Acuse de recibo
La gratitud, como ya hemos dicho tantas veces, además de una virtud invaluable constituye una poderosa arma del criterio. Por ello satisface sobremanera recibir misivas como la del pinareño Jorge Luis Salas Hernández (calle Juana Romero No. 189, San Luis), quien desea reconocer públicamente el esmero con que ha sido atendida su madre durante siete años de serias dolencias.
Narra el remitente que en este lapso de angustias familiares han transitado por diversas instituciones de salud desde el nivel municipal hasta el nacional, y en todas han encontrado profesionales receptivos, amables y dispuestos a poner su talento y capacidad en función del paciente.
«Deseo destacar a los médicos y enfermeros y enfermeras del Hospital Epifanio Cuervo Cuervo, de San Luis, que a cualquier hora del día o de la noche han aliviado con prontitud y amabilidad a mi mamá. Y no puedo hacer distinciones de nombres porque en estos siete años han sido tantos especialistas y trabajadores (…) de esa institución los que la han ayudado», señala Jorge Luis.
«También quiero agradecer a la cirujana Maidelis, que actualmente labora en el Hospital General Provincial Abel Santamaría Cuadrado, quien en un momento de la enfermedad de mi mamá fue un ejemplo de profesionalidad, amor, dedicación (…). El primer día que la atendió, mi madre llegó con un sangramiento digestivo al hospital y la cirujana Maidelis estaba de guardia. Actuó con prontitud y precisión. Incluso después, sin corresponderle específicamente a ella, le dio un seguimiento durante meses».
Asimismo, añade el sanluiseño, «la gratitud mía y de mi familia llegue a la doctora Estela, residente de Gastroenterología del mismo centro Abel Santamaría, que estos momentos lleva el caso de mi mamá. Esta galena me ha mostrado cómo debe actuar un profesional de la salud en toda su dimensión: sensible, preocupada, inquieta en cada momento por la evolución del caso; persistente en la búsqueda de una solución para los padecimientos...».
Y cierra su misiva el lector admitiendo que, aunque reconoce aspectos de deterioro, sobre todo material, en nuestro sistema de salud, la experiencia de él, su progenitora y su familia ha sido muy positiva.
Desde calle Primelles y Final, Apto. 9, 5to. piso, Cerro, La Habana, escribe Bárbara Piña Vigil. Cuenta Bárbara que hacia esa dirección fueron movidos ella y su familia en 2014, a causa de un interés estatal, pues anteriormente vivían en la Calle 2, No. 832, entre 39 y 41, Plaza de la Revolución.
Antes de ser mudados residían en su domicilio, aparte de la remitente, cinco personas más: su hija, su esposo, dos sobrinos y la esposa de uno de estos.
Evoca la habanera que, al moverse a este apartamento de dos cuartos, les aseguraron que más adelante les entregarían además «algo más pequeño» para su sobrino, cuya esposa, dicho sea de paso, ahora mismo está embarazada. Sin embargo, ha pasado el tiempo y ya la familia se siente el hacinamiento en una vivienda de tan reducida capacidad.
«Solo pido que se me atienda cuando voy a la Dirección Municipal de Vivienda (no especifica si del Cerro o de Plaza), ya que en muchas ocasiones no nos quieren atender y en realidad no cuentan las cosas como han sucedido. Solo pido, repito, un cambio de vivienda por otra», defiende la lectora.
Y relata que se ha dirigido a varias instancias, pero aún no encuentran solución a su problema.