuviesen lugar durante la pasada emisión del Premio Cubadisco 2012. Este fonograma es de esos en el que lo popular asume el lenguaje académico y lo culto se impregna del sabor musical que se vive en las calles de nuestro país.
Contentivo de 13 cortes, aquí el director de orquesta y compositor Guido López Gavilán persigue aproximarse desde el formato de una orquesta de cámara a piezas clásicas del repertorio popular cubano de todos los tiempos, en una suerte de tributo a lo más auténtico de nuestras tradiciones sonoras.
Así encontramos composiciones del ámbito trovadoresco, a saber Perla marina y Mujer bayamesa (La bayamesa), de Sindo Garay; Veinte años, de María Teresa Vera y Guillermina Aramburu; Longina, de Manuel Corona, y Pensamiento, de Rafael Gómez.
Igualmente, no faltan piezas representativas de la corriente del feeling, como por ejemplo, La gloria eres tú, de José Antonio Méndez, y Noche cubana, de César Portillo de la Luz, o temas procedentes de la Nueva Trova, en este caso, De qué callada manera, de Pablo Milanés, y Te amaré, de Silvio Rodríguez. Completan el total de 13 temas los cortes Échale salsita y Suavecito (Ignacio Piñeiro), La engañadora (Enrique Jorrín) y Qué bueno baila usted (Benny Moré).
Un valor adicional del fonograma es la participación en el mismo de figuras como la pianista ya fallecida Teresita Junco (tal vez esta sea su última aparición en disco), esposa del maestro Guido, y de sus hijos Ilmar y Aldo (violinista y pianista), así como de los notables percusionistas Ruy López-Nussa y Ruy Adrián López-Nussa (padre e hijo).
Con producción musical a cargo del propio Guido López Gavilán, notas discográficas de Miguel Barnet y diseño gráfico de Ricardo Monnar, el fonograma De Cuba, música eterna es de esos trabajos discográficos a los que uno tiene que volver periódicamente, pues en cada nueva audición encontramos detalles que hasta entonces habíamos pasado por alto y que al descubrirlos, nos hacen engrandecer el valor artístico de una propuesta como la que hoy les he comentado.