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Diciembre, tradicionalmente mes de celebración y consumo desmesurado, no tuvo esa suerte en el año 2008. La crisis ya se había desatado en Estados Unidos, con una de sus caras más feas en ascenso: el desempleo que, luego de varios meses con las cifras por encima del medio millón de personas en cesantía, llegó a todo un record, 681 000 cortes de trabajo. El índice mayor desde 1949.
El 2009 entró con igual «brío» en ese túnel sombrío y aterrador para cualquier familia. Para febrero, con 651 000 desempleados más, el 8,1 por ciento de la población estadounidense se encontró sin trabajo, el más alto índice desde 1983, en plena era Reagan. Y eso es apenas el reconocimiento oficial, en el que no caben los empleos a medio tiempo y quienes ni se atrevieron a buscar ocupación a sabiendas de que para ellos no habría una posibilidad. También excluyeron del conteo a los trabajadores agrícolas, no menos azotados por las inclemencias económicas.
No importa cuál categoría de empleos o sectores se analice, las malas noticias golpean por igual a la manufactura, la construcción y los servicios.
Por estos días, un artículo aparecido en la cadena periodística McClatchy, reportaba la situación y personificaba en Julie Sizemore, de Danville, estado de Kentucky, una ex convicta que trata de reingresar en la fuerza laboral luego de pagar su condena por posesión de drogas. A tan adversas credenciales, se une la desventaja de una competencia con graduados de college o de escuelas de administración que aspiran ahora a puestos que considerarían una pesadilla en circunstancias normales, como dependientes de restaurantes o de cafeterías.
La Sizemore contaba sus cuitas al periodista: intentó en un pequeño puesto de venta de tabaco y encontró que otras 400 personas soñaban con ese trabajo. Por supuesto, no lo obtuvo, como tampoco tuvieron éxito sus solicitudes en oficinas, tiendas, gasolineras... «Ni tan siquiera puedo encontrar trabajo en una McDonalds», confesó.
Según el Departamento de Trabajo, el pasado año el número de desempleados se incrementó en unos cinco millones, y en este panorama de una economía en crisis, que busca todavía el fondo del pozo, ni las funciones peor pagadas pueden ser alcanzadas por algunos sectores en franca desventaja, como los ex convictos, los trabajadores de mayor edad, los jóvenes sin experiencia laboral y los de menor nivel educacional.
Supongo que si usted reúne esas condiciones y le agrega ser mujer, negro o inmigrante, solo hay un término para sus gestiones: imposible.
Un profesor asociado de la Universidad de Princeton, Devah Pager, quien escribió un estudio titulado «Mercado, raza, crimen, y encontrando trabajo en la era de la encarcelación masiva», asegura que tras un año de libertad, el 75 por ciento de los ex reos permanecen desempleados.
Es de suponer que en las actuales condiciones de un mercado laboral deprimido, cuando todos están buscando trabajo, se acrecienta una tendencia habitual donde actúan la intolerancia, la discriminación y los temores de los empleadores.
Sin embargo, de los nuevos inquilinos de la Casa Blanca los mensajes son de paciencia y esperanza. Este verano puede traer un vuelco si el paquete de estímulo económico a bancos y negocios comienza a funcionar, dijo Christina Romer, quien sí logró un empleo nuevo en la administración de Barack Obama: preside el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca.
¿Paciencia? ¿Cuando deben pagar alimentos a precios más altos, las hipotecas de viviendas o carros, las cuentas del médico, de los servicios básicos, de los insumos escolares, etcétera...? Ya se ve que en lado oculto de la economía diaria y familiar hay un gran agujero negro.