Acuse de recibo
«Le escribo en busca de ayuda para un amigo de la tercera edad», comienza su misiva el tunero William Daniel Arias García (Luis Aldana No. 14, reparto La Carretera, Amancio). Y a continuación relata la historia del veterano Nicolás, un holguinero que conoció mientras estudiaba en su provincia.
Nicolás López Nelson, narra William, reside en la calle 81, casa número 11, reparto Loma Rebelde, en Mayarí, y desde hace ya un buen tiempo lleva una vida durísima. Aunque William ha intentado apoyarlo, la distancia lo hace bastante complejo y, por lo que narra en la carta, otras ayudas de familiares y amigos han sido esporádicas y poco efectivas a la larga.
El anciano «vive en una casa a cuyas paredes les sobran agujeros. El piso es elevado, hecho de madera y con tablas zafadas por donde fácilmente puede caerse cualquiera… Al mirar el techo de día parece una noche oscura de muchas estrellas, solo que no son estrellas, sino los múltiples agujeros… La cama, si se puede decir que lo es, está conformada por muelles y unos cuantos harapos en los que se acuesta cada noche (no me explico cómo). Hay que decir que Alfonso (un sobrino) lo ayudó a pagar (…) la confección de este colchón meses antes. No tiene en qué beber agua, no tiene en qué comer los alimentos, el agua que bebe y con la que enjuaga las cosas es de un tanque que para qué decir… La ingestión de alimentos no es regular; lo mismo almuerza que no lo hace, desayuna o no, come o no, y así… Siempre sucio, su ropa permanece con malos olores durante varios días, se baña con dificultad y no puede afeitarse solo. Vive solo, su visión es de aproximadamente el diez por ciento, padece de hipertensión arterial y no toma los medicamentos con regularidad. Padece de trastornos del sistema nervioso, que se manifiestan en forma de pérdida temporal de la memoria y temblores en las manos. Casi no puede caminar, lo que se le torna más difícil por el hecho de que no puede ver bien y su situación higiénico-sanitaria es pésima», evoca William, quien ha visitado muchas veces al añoso holguinero.
«Muchas personas —apunta el remitente— lo han ayudado en cosas como lavarle la ropa, limpiarle la casa, darle de comer y hacerle la comida, afeitarlo, atenderlo cuando se siente mal o llevarlo al médico, llevarle la comida desde donde se la elaboran hasta su casa, limpiarle los alrededores, entre otras cosas… Lamentablemente, esta ayuda ha disminuido (…) y se está quedando sin opciones».
Refiere el joven tunero que el sobrino de Nicolás hizo trámites en mayo y junio de este mismo año para internarlo de forma permanente en un asilo, pero el esfuerzo terminó siendo en vano, puesto que no había capacidad para aceptarlo.
Y las ayudas individuales, que tienen la desventaja de la irregularidad y de que, tristemente, se van diluyendo en las cargadas rutinas de todos, no logran garantizarle al veterano una estabilidad decorosa para pasar sus últimos años. Se necesita, piensa William y también este redactor, un apoyo institucional, como el que tiene previsto nuestro sistema de Asistencia Social, para, de manera coordinada y rápida, velar por su vida.
Es este tipo de acciones que se emprenden, sin buscar ganancia material, «solo por ser buenos, por ser justos… por ponerse en el lugar de quien lo necesita y darse cuenta de que, de no hacerlo, le estaríamos faltando al respeto a nuestro sentido común (de humanos) y a la vida», opina el remitente.
Junto a su carta envía varias fotos que hablan más que todo lo dicho.