Acuse de recibo
La Doctora Xiomara Alonso Núñez urge hace años de un esclarecimiento de la impune violación de su derecho de propiedad, luego de una vida entera consagrada a la Revolución y al bien público, desde que, con 12 años, alfabetizara en las tierras orientales, hasta que cumpliera cuatro años de misión como estomatóloga en la hermana Venezuela.
Xiomara, con 75 años y residente en Estancia 648 A, entre San Pedro y Lombillo, Plaza de la Revolución, La Habana, relata que el 11 de abril de 1986 ella y su esposo, Marino Mesa Méndez, militar retirado y combatiente en la gesta internacionalista en Angola, compraron un terreno en el reparto Nalón, del municipio capitalino de Guanabacoa, exactamente en Avenida Central, Parcela 8, entre 6 y 4. El área era de 323 metros cuadrados, según el plano del reparto del año 1947.
La compra del susodicho terreno, manifiesta, era pensando y previendo entonces en el futuro de sus hijos, nietos y posteriores descendientes. El terreno estaba ahí, para tranquilidad de ellos, y para cuando decidieran darle uso.
Y un día en que Xiomara se interesó por este, para su asombro se enteró de que había sido utilizado para la construcción de un consultorio del médico de la familia.
Aunque considera esa acción como «socialmente meritoria, que merece respeto y solidaridad», Xiomara se pregunta con los años por qué no se le informó previamente ni se le solicitó su autorización, «acción que nuestra familia hubiera entendido y aceptado», manifiesta.
«Igualmente, señala, no se ejecutó ningún gesto para sustituir mi terreno por otro, aspecto improcedente de un derecho que presumo que tengo».
Desde entonces, confiesa la doctora Xiomara que todo ha sido un largo peregrinar entre entrevistas, reclamaciones y llamadas a las distintas instancias de Planificación Física y el Gobierno de Guanabacoa. Sin una solución. Una vieja deuda que abochorna.
«En el último contacto, afirma, me explicaron que un terreno, aunque sea propiedad privada, no es posible cederlo, porque están priorizadas las madres con tres hijos y más; acción esta altamente humanitaria, que apoyo como revolucionaria.
«Pero me surge la inquietud: ¿Tendré que esperar que todas las madres de Guanabacoa que tengan tres hijos obtengan su terreno, y el que me pertenece por propiedad quede pospuesto, hasta que aparezcan futuras opciones, si es que estoy entonces con vida?», cuestiona finalmente.
Contrastan los sentimientos generosos de esta cubana con la manera brusca y extremista con que ha sido violentado su derecho a la propiedad que adquirió. Confieso que, de estar en su pellejo, yo hubiera escrito y denunciado tal transgresión con acusaciones de mayor calibre.
La única forma de vindicar a estos cubanos dignos, altruistas, a la doctora Xiomara y su esposo ya fallecido, sería asignarle a esa familia el terreno que le pertenece. Y, por cierto, ¿dónde estarán hoy los que violentaron entonces su derecho al terreno, ignorándolos? ¿Dónde estarán los que nunca le resarcieron ese derecho con algún otro terreno, y los que han olvidado sus
reclamaciones? ¿Cómo a estas alturas se le va a negar lo que les pertenece?
Rosario Hermoso Contreras (Nueva del Pilar no. 213 E, entre Arroyo y Santa Marta, Centro Habana, La Habana) cuenta que el pasado sábado llegó el pollo para personas mayores de 65 años a su barrio. Y vean lo que sucedió:
«A alguien se le ocurrió la “maravillosa” idea de no mandarlo a la carnicería que nos toca, refiere. Lo situaron en un combinado situado en Peñalver y Los Sitios. Y al pasar hoy lunes a las 8 y 30 de la mañana, había pollo, pero no la orden para despacharlo.
«Además de la incomodidad para las personas mayores de alejar el poco pollo de sus viviendas, súmele la desorganización que sufrimos, sin que suceda absolutamente nada. Con mucha inconformidad le saludo», concluye Rosario.
Delicadeza y previsión, valores que están faltando en muchos sitios.