Inter-nos
Les llaman «ni-ni». Parece un apelativo cariñoso para esos jóvenes, pero no lo es. Por el contrario, preocupaciones, desasosiegos, discriminaciones, desigualdades, injusticias, son las verdaderas acepciones del término aparentemente anodino o trivial.
Por jóvenes «ni-ni» se identifica a quienes ni estudian, ni trabajan…
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), integrada por 34 Estados para coordinar políticas que les permitan optimizar y maximizar su crecimiento económico y desarrollo social, ha presentado este martes en París un estudio que obliga a un mirar sombrío hacia el futuro, desde las perspectivas que tienen hoy en día los jóvenes de los países miembros del también llamado «club de los países ricos».
Ahora, con un mundo en crisis extendida, los problemas socio-económicos no se circunscriben a la periferia, a los países atrapados en la pobreza, porque desde este grupo OCDE, que proporciona el 70 por ciento del mercado mundial y representa el 80 por ciento del PNB del planeta, la desorientación también entrampa.
Los tres países del norte americano, Chile, casi toda Europa, Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, e Israel, forman esta asociación que ha encontrado que también en su seno la recesión mundial ha obligado a muchos jóvenes a abandonar sus estudios y no encuentran trabajo.
El 16 por ciento de los «ni-ni» que tienen entre 15 y 29 años están en esa estadística fatal, y la agitación económica, dice la OCDE, aumentará esa tendencia.
Los números se hacen más severos en aquellos países removidos por la crisis. Irlanda, España, Portugal, Islandia, Italia, se mencionan desde una situación más grave, pero no dejan de afectar a casi todos.
España, dice el informe, es el segundo país europeo con más jóvenes de la llamada Generación «ni-ni», con el 23,7 por ciento en esa condición, ocho puntos por la media OCDE que es de 15,8 por ciento, y solo la supera Israel con el 27 por ciento.
Sin embargo, es probable que a esta altura el porcentaje aciago haya subido unos cuantos peldaños más, porque los datos del documento corresponden al 2010.
Y ahí vienen otros que revelan diferencias provenientes de una división de clases que la OCDE no reconoce, pero que existe.
Para llegar a estudios superiores se necesita capital, que nadie lo dude, entonces, entre los españoles que solo tienen educación secundaria inferior, la tasa de desocupación aumentó del nueve por ciento en el año 2007 al 24,7 por ciento en el 2010, mientras que entre aquellos diplomados con estudios superiores el aumento fue del 4,8 por ciento al 10,4 por ciento. Pero ni siquiera estos se logran zafar de su condición «ni-ni», cuando el promedio de la OCDE es de 4,7 por ciento.
En México, por otra parte, el país que ocupa el tercer lugar en la lista de los deficitarios con el 24,4 por ciento de «ni-ni», aflora otra división, en este caso el de la discriminación por género, aunque el término no esté tampoco reconocido en el informe OCDE: se calcula que en el año 2010 el 37 por ciento de las muchachas entre 19 y 25 años clasificaba en los «ni-ni».
Una agencia noticiosa daba estos elementos de la tierra azteca: 7 226 000 personas no reciben enseñanza ni laboran, casi dos millones de ellos tienen entre 15 y 19 años.
Ni siquiera Alemania, la locomotora, se salva de estos índices nada halagüeños, cuando solo el 22 por ciento de sus jóvenes logra un nivel educativo más alto que el de sus padres, un dato que puede leerse como la traba para un mayor desarrollo y bienestar; simplemente se quedan igual o por debajo de sus progenitores.
El punto está en una declaración de Barbara Ischinger, directora del Consejo de Educación de la OCDE: «La educación, el empleo y la prosperidad están estrechamente unidos».
Y aquí viene la pregunta: ¿cómo es posible que en los ajustes económicos que exigen las instituciones crediticias mundiales o regionales, se insista en un recorte de gastos presupuestarios, y en la mayoría de los casos la soga rompa por lo más delgado: la salud y la educación?, ¿cómo cumpliría la OCDE su políticas y objetivos de favorecer la economía y el empleo si los Estados están inclinando la balanza hacia una privatización de esa educación?
Simplemente, la falacia capitalista emerge con sus mayores contradicciones cuando el cinturón aprieta.