Acuse de recibo
La imagen de Cuba no la degradan quienes critican lo que anda mal, esos que transparentan públicamente los entuertos y exigen y trabajan por soluciones; sino quienes, a la sombra de una entidad estatal, medran y humillan, con sucesos de muy baja ralea.
José Ángel Pardo (Calle 67 No. 11420, entre 114 y 116, Marianao, La Habana) cuenta que su esposa Yanet Bonitto fue avisada el 30 de julio de 2012, por una prima que reside en Suecia, del envío de un bulto postal por medio de Correos de Cuba.
Luego de varias semanas de espera, José Ángel se personó en el correo de Avenida 51 esquina a 128, en Marianao, y le entregaron el bulto postal. El paquete tenía una envoltura no habitual: un nailon sellado con un plástico, y todos los artículos contenidos en el interior empapados en agua.
José Ángel se negó a recibirlo así. Y se hizo la reclamación pertinente el 27 de septiembre en las oficinas de Correos de Cuba de Avenida 33-A entre 82 y 84, en Marianao, ante una funcionaria llamada Tatiana, quien les dijo —para asombro de ellos— que era muy probable que no procediera la reclamación.
El argumento de Tatiana fue que si el bulto pesaba lo acordado, era señal de que no hubo sustracción de artículos; así, mecánicamente, aun cuando los mismos estuvieran en mal estado, incluido un teléfono celular que nunca sirvió para nada. La reclamación solo era válida si había pérdida. No es fácil, amigos lectores… «Desde ese momento —significa él—, ya estaba en juego la seriedad de Correos de Cuba, a mi juicio».
La funcionaria les dio un número de teléfono para comunicarse, en pos de la respuesta. Tuvieron que esperar varios meses, y el 17 de enero recibieron una citación para que Yanet se presentara en las oficinas de Correos de Cuba en calle 33-A entre 82 y 84. Y les dijeron que sí procedía la indemnización: les correspondían 130 CUC de reposición, por deterioro del bulto.
Casi tres meses después, les comunicaron que no sería tal cantidad, «pues Aerovaradero, que es la encargada de recepcionar esos envíos y (es), según Correos, la responsable del problema, no pagaría aquella cantidad a los afectados, pues ellos poseen una tarifa para esos casos, y solo nos correspondería alrededor de 80 CUC.
«Han transcurrido diez meses —señala impaciente José Ángel— y nada de dinero. Solo excusas y más excusas. Por último, me dicen que ya los cheques están firmados, pero en el Banco que debemos cobrarlos la persona encargada de recibir y autorizar ya no está. Y ahora el Banco debe nombrar otra persona para esa función.
«Hoy, 9 de mayo, nada se ha resuelto. Me pregunto hasta cuándo tendremos que soportar el maltrato, la mentira y la falta de respeto de una entidad que cobra desde el extranjero ese servicio. ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar para que por lo menos se indemnice el envío y se palie el daño causado?».
Reynaldo Díaz Ramírez (Constitución No. 81, entre Avenida de la Libertad y Máximo Gómez, Guáimaro, Camagüey) no comprende por qué no puede vender algo que es de su propiedad personal, legalmente registrado, en un país que ha flexibilizado muchas compraventas antes prohibidas.
Señala el remitente que desde 1955 él posee un garaje en áreas fuera de su vivienda en Guáimaro, actualmente inscripto en el Registro de la Propiedad, con todos los requerimientos legales. Y al no poseer hace años vehículo automotor, lo ha intentado vender.
Pero los organismos referentes le plantean que dicha operación no está concebida por la Ley, lo cual le parece un absurdo, partiendo del hecho de que otras personas sí poseen auto y están necesitadas de un garaje.
Si los autos y las viviendas pueden comprarse y venderse, ¿por qué no su garaje? Reynaldo no entiende. ¿Puede algún especialista o institución dar más luz sobre el asunto?
No quiero concluir sin antes enviarles un beso de admiración y acompañamiento a las madres cubanas, esas fogoneras de todos nuestros anhelos e ilusiones por una vida superior y más digna, aferradas a la verdad, la justicia y el amor.