Lecturas
La calle G, en el Vedado, regala uno de los recorridos más espléndidos y placenteros de La Habana. En opinión del arquitecto Mario Coyula es una calle que, al igual que Paseo, tiene la virtud de llevar la presencia del mar ciudad adentro, algo que no se consiguió en Miramar y sí en el Vedado, que con sus parques y tiendas de esquina es, más allá de su estética arquitectónica, uno de los grandes logros del urbanismo contemporáneo.
Se le llama también Avenida de los Presidentes, pero a juicio de la Doctora Adelaida de Juan, historiadora y crítica de arte, para todo vedadense que se respete, la calle G es, sencillamente, la calle G, una vía que corre entre el litoral y la Avenida de Carlos III, y que tiene 50 metros de ancho y cuenta con un paseo central arbolado. Cabe añadir que hasta la década de 1920 la loma del Castillo del Príncipe interrumpía la vía. Hubo que cortar la loma para que la calle siguiera su curso.
A ella se asoman algunos centros escolares como la escuela de idiomas Abraham Lincoln, los dos inmuebles pertenecientes a la Alianza Francesa, la Facultad de Artes y Letras, frente al Castillo del Príncipe, y por lo menos dos escuelas secundarias básicas.
Es asimismo una calle hospitalaria. Pasa por un costado del hospital Calixto García y por el frente del hospital ortopédico Fructuoso Rodríguez, del ya desaparecido hospital pediátrico Pedro Borrás y del hospital materno Américas Arias, el llamado Maternidad de Línea.
Se ubican en esa calle las sedes de dos Embajadas y el edificio del Ministerio de Relaciones Exteriores. El Museo de la Danza, el hotel Presidente y la Casa de las Américas, prestigiosa institución cultural que ensanchó sus áreas para situar su galería de arte en G y 5ta. y su hemeroteca en G y Línea, en la casa donde estuvo la Embajada de Chile y donde murió, en la década del 40, el expresidente Mario García Menocal.
Entre otros edificios, se destacan el de la intersección de G con la calle 21, obra de Rafael de Cárdenas Culmell, primo hermano de la escritora norteamericana Anaïs Nin, y que le valió la medalla de oro del Colegio de Arquitectos y la mansión que en la esquina de la calle 9 construyó para sí otro afamado arquitecto, Eugenio Rayneri. En la esquina de G y 21, donde hoy se halla el hotel El Costillar de Rocinante, de la Unión de Periodistas de Cuba, funcionó la primera sociedad judía del país. La casa de enfrente, en la actualidad el Instituto Internacional de Periodismo, perteneció a la familia del banquero Porfirio Franca, uno de los miembros de la Pentarquía de 1933.
En el edificio Chibás, en G y 25, vivió con su familia José Agripino Barnet y Vinajeras, quien ocupó de manera provisional la Presidencia de la República.
En una de las casas que ocupa la Alianza Francesa murió el sabio cubano Carlos J. Finlay. En la residencia de G esquina a 11 murió en 1980 el político Raúl de Cárdenas, quien desempeñó la vicepresidencia de la República bajo el mandato de Ramón Grau San Martín, entre 1944 y 1948.
Varios monumentos se erigen en esta vía. El más fastuoso es el que se levantó en memoria del mayor general José Miguel Gómez, segundo presidente de la República. Data de 1936, es obra del escultor italiano Giovanni Nicolini y se construyó por cuestación popular: una colecta en la que no se permitía donar más de 20 centavos por persona. De todos los monumentos de la vía, el que más llama la atención es el dedicado a Tomás Estrada Palma. De la imagen, solo quedaron los zapatos sobre el pedestal.
Un hecho sangriento ocurrió en la esquina de G y 25 el viernes 14 de abril de 1933, en plena tarde y a la vista de testigos. Agentes de la Policía Secreta del dictador Gerardo Machado aplicaron la ley de fuga a los hermanos Raimundo Solano y Antonio Valdés Daussá. El periodista norteamericano J. D. Phillips, presenció el crimen desde el balcón de su apartamento en el edificio Palace y lo relató después.
Conforme con el procedimiento usual para aplicar la temida Ley de fuga, los estudiantes fueron llevados a G y 25 en un automóvil por agentes del Servicio Secreto, empujados fuera del vehículo y mandados a correr. Tiradores expertos, apostados en un alto acantilado que dominaba ambos lados de la calle en ese punto, abrieron un fuego aniquilador sobre los dos jóvenes.
El periodista resultó testigo de la muerte de uno de los muchachos. Fue alcanzado en la cabeza por las balas, se tambaleó, avanzó unos 20 pasos más y se desplomó. Los tiros de una tercera descarga habían entrado en su cuerpo.
Los tiradores que vestían de civil bajaron entonces, con sus rifles y revólveres, por las cuestas del acantilado, e inspeccionaron el cadáver. Hecho eso, se alejaron lentamente a pie, sin ser molestados por agentes uniformados de la Policía Nacional que llegaron a la escena inmediatamente.
Al mismo tiempo, otros tiradores, apostados en el mismo acantilado, habían herido al otro estudiante, que corrió en dirección contraria a la de su hermano y fuera de la vista del periodista. Ese joven, según declaraciones de otros testigos, quedó mal herido. Lo recogieron los que lo habían llevado y lo condujeron al hospital de Emergencias, donde murió.
La publicación en periódicos norteamericanos del relato de Phillips tuvo tal repercusión, que el periodista fue amenazado por la porra machadista. Quiso buscar amparo en la Embajada norteamericana en La Habana. Pero allí el encargado de Negocios Edgard A. Reed, muy ligado a la camarilla de Machado, le negó protección y lo abandonó a su suerte.
En la esquina de G y 25 cayó asesinado en abril de 1958 Marcelo Salado, militante del Movimiento 26 de Julio. Era uno de los responsables de la huelga del 9 de abril. Se hallaba oculto en uno de los apartamentos del edificio Chibás y salió a la calle para reactivar la acción.
Antes, en 1935, en G y 29, a dos cuadras de donde cayeran Marcelo Salado y los hermanos Daussá, encontraron la muerte Ivo Fernández y Rodolfo Rodríguez, militantes de la Joven Cuba, la organización de Antonio Guiteras. Iban a ser internados en el Castillo del Príncipe y no llegaron a la prisión. La misma policía dio cuenta de ellos.