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«Lobos solitarios y pequeñas células terroristas» representan la mayor amenaza terrorista para Estados Unidos porque su bajo perfil hace difícil que puedan ser intervenidos o detectados antes de actuar. Esa es la conclusión de un reporte de nueve páginas del Departamento de Seguridad de la Patria (DHS), coordinado con el FBI (Buró Federal de Investigaciones), que comenzó a difundirse en abril entre las autoridades competentes a nivel federal, estadual y local.
Dado el proceder de Washington, desde el fatídico 11 de septiembre de 2001 hasta la fecha, pudiera especularse que están exponiendo a personas originarias del Medio Oriente y de confesión musulmana, a quienes detuvieron, deportaron o investigaron por miles a raíz del derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York, y todavía siguen viendo con suspicacia o hasta no pocas veces les niegan entrada en su territorio. Pero, si así pensó, se equivoca de medio a medio. La investigación se titula «Extremismo de derecha: El actual clima económico y político da combustible al resurgimiento en radicalización y reclutamiento».
Las ventas en esta armería de Las Vegas subieron entre 25-30 por ciento. Foto: Getty Images
Por tanto, el documento apunta a otros sectores de la ciudadanía, precisamente blancos, anglosajones, «defensores» a ultranza de la civilización occidental, aunque la pesquisa explica que «no hay información específica de que los terroristas domésticos de extrema derecha estén actualmente planeando actos de violencia». Sin embargo, por si acaso, propone restricciones sobre las armas y advierte del aumento de la membresía en esos grupos, así como del posible reclutamiento que estén realizando entre veteranos de las fuerzas militares...Dos elementos se han combinado para ese auge de los ultras, y ambos son utilizados como incentivos para alistar a sus nuevos componentes: la recesión económica, con sus secuelas de desempleo y disminución del nivel de vida, y un hecho que les ha dolido en el alma: por primera vez en la historia de Estados Unidos, en la Casa Blanca se sienta un presidente negro. «La nación ha sido robada», dicen.
Mark Potok, director del Southern Poverty Law Center, una organización que rastrea estas manifestaciones de racismo, supremacía blanca e intolerancia, era citado por la CNN diciendo que el crecimiento «no es dramático, pero sí estable, continuo... Y daba las cifras demostrativas del ascenso de la extrema derecha: de 602 grupos clasificados en el año 2000, que saltaron a 926 en 2008, un incremento de más del 50 por ciento.
Y aunque hay un punto a tener en cuenta en el reporte del DHS y el FBI, que desvincula a estos grupos extremistas del pensamiento político conservador, de los activistas y los votantes de ese sector, en los medios políticos de Washington hubo revuelo con eso del reclutamiento de veteranos de Iraq y Afganistán, lo que dio origen a dimes y diretes entre republicanos y demócratas.
El asunto llamó la atención de la llamada «gran prensa». The Wall
Street Journal entraba al ruedo dando a conocer que el FBI, a comienzos de este año, había lanzado la Operación Águila Vigilante, que apuntaba a los grupos de supremacía blanca y las milicias de ciudadanos soberanos extremistas, y enfocaba a los veteranos, punto álgido en el memo de la institución de espionaje interna, que fue defendido por la secretaria del DHS, Janet Napolatino, pero esta tuvo que disculparse con los veteranos que se sintieron acusados, a pesar de la clara alusión del memo del FBI del 23 de febrero.
Michael Ward, director asistente adjunto del FBI para contraterrorismo, explicó que no estaban investigando a los militares ni a los ex militares, sino a aquellos que pudieran estar involucrados con los grupos extremistas y se cercioraron —dijo—, que no estaban violando ninguna de sus libertades civiles; pero en verdad, el estudio sí los consideraba objeto de especial atención «por su entrenamiento avanzado».
¿Habría que preguntarse entonces si el informe DHS-FBI es un puro ejercicio alarmista o la visión de una realidad?
Un artículo publicado el 1 de mayo en The Daily Beast, hacía referencia a dos recientes ferias de armas en Antioch, California, y en Reno, Nevada, con una asistencia desbordante y entusiasta, incitada por las radios de la extrema derecha, entre los que citaba a Michael Savage, Glenn Beck y Alex Jones.
A pesar de que la economía sufre, afirmaba el periodista Max Blumenthal, lo comerciantes de armas y sus cabilderos o lobbystas en Washington, están renovando influencia de sentimientos antigubernamentales y hacen ventas y membresía sin precedentes, y ponía al descubierto lo que pensaban muchos de los presentes en el show de armamentos: estaban convencidos de que Obama planificaba convertirse en «un dictador marxista».
Si repasamos la historia, una economía desordenada y en crisis, dio pábulo al nazismo y al fascismo en la vieja Europa; salvando las distancias, el panorama global actual no difiere mucho. Para la visión paranoica de esos elementos de la extrema derecha Blumenthal se hacía una pregunta preocupante en el título de su reportaje: «¿Una revuelta armada en la era de Obama?».
¿Acaso una exageración o el sueño de esta ultra derecha en ascenso?