Acuse de recibo
Víctor Robert Vicente vive y trabaja la tierra en usufructo en la finca Sí se Puede, de la zona de Candelaria en el municipio de Cienfuegos. Y cada año realiza la entrega de sus cosechas a la Cooperativa de Crédito y Servicios Jorge Alfonso, a la que está asociado.
En 2012, cuando le entregaron la tierra en usufructo, él inició los trámites de solicitud del servicio eléctrico, tanto para irrigar de agua las siembras, como para el alumbrado de la casa, que aún se iluminaba con mechones. En su primera visita a la Empresa Eléctrica, el director comercial le refirió que debía dirigirse a su CCS para realizar la solicitud a fines de año, y ser incluido en el plan de instalación de dicho servicio para 2013.
Víctor se personó en la dirección de la CCS y le informaron que se tendría en cuenta para realizar la solicitud de servicio para el año 2013. Al comenzar 2013, en la primera reunión del año indagó sobre la solicitud y le dijeron que no se realizó la solicitud (por razones que desconoce).
Y al personarse en la Empresa Eléctrica le informaron que ese trámite lo realizaba la dirección de la CCS; y que a fines de 2012 debían haber hecho la solicitud, pues ya a esas alturas no se podía incluir en el plan del 2013. Que debía esperar para incluirlo en el plan del 2014. «Y así ha sucedido año tras año por espacio de ocho años consecutivos», confiesa amargamente Víctor.
En el 2020 el campesino se personó en la CCS para reiterar la necesidad del servicio eléctrico, y le informaron que el trámite debía realizarlo él en persona. Se presentó en la UBE eléctrica con una carta de solicitud y se entrevistó con el director comercial, quien lo atendió con cortesía y le manifestó que ese trámite debe realizarse a través de la CCS, que posee personalidad jurídica y contrato legal con la entidad.
Además, se entrevistó con el director general de la Empresa Eléctrica, quien le reiteró lo mismo, que el procedimiento es por medio de la CCS.
Alrededor del lugar donde está ubicada la finca, señala, en un diámetro de un kilómetro a la redonda existen 13 transformadores de diferentes categorías y potencia. La finca se encuentra en medio de todos estos. La distancia que la separa de la línea eléctrica comercial es de apenas 500 metros. «Entiendo que la instalación de este servicio no es tan costoso y se puede solucionar», insiste.
En 2016 le informaron en la CCS que ya estaba el cheque para realizar la compra de un panel solar para ubicarlo en la finca, y garantizar el alumbrado de la casa. Pero dicho panel solar no llegó. Y al indagar por él le informaron que no se pudo comprar. Todo ha sido un engaño.
«De estar instalada la corriente eléctrica en la finca, expresa, además de mejorar las condiciones de vida de los habitantes de la casa, que se enfrascan en producir alimentos para el pueblo y leche para los niños, se pueden incrementar los volúmenes de siembra de alimentos, por la situación tan difícil que presenta este renglón en la actualidad».
Víctor posee una turbina de agua acoplada a un motor eléctrico de 220 volt trifásico, que emplearía para regadío de los cultivos, y de esa forma aumentar los niveles productivos que tanta falta le hacen a la economía del país. Se siente burdamente engañado y peloteado, pese a que él tuvo que asumir los trámites, cuando la CCS debió representarlo.
«Es conocido que en lugares mucho más recónditos y escarpados del país se ha llevado el servicio eléctrico a comunidades intrincadas de la serranía; espero que se logre dar solución a semejante peloteo y maltrato», concluye Víctor.
Ahora que se han aprobado importantes medidas para desatar definitivamente las fuerzas productivas en el campo cubano, esta historia es una muestra de cuánto hay que desburocratizar los nudos gordianos de la agricultura, para situar en el centro de todo al productor, el verdadero surtidor de riquezas.