Acuse de recibo
Esta podría ser una canción humorística, casi de absurdo, si no fuera porque su intérprete está entrampado en una de esas trabas ilógicas que tanto daño hacen. Desde el año 2000, el capitalino Alexis Martínez Flores fue audicionado en el Centro Provincial de la Música Adolfo Guzmán como solista vocalista de música ranchera.
«Por no haber plantilla de vocalista —narra Alexis— me dieron «guitarrista acompañante» de música ranchera. No soy guitarrista; esa palabra se respeta muchísimo. Durante 12 años pedí mi plaza como vocalista; me decían que no había, pero seguían entrando solistas».
En mayo de 2002, evoca, viajó como vocalista a República Dominicana. Fue por un mes y permaneció cinco. A su regreso, le volvieron a comunicar que no había plaza de su categoría, así que debía continuar, nominalmente, como guitarrista.
«En 2012 me audiciona el Guzmán. El jurado me felicita. Llegó la audición del Instituto Cubano de la Música (ICM), a la compañera (…) Jefa del Departamento Técnico (no aclara de qué institución), se le olvidó elevarlo al ICM y me audicionaron como guitarrista y no lo soy, por supuesto. Perdí mi trabajo».
Y se cuestiona razonablemente Alexis cómo es posible que durante 12 años se promocione su figura como vocalista para el extranjero, contando incluso con más de 20 actuaciones, con premios en concursos y espacios en la radio nacional, y cuando llegó a la empresa pidiendo que lo examinen de nuevo, pero como lo que es, vocalista, se lo nieguen. «¿Qué tengo que hacer? ¿A dónde debo ir?».
En calle 17 No. 961, entre 8 y 10, Vedado, Plaza de la Revolución, este artista espera respuesta.
La misiva del holguinero Julio César Castro, en nombre de él y de su hija Yanet, es de esas que casi no necesitan acotación o reseña alguna, y se disfruta de arriba abajo con la esperanza de que se multipliquen hasta el infinito los hechos que la provocaron.
«El pasado 2 de julio me dirigí a la TRD Nueva Imagen, de la ciudad de Holguín; iba acompañado de mi pequeña hija de siete años con el propósito de comprarle unas chancletas. Al llegar me dirijo al lugar donde se encontraban los calzados. Luego de un largo rato buscando (…) se me acercó una trabajadora y me preguntó qué deseaba. Le expliqué. Ella me ayudó a buscar y al no encontrar nada se dirigió al cuarto donde tienen el compañero de cada calzado que se muestra. Allí tampoco encontró nada. Luego se dirigió al almacén central de la tienda, donde había entrado mercancía, pero no la habían sacado a la venta todavía. Se me acercó y me dijo que si podía esperar un poquito.
«Después de unos cinco minutos me trajo un No. 31, se le prueba a mi hija y le queda bien, pero no muy holgado. Le pregunto si no hay un 32 y me lo busca de otro color. La niña y yo quedamos encantados. Tanto fue así que le compré los dos pares. Quise agradecerle haciéndole un regalo y me lo rechazó categóricamente diciéndome que ella solo hacía su trabajo.
«Nos despedimos, la niña le dio un beso y nuevamente me dijo “solo he hecho mi trabajo”. El día 4 volví para conocer el nombre de la trabajadora. (…) Cuánta fue mi sorpresa al saber que se llama Mirna y es la gerente de la tienda»…
En sus poquísimas líneas la carta de Enrique R. Martínez Díaz (Santa María No. 112, entre Corrales y Aguacate, Guanabacoa, La Habana) alerta sobre un «foco» bastante peligroso. Nos propone el remitente que «se personen en la escuela primaria Ángel Pío Álvarez, sita en San Sebastián, esquina a Corrales, Consejo Popular Villa 2, Guanabacoa (rutas de ómnibus 3, 5, 195 o P-15). Vean con sus propios ojos el basurero frente a la escuela, en la esquina de enfrente; y, por favor, publíquenlo, a ver si los que pueden resolver el problema hacen algo».