Acuse de recibo
Demia Rodríguez Díaz (Cortina 457, entre Carmen y Patrocinio, Víbora, La Habana) relata que ya ni el recuerdo queda de aquella vecina escuela primaria Pedro María Rodríguez, clausurada en los años 80 por peligros estructurales y luego colapsada. Pero sí permanecen allí las ruinas y gran cantidad de escombros, como un monumento al abandono.
Aquel amasijo de todo lo sucio y lo feo ha pervivido como un criadero de ratas e insectos, como un peligroso foco de enfermedades. Y allí se esconden personas a hacer sus necesidades fisiológicas. También ha sido escenario de asalto. Y para colmo, ahora es un vertedero, donde camiones descargan más escombros y basura, lo cual agrava la situación sanitaria del barrio.
Refiere Demia que hace años los vecinos vienen transmitiendo quejas por medio del delegado de la circunscripción, y en el Gobierno y el Partido del municipio de Diez de Octubre. Pero siguen sin respuestas y sin solución.
«¿Será posible que la ciudad, a pocas cuadras de aquí, se engalane, se limpie y se alumbre, y esta zona de la Víbora empeore cada día, sin resolverse un problema elemental de salud, de higiene y ornato?», termina Demia.
«Imagínese que todos los días le llenan su casa de humo. No, no ese humo que nos hacen llegar las personas de salud pública contra el mosquito para prevenir enfermedades y preservar nuestra salud. Me refiero al que vecinos de este barrio, del CDR, les propician a todos por la simple razón de que queman basura o aún no se sabe qué, día tras día en las noches y madrugadas», afirma Michel Johnson, desde Martí No. 310, en la ciudad de Las Tunas.
«Imagínese usted estar durmiendo y a las dos, tres, cuatro de la madrugada su casa se le llene del molesto humo que entra por debajo de sus puertas y se escurre por entre persianas. Personas tosiendo. Imagínese amanecer con una tos incesante y los ojos como si hubiese estado expuesto a un producto tóxico y dañino, y al acudir al médico de familia le diagnostique una alergia.
«Imagínese que eso es todos los días en las noches y las madrugadas. Quien les habla ha llamado cuando ocurre el incidente a la Policía al 106. ¿La respuesta? Nosotros no tenemos que ver con eso, es Salud Pública. Y Salud pública: como es de noche dice que se debe llamar a la policía.
«Mientras tanto nos seguimos asfixiando y aniquilando nuestros pulmones y pasando noches en vela. Los que cometen este hecho, lo hacen de noche pues así pasan desapercibidos ante las autoridades competentes. Si el hecho se comete en las madrugadas, ¿por qué la Policía no atiende a este llamado? Me pregunto. ¿A dónde acudir? ¿Quién nos puede ayudar en este caso? ¿Las personas que atentan directa o indirectamente contra la salud de los demás no están penalizados por la ley?», concluye Michel.
Julio Armas López (calle 158 No. 26901, Bauta, Artemisa) cuenta que en la tienda Santa Emilia, de la Cadena Panamericana, en esa localidad, adquirió hace 12 días una bolsa de leche en polvo al precio de 2.55 CUC. ¡Y qué engaño compró!
Días después, al intentar preparar la leche, descubrió que no se disolvía. Estaba vencida, y no tenía el sello con las fechas de fabricación y caducidad. Julio fue a reclamar. Y cuando se presentó ante el gerente, este le dijo: Tenías que reclamar al momento. Julio le respondió con cierta ironía: Sí, tenía que probar la leche aquí en la tienda…
El gerente le dijo que no tenía solución, porque hacía días que no había leche en polvo allí; y tampoco le podía devolver el dinero. Agregó que habían pasado más de siete días. No había solución.
Julio, quien ciertamente no reparó quizá en la falta de indicaciones sobre vencimiento en la envoltura, concluye que «situaciones como esta, de vender productos vencidos sin sellos de vencimiento, puede sugerir “otros problemas”»…