Acuse de recibo
Ismael Cajides se pregunta si los derechos de una familia no son estar unida. Se cuestiona por qué su esposa Raisa Hernández, la madre de sus dos hijos, no puede vivir junto a ellos tres, en Calle 6ta. Nro. 43 A, entre Ciruela y Camino de la Virgen, en el reparto Ciruela, del municipio capitalino de Regla.
Cuenta que en 2010 su mamá recibió en herencia de otro hijo fallecido, el apartamento en la dirección ya señalada. La madre decidió mudarse hacia allí desde la provincia de Las Tunas, junto con todos ellos, pues la señora ya tiene 73 años; y su hijo, nuera y nietos desean vivir con ella.
Lo primero fue ocupar la vivienda, pues allí se instaló ilegalmente una persona. Esperaron con paciencia, hasta que se logró sacar a la ocupante en 2013. Y lograron el cambio de dirección de Las Tunas a La Habana para la madre, Ismael y los dos niños, pero se lo denegaron a la esposa de aquel.
Asegura que hicieron gestiones en la Dirección Municipal de la Vivienda, en las oficinas del Carné de Identidad y Registro de Población y en el Consejo de la Administración Provincial (CAP) de La Habana. Y todo ha sido infructuoso.
«Si estamos casados y debemos estar juntos para criar a nuestros hijos correctamente —la célula fundamental de la sociedad es la familia y su núcleo el matrimonio—, ¿cómo es posible que se pongan tantas trabas para que le acaben de hacer el cambio de dirección?», plantea Ismael.
Él labora como custodio en la empresa Emcor, de Cupet, y su esposa como maestra en la escuela primaria Máximo Gómez, de Regla. Pero como está el asunto, peligra la estabilidad laboral de esta última.
Y este redactor, si bien comprende la necesidad de las regulaciones migratorias hacia la capital, considera que muy importante es la indivisibilidad de la familia como célula de la sociedad, y el derecho de todos sus integrantes a vivir y avanzar juntos.
El pasado 5 de marzo, y desde el Casino Deportivo, en la capital, Fernando Perera denunció lo que consideraba «una inconcebible barbaridad» en la sustitución de postes eléctricos en ese barrio.
Contrastaba como meses atrás quitaban el poste viejo y ponían en su lugar el nuevo. Y más recientemente abrieron huecos en el mismo medio de la acera y los dejaron sin señalización, por lo que hubo que lamentar varias caídas de transeúntes. A pesar de los reclamos de los vecinos, comenzaron a poner los nuevos sin quitar los viejos.
Uno de los trabajadores eléctricos manifestó que ahí quedarían los viejos hasta que se cayeran. Y ante la advertencia de una vecina sobre ese peligro, respondieron que ese no era su problema.
Fernando agregaba que nadie podía transitar por la acera, y no se sabía quién recogería los escombros abandonados, y limpiaría los registros de agua afectados.
Al respecto, responde Ricardo Mangana, director de la Empresa Eléctrica La Habana, que funcionarios de la OBE municipal visitaron a Perera, y comprobaron que los postes viejos fueron retirados del lugar.
A su vez, se explicó que los nuevos se colocaron en la acera, porque variarlos de lugar provocaría un desvío de líneas. No obstante, se iba a analizar la posibilidad de proyectar la mejora del tendido eléctrico.
Con respecto al registro de agua, precisa Mangana que se le ofrecieron disculpas al cliente, y se le comunicó que al día siguiente, al culminar el trabajo, se retiraría la tierra del registro.
«En cuanto a la falta de señalización para evitar accidentes en el área de trabajo, y la forma incorrecta de conducirse y proceder hacia los clientes, añade, resultó ser responsable Abel D. Monferrer Menéndez, especialista A en Redes y Sistemas del municipio. Por tal razón se le aplicó la medida disciplinaria consistente en multa de hasta el importe del 25 por ciento del salario básico de un mes».
Precisa que el 9 de marzo se personó en casa de Ismael una comisión de la Empresa Eléctrica provincial, que se reunió con los vecinos afectados, se disculpó con ellos y recogió opiniones e inquietudes sobre esos trabajos, para que tales hechos no se repitan.
Agradezco la respuesta, y solo comento que de visitar a tiempo el área de trabajo y sondear profilácticamente a los vecinos se hubieran evitado tales desenlaces. Al final uno se pregunta: ¿por qué hay que esperar a que el mal se registre y perpetúe a los ojos de todos, para entonces obrar a raíz de la revelación periodística?