Acuse de recibo
Rosa Irene Rodríguez Carballosa (calle D, No. 445, entre 14 y 15, apto. 15. Lawton, Diez de Octubre, La Habana) relata que el 17 de enero de 2019 su hermana, Beatriz Rodríguez Carballosa, le hizo donación de su teléfono fijo, radicado en la ciudad de Holguín, con el número 24 427458. Al trasladarse Beatriz a La Habana, y no contar entonces con domicilio propio, decidió pasar su contrato a Rosa Irene.
Ese mismo día, en la Dirección Comercial de Etecsa en Holguín, hicieron la solicitud de traslado para la dirección de Rosa. Y allí aseguraron que el expediente de solicitud del traslado sería enviado a través de la propia Empresa, y solo tendría que esperar.
Diez meses después, el 22 de noviembre de 2019, Rosa recibió una citación para presentarse el 25 de ese mes en la sede de Etecsa en Luz y Reyes, Jesús del Monte. Allí le dijeron que fuera para su casa, y esperara a los técnicos que le harían la instalación del servicio telefónico.
Esperó varios días, y al ver que no acudían, fue a ver a la directora, quien le planteó que ya era fin de mes, que se le instalaría antes del 10 de diciembre. Pasada la fecha prometida, fue en varias ocasiones, y le decían que sí se lo instalarían y le avisarían antes, pues existía el par y era la primera en la lista de traslados.
Vino el 2020 y la pandemia de la COVID-19 con medidas de restricción de movimiento. Y en noviembre de 2021, ya relajadas las medidas, Rosa fue de nuevo a la sede de Etecsa. Allí, la funcionaria de Atención a la Población le dijo que su trámite estaba cancelado. Rosa preguntó por qué cancelado. Y le respondió que, al parecer, ya se lo habían instalado. Rosa le aclaró que no le habían instalado nada, y llevaba tres años esperando.
Aguardó pacientemente, hasta que el 18 de marzo de 2022 envió una carta al Departamento de Atención a la Población del Gobierno municipal de Diez de Octubre. El pasado 17 de agosto, volvió a escribir a ese Departamento, haciendo el recuento y expresando que «aún hoy el problema expuesto en esa ocasión sigue sin siquiera una respuesta o una explicación». Me envió copia de esta última misiva.
Leonardo Hernández Viamontes (Concordia 158, entre San Nicolás y Manrique, Centro Habana, La Habana) es un anciano de 87 años, que necesita hacer un reconocimiento público al colectivo de trabajo y la dirección del mercado de Galiano y Ánimas de ese municipio, perteneciente a la Cadena de Tiendas Caracol.
«Hace unos meses, buscando un lugar donde adquirir los artículos que necesitaba sin someterme a grandes colas, donde proliferan los llamados “coleros”, llegué allí, donde recibí un trato excepcional por parte de sus empleados, los cuales me trataron con mucha amabilidad, me ayudaron a encontrar los productos que buscaba y otras atenciones más».
Refiere que por problemas personales dejó de salir de su domicilio por algunos meses, y recientemente volvió a visitar ese mercado. En la rebambaramba de todo lo que se ha complicado en el comercio, Leonardo constató que se mantiene la misma calidad del servicio, la amabilidad de los empleados y el trato a las personas de la tercera edad.
Y al salir de allí, una anciana le comentó que la dirección de esa unidad comercial mantenía relaciones sociales y humanas con las personas de la tercera edad de la zona ayudándoles en lo que se podía, dentro del marco de sus responsabilidades.
«Realmente quedé sorprendido, dice, por lo poco usual de esa práctica. Y recordé haber oído a la máxima autoridad del Gobierno y el Partido dar la orientación a las entidades estatales de atender con suma dedicación a la población en el ámbito donde desempeñan sus servicios».