Acuse de recibo
Lisset Ramírez Hernández escribe con el corazón desgarrado desde calle 12 interior s/n (al lado de la panadería), camino de La Habana, Sancti Spíritus. Su niña de seis años vive encamada desde que nació, porque sufrió una hemorragia cerebral. Y a los dos años fue operada de un PCA, con repercusión en el pulmón derecho, lo que le dejó como secuela una hipertensión pulmonar.
Y desde el inicio, por la necesidad de rehabilitarla entonces, y de trasladarse con ella al Hospital Pediátrico frecuentemente, debido a crisis epilépticas y de hipoxia frecuentes, la familia se propuso crear las mejores condiciones posibles en la casa.
Al mismo tiempo comenzaron las gestiones para que se les instalara un teléfono. Sí, porque Lisset se pasa el día sola con la niña. Y cuando por las crisis la pequeña se pone cianótica, se desespera. Sale con ella en brazos a parar el primer carro que pase, para que la lleve al hospital, bastante distante de su casa.
«Si contara con un teléfono —afirma—, cuando la veo que amanece con mucha falta de aire y las crisis, me facilitaría comunicarme con los especialistas de vías respiratorias que la atienden, y de ser posible con el neurólogo. Y ellos me pudieran orientar qué hacer antes de que se agrave».
El 29 de agosto de 2014, la hermana de Lisset entregó en el Departamento de Atención a la Población del Poder Popular una carta solicitando el teléfono y explicando detalladamente el estado de salud y la excepcionalidad de la niña.
Meses después fue a casa de Lisset una compañera del Poder Popular enviada por la presidenta, y pudo ver con sus propios ojos la situación. Le dijo que le darían respuesta acerca de la solicitud. Pero no fue así…
La hermana de Lisset llamó al Poder Popular y le dijeron que la presidenta había aprobado la solicitud, y la había pasado para las oficinas de Etecsa, la responsable de instalarle el teléfono.
Lisset y su esposo se presentaron en las oficinas de Etecsa, y quien les atendió les dijo que se había analizado la solicitud, pero que en ese momento no había pares. Por lo tanto, resumió, la solicitud quedaba cancelada. Debía hacer otra y entregarla en el Poder Popular. Iniciar de nuevo el trámite. Y si la aprobara de nuevo la presidenta del Gobierno y no hubiera pares, hacerla una y otra vez… hasta que un día coincidiera la aprobación con que haya pares disponibles…
Un amigo que labora en Etecsa les dijo a los padres de la nena que existía una disposición en cuanto a que los casos excepcionales como el suyo, después de aprobados por la presidenta del Gobierno, cuando se recibían en aquella entidad, se aprobaban. «Hasta hoy mi solicitud continúa sin aprobación —manifiesta— y en Etecsa no se ha tratado como un caso excepcional. Creo que ni siquiera se ha analizado con profundidad».
Lisset se pregunta hasta cuándo va a seguir esperando por algo que es una necesidad. Y, en contraste, realza que la atención médica que recibe su niña es «excelente e incondicional, lo mismo en la provincia o cuando me trasladé para La Habana para la operación de cardiopatía.
«Por esa parte me siento feliz, y agradecida a la Revolución, de que siempre mi niña haya sido tratada con tanta profesionalidad y amor por parte de los médicos, y más aún cuando su estado ha sido crítico, con peligro para la vida».
«Más que una respuesta —sentencia Lisset— necesito una solución a esa necesidad del teléfono. Aunque no lo crea, una llamada a tiempo para una consulta oportuna o para solicitar una ambulancia puede salvar la vida de mi niña».