Los que soñamos por la oreja
Conocí el trabajo de Vionaika Martínez en un festival de artistas aficionados pertenecientes a la FEU, celebrado allá por la primera mitad de la década de los 90, cuando ella formaba parte del dúo Evocación, en compañía de Mayelín Pérez. Por ese entonces ambas estudiaban en el Pedagógico de Santa Clara y tenían como guía en el quehacer musical a Jesús Bello, actual miembro de Sierra Maestra, quien les inyectó el amor por la trova tradicional, de la que ambas llegaron a ser profundas conocedoras.
Los discos que el dúo dejó registrados en la etapa en que las dos santaclareñas fueron miembros del proyecto (en 2001 decidieron separarse), o sea, Hijas de la trova, Las flores del jardín y Siempre será el amor, son grabaciones a las que hay que acudir cada vez que deseemos recibir una lección de cómo se interpreta el arte trovadoresco.
El pasado viernes 18 de abril, en el acto de entrega del Premio de Musicología de la Casa de las Américas, Vionaika fue escogida por los organizadores del evento para que cerrase el mismo, en un concierto que ofreció con su grupo y que abarcó las distintas aristas que la cantante ha venido desarrollando desde 2002, fecha en la que inicia su proyección como solista, al frente de una formación que asume la trova desde una perspectiva que en lo fundamental encaja dentro de los parámetros de la música de cámara, idea que mucho le debe a Leida Quesada Quesada, directora del Museo de Artes Decorativas de Santa Clara y auténtica promotora cultural.
Creo que uno de los rasgos más sobresalientes de la función protagonizada por Vionaika en la sala Ernesto Che Guevara, resulta el buen tino que ella evidencia al escoger su repertorio, en el que si bien prevalecen las canciones pertenecientes al devenir de la trova cubana en sus disímiles etapas y tendencias. Hay también espacio para incluir clásicos del son, la guaracha y la rumba, sin olvidar piezas antológicas de autores hispanoamericanos. Me parece que ahí está la piedra angular sobre la que se levanta la propuesta de Vionaika y que hay que resaltar pues en el presente, uno de los principales problemas que afrontan muchos solistas en nuestro país es el no saber armar un repertorio lo suficientemente elegante y apropiado a las posibilidades interpretativas de cada quien.
Mientras presenciaba el espectáculo de Vionaika y sus músicos acompañantes: Asley Brito López (violín), Dayana Quesada García (piano), Diego Santiago Pérez (guitarra y laúd), Mei Lin Chaviano Fleites (contrabajo) y Alejandro Gil Moreno (percusión); pensaba en que el mismo poseía la rara virtud de que era disfrutable como concierto, pero que también perfectamente podría ponerse en el escenario del más exigente cabaret, universo que entre nosotros, como se habló en el reciente congreso de la UNEAC, en el presente no vive uno de sus mejores momentos y al que por ende, le vendría muy bien recibir el aire renovador de funciones como esta, donde el buen gusto y el espíritu de propiciar la participación del público no entran en contradicción.
Otro rasgo que me interesa destacar en el trabajo de Vionaika es su personal estilo de cantar. En tal sentido, sobresale el control que al interpretar, ella posee acerca de la dinámica. En ese orden, hay que mencionar el modo en que la vocalista resuelve los finales de las piezas, en varias de las cuales lo común sería terminar dando una nota aguda y sostenida, trampa en la que Vionaika no cae, para así sorprendernos haciendo una variación de la línea melódica y concluir de forma reposada, sin alardes técnicos innecesarios, que solo persiguen enardecer a ciertas zonas del público.
Muy acertado en su reciente concierto fue también la intervención de varios invitados, entre ellos el eminente contrabajista Lázaro (Fino) Rivero —responsable de los arreglos, en compañía del gran Pucho López—, Gerardo Alfonso, los percusionistas Yaroldy Abreu y Dreisser Durruty, el trío Palabras y Pancho Amat, protagonista con el Fino como acompañantes de Vionaika de lo que para mí fue lo mejor de la velada, la versión de ese clásico latinoamericano que es Valderrama y que, como el resto de la función, demostró las virtudes de la música que nos une a todos los hispanoamericanos.