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El antecedente se remonta a octubre de este año, cuando el juez del distrito de Columbia, Ricardo M. Urbina, respondiendo a una solicitud del diario The Washington Post, ordenó que se hiciera pública la lista de quienes visitan la Casa Blanca. La petición tenía que ver con el trabajo de los lobbystas, especialmente con el caso de Jack Abramoff, sus vínculos con Bush y sus pagos y regalos a políticos, pero ahora, llegó la respuesta de la administración Bush y resultó en una nueva regulación sobre el tema. Por tanto, hay suspicacias.
La mansión ejecutiva de la avenida Pennsylvania de Washington D.C. puede guardar secreto total sobre los récord de visitantes a la residencia y las oficinas... del vicepresidente Dick Cheney. Esa es la decisión, porque sería «una intrusión sin precedentes en las operaciones diarias del vicepresidente», argumentó en 57 páginas el Departamento de Justicia a la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia, que también calificó la primera decisión del juez Urbina de «rotundamente inconsistente».
Así que el influyente diario de la capital, sus lectores, y la ciudadanía de EE.UU. se quedarán con las ganas, y la necesidad, de ver los registros del Servicio Secreto sobre cualquiera que haya visitado al vicepresidente Dick Cheney en un lapso de dos años. El valladar protege también a su consejero legal, su vocero y otros altos ayudantes y consejeros, a quienes ampara el «privilegio ejecutivo» de quien está considerado el hombre detrás del trono bushiano.
Es más, una información de la agencia AP asegura que últimamente esos registros son controlados por la oficina de Cheney y no por el Servicio Secreto. Hay más todavía, el Congreso mismo ha excluido esos datos de la visión pública, haciéndolos prácticamente intocables.
Antes de que esta regulación se pusiera en práctica, se conoció que Grover Norquist y Ralph Reed, figuras claves en el escándalo Abramoff, habían hecho más de un centenar de visitas a la Casa Blanca.
No olvidemos nunca que Dick Cheney ha sido señalado por beneficiar con jugosos y multimillonarios contratos en Iraq, y en el Nuevo Orleáns destruido por el Katrina, al consorcio Halliburton, líder en la industria energética y una de las 500 empresas más poderosas que aparecen en la lista de Forbes. Cheney presidió Halliburton desde 1995 hasta el año 2000 en que pasó a ocupar su actual cargo de vicepresidente de Estados Unidos.
Y en esa posición casablanquina, dirigió el Grupo Nacional para la Política de Desarrollo Energético, cuyo trabajo benefició a las empresas de ese sector, pues se conoció que no pocos de sus directivos eran integrantes, consejeros o asesores de esa fuerza de tarea que trazó en un documento el camino a seguir, y en uno de sus capítulos urgía a tomar acciones militares para remover cualquier obstáculo estratégico, político o económico a los intereses petroleros de Estados Unidos.
A Cheney también se le han señalado sus vínculos con Enron, la famosa compañía del escándalo económico, y otros trapillos sucios más, como mentir para hacer la guerra, o dar el soplo a la prensa y exponer a una agente encubierta de la CIA (el caso Plame).
Así que es válido preguntarse algunas cosas sobre la decisión de mantener en secreto sus contactos: ¿Qué se está escondiendo? Parece que mucho. ¿Quiénes son los visitantes tan comprometedores?, ¿cuáles son los negocios que se cocinan con el vice, que la ciudadanía estadounidense no puede conocer? Pues a seguir las huellas del dinero y se despejará la madeja...