Acuse de recibo
El pasado 26 de abril, Consuelo Orejas Pérez denunció aquí que el 1ro. de marzo compró una estafa en una bolsa de leche en polvo entera Matilda, de un kilogramo, en la tienda Panamericana La 1ra. del Cerro, de Santa Catalina y Vento, en La Habana.
Al otro día, añadía, compró otra similar. Y con su balanza digital, pesó las dos: una con 0,840 gramos y la otra 0,825; ninguna de un kilogramo, peso que indicaban las envolturas. Estas decían que fueron envasadas por la Empresa Complejo Lácteo de La Habana, pero no mostraban teléfono ni correo electrónico para hacer una reclamación.
La cliente llamó a un teléfono indicado en la tienda y reclamó. Días después la llamaron desde el 7683-6202 (supuso que de Comercio Interior, rector de protección al consumidor). Quien contestó, dijo que no tenían que ver con ello, pues recibían las bolsas en contenedores y no podían pesar cada una. Le aconsejó ir a la planta envasadora.
«¿Acaso tendría yo que ir hasta El Cotorro a formular mi queja?», decía Consuelo, y alegaba que a quien le pagó fue a la tienda y no a la Empresa Complejo Lácteo.
El 30 de mayo revelé respuesta de Chelenin Darias Jorge, director general de la Empresa Complejo Lácteo de La Habana: Afirmaba, después de entrevistarse con Consuelo, que «el producto adquirido por la cliente no es de fabricación nuestra». Y añadió que «la envoltura, sellaje, etiqueta y corte de la bolsa no son propios de las máquinas de nuestra industria; al observarse que el tamaño original de la misma no coincide con el original de las nuestras».
Precisó que con el sellaje vertical se envasó menos producto que el establecido. Y el sellaje horizontal no mostraba las ondulaciones características del propio de las máquinas de esa industria. Además, el corte era liso y no corrugado, como el de las máquinas del Complejo: revelaba que fue hecho a mano y con tijera. Y la etiqueta no era la oficial, pues no recogía fecha de producción y de caducidad, logotipo y teléfonos para comunicarse con el productor.
Tampoco el lote al que aludía la etiqueta de la estafa coincidía con producción alguna de ese surtido allí. Y la descripción oficial del peso en las etiquetas del Complejo Lácteo se refleja en gramos: mil gramos.
«El producto —refería— en ningún momento fue entregado por nuestra empresa a esa tienda en los últimos cinco meses, por lo que se visitó dicho establecimiento e intercambiamos con la gerente, la cual nos planteó que ella estaba recibiendo el cargo hacía menos de un mes. No obstante, planteó que revisaría los pormenores de la queja y los elementos aportados por nosotros y la cliente, pues ellos también la visitaron». Y aclaró que allí conservan la bolsa en cuestión, como prueba.
Ese mismo 30 de mayo, este redactor afirmó aquí que ahora solo quedaba que llegara respuesta de la propia unidad comercial, o en su lugar de la cadena correspondiente.
El 5 de junio pasado arribó la respuesta de Caridad del Carmen Hidalgo Núñez, gerente general de la Sucursal Habana Oeste de Cimex:
La administradora de la tienda visitó a Consuelo y constató que a las bolsas adquiridas les faltaban al menos 60 gramos del producto. Y la cliente dijo que su inquietud iba dirigida principalmente al Complejo Lácteo, a más de aclarar que visitó esa entidad, y la atendió el jefe del área de calidad, además de que le cambiaron las bolsas de marras por otras dos con el peso íntegro.
Refiere la gerente general que, «debido a la problemática surgida, se indicó a los dependientes de almacén de la Cadena de Tiendas Panamericanas que, en el momento de la recepción de esta mercancía, notificaran a los administrativos correspondientes si observaban diferencias en el gramaje sobre este tipo de producto, con el fin de evitar molestias a los clientes».
Y concluye, no sin antes agradecer «que clientes como Consuelo Orejas Pérez ayuden a mejorar cada día el funcionamiento de lo dispuesto en nuestras redes comerciales», declarando «sin razón» el planteamiento de la consumidora.
Al final, los elementos aportados por una y la otra parte no nos permiten saber en qué fase de la cadena irrumpió la vil y peligrosa maraña del fraude. Lo que sí asombra es que Cimex le niegue la razón a la cliente que adquirió la estafa en una de sus tiendas. Aun cuando la artimaña no se haya producido allí, la unidad comercial es también responsable de lo que vende. ¿Por qué, si no, la resultante indicación a los dependientes de almacenes de la cadena?