Acuse de recibo
Estar al borde de una carretera intrincada, con la esperanza más larga que la carretera de ser recogido, y el cansancio más largo que la esperanza, es de esas experiencias que uno nunca quisiera atravesar y, mucho menos, repetir. Pero a veces, más de las inevitables, y no solo por problemas materiales del transporte, se repite esta triste escena.
Preguntémosle si no al granmense Ricardo Rivera Rosabal (El Haitial, s/n, Ceiba Vaca, Campechuela), quien narra que encima de contar con muy poco transporte que transite por su poblado, en los últimos tiempos los lugareños han tenido que soportar irregularidades que incrementan la crisis.
«No tenemos guaguas locales para la zona rural, solo un rutero que circula por el día con la ruta San Ramón-Calicito (dos veces), entra a La Norma y a El Realengo una vez por la mañana y una por la tarde; la mayoría de las veces se encuentra roto en el taller. Cuando esto sucede, al ciudadano que se encuentra en las paradas intermedias de este municipio se le hace muy difícil viajar», se lamenta el remitente.
Y agrega que en disímiles oportunidades, tanto los choferes pertenecientes a entidades estatales como los privados no paran a recoger a los pasajeros en estos tramos intermedios.
Igualmente se queja el lector de que «las guaguas de los municipios de Media Luna, Pilón y Niquero ya no entran a la terminal de ómnibus de Campechuela (…) La Dirección de Transporte y los demás organismos que deben chequear esto por el municipio y la provincia de Granma no han sido capaces de buscar una solución para esta situación».
¿Quién lo escucha? ¿Sobre qué ruedas le llega a este granmense la respuesta oportuna?
A pesar de su embarazo, Anayansy Romero Bermúdez no lo pensó dos veces para montar junto a su esposo en sendas motos de alquiler y dirigirse al servicentro situado en Calle A y Carretera del Morro, para comprar la turbina de agua que hacía unos minutos le habían asegurado por teléfono que estaba en venta. Era el 28 de agosto pasado, sobre las 11 de la mañana.
Cuenta la remitente que un rato antes había llamado al establecimiento y la atendió una compañera que dijo ser la contadora de la unidad y le orientó llamar al No. 68-6025, a las oficinas, donde podían orientarla con más precisión. Marcó este segundo número y un compañero, tras presentarse como dependiente, le informó que el precio de los equipos era de 66,45 CUC y funcionaban con 110 volt, relata la lectora.
Pues al llegar a la institución y contactar con una dependienta, esta le contesta a la santiaguera que «qué turbina; que no había ninguna en venta… Imagínese mi desconcierto. Le pregunto que cómo me iba a decir eso (…), que yo había hecho gastos de viaje para ir hasta allí y adquirirla (…) Y ella me pregunta (…), que si yo había hablado con ella…».
Al manifestar Anayansy su intención de quejarse y solicitar los nombres de los empleados que la atendieron, se negaron a proporcionárselos, sostiene.
«A la salida de la tienda, un "merolico", al percatarse de mi reclamo, se me acerca y me propone una turbina de las que estaban allí a 66,45 CUC a 150 CUC, casi tres veces su costo», refiere la lectora.
Ante la circunstancia de que le dijeran que no había existencia de esos medios, cuando poco antes otro trabajador le había manifestado que sí, le resulta difícil a la lectora no desconfiar de la transparencia alrededor del funcionamiento de la entidad. Por ello requiere que le aclaren lo sucedido. ¿Acaso había «turbinas» ocultas moviendo la venta de estas turbinas? En los Tejadas No. 8, entre Trocha y General Lahera o en Trinidad 272 bajo, entre Corona y Rastro (Dirección de Tránsito), esta ciudadana espera una respuesta.