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Foto: AFP Increíble, pero bien cierto. El Iraq atormentado —no solo por la violencia de la ocupación, sino también por la incompetencia y la corrupción entronizadas en una supuesta reconstrucción del país echado abajo por la guerra, que por tanto sigue destruido— ha decidido emplear 1 500 millones de dólares para comprar... ¡armas!
Abdel Qader Jassim Mohammed, quien funge como ministro de Defensa, hizo el anuncio de la adquisición de helicópteros y fusiles estadounidenses, entre otros armamentos modernos, y del aumento del 26 por ciento que supone para el presupuesto de su ministerio, que llega así a 4 100 millones de dólares.
Por supuesto que es apenas una porción de los 646 000 millones de dólares que Estados Unidos está aprobando para sus propios gastos en el año fiscal 2008, pero el gobierno iraquí muestra ser alumno aventajado a la hora de establecer prioridades de despilfarro; mientras que EE.UU. asume el papel de avispado, sacando provecho de un negocio redondo.
Las armas de combate norteamericanas M-16, con sus proyectiles 5,56 mm, y las M-4, irán reemplazando a los AK-47 Kalashnikov, para ir delimitando el bando en la guerra que a diario cobra decenas y decenas de vidas. Es una decisión obligada porque nadie sabe cuántos fusiles de procedencia rusa quedaron escondidos o están en uso por la resistencia, y cuántos fueron incluso sustraídos de los arsenales y suministrados a esos grupos armados por iraquíes enrolados en el ejército y los cuerpos de seguridad en formación.
Ahora, esperan detener ese río de armas. El mando de la ocupación tomó la medida el mes pasado de fotografiar, escanear los ojos, tomar las huellas digitales, y recopilar todos los datos biométricos que estiman necesarios de los soldados y policías iraquíes a quienes entregan las nuevas armas, acompañando el récord con el número de serie de cada arma entregada.
Pero las aspiraciones van más allá de los fusiles: helicópteros M-17, aviones de reconocimiento, 10 lanchas patrulleras de fabricación italiana y 26 made in USA completan el multimillonario alijo para el inhospitalario teatro de guerra, lleno de peligro y dolor.
Pronto, en los puntos de control rodeados de alambradas de cuchillas cortantes, soldados enmascarados lucirán sus nuevas armas en ciudades que se vuelven fantasmales durante la noche y amanecen con nuevos destrozos.
Para completar el panorama, y la persistente obcecación de George W. Bush de imponerse al mundo, desde Washington también se aplican —calladamente— medidas de reforzamiento: cuando finalice el año probablemente casi se habrá duplicado el número de efectivos estadounidenses emplazados en Iraq.
El Pentágono ha dispuesto extender la permanencia en servicio de tropas que ya están en Iraq cumpliendo «su deber» y también enviará más brigadas de combate para reforzarlas, decía este martes un artículo de la empresa periodística Hearst. En total el número llegará a más de 200 000 desde los 162 000 que ya están de servicio, luego de los incrementos ejecutados desde comienzos de 2007. Al final de año serán 28 las brigadas de combate hollando el suelo iraquí.
La primera oleada de refuerzo fue anunciada a bombo y platillo, el tsunami que ahora se avecina se hace sin llamar mucho la atención, pero con el mismo pretexto y las mismas justificaciones para la compra de armas del ejército iraquí: brindar seguridad a Bagdad y la provincia de Anbar. Dios y Alá los protejan...