Acuse de recibo
Quienes archiven fielmente las historias humanas que recalan en esta columna, tal vez recuerden a Olivia Ramírez Ortiz, la madre granmense que el 26 de noviembre de 2009 compartió aquí la compleja situación que ella y su hijo atravesaban por no contar con una vivienda vivible.
El pequeño padece de una cardiopatía congénita crónica, es Síndrome Down y lo ataca una insuficiencia pulmonar severa. Los médicos, desde el 2007, recomendaron a Olivia mantenerlo en un ambiente lo más sano posible. Pero ella, anclada en la intrincada naturaleza de Buey del Gallego, s/n, Veguita, Yara, a 12 kilómetros del hospital más cercano, solo con un consultorio sin ambulancia ni otro medio de transporte a su alcance, no podía sino desvelarse pensando en su niño.
Por eso comenzó a hacer gestiones para que la incluyeran en algún plan de construcción de viviendas; o por que le dieran un solar, o por que le facilitaran materiales... Nada llegó entonces.
Saltan a la vista las dificultades económicas del país y los esfuerzos para repartir equitativamente lo que tenemos y multiplicar la producción en bien de todos, decíamos entonces. Pero lo que no debe faltar nunca —argumentábamos— es la palabra solidaria, el oído atento, el hombro rápido para auxiliar a un cubano en problemas. «Que no falten manos», titulábamos el caso entonces.
Y cuando llegó y publicamos el 23 de enero de 2010 la respuesta que enviaba Bartolo Olivera Puebla, a la sazón presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular (AMPP) en Yara, comprendimos que habían faltado manos.
Explicaba entonces Bartolo que la queja de Olivia remitida al Consejo de Ministros fue trasladada a la Oficina de Atención a la Población del Poder Popular de Granma el 29 de abril del 2009. Y el 7 de julio de ese año se elaboró la respuesta, con la cual la promovente no había estado conforme, porque no se daba solución a su problema.
También refería el dirigente que una comisión le había explicado a Olivia que la situación de las viviendas en el municipio era muy crítica «y que a ella, al no estar incluida en el plan del 2009, sería muy difícil poder asignarle recursos».
«El Consejo Popular Buey del Gallego—detallaba entonces el funcionario— tiene una población de 2 711 habitantes… Es un consejo completamente rural, con 937 viviendas, donde el 65,5 por ciento están evaluadas entre regulares y malas. Los caminos en la época de primavera se tornan intransitables y, a pesar de los arreglos, se vuelven a destruir»...
También informaba el directivo acerca de las atenciones que los trabajadores sociales de la provincia habían brindado al niño de Olivia y sobre los 15 casos de pequeños con enfermedades oncopediátricas que existían en el municipio, y se laboraba en problemas de sus viviendas.
«Reconozco que pudimos haberla atendido en la sede del Gobierno en una entrevista con las personas y directivos que trabajan en el sistema de la Vivienda y evitarle molestias. Haremos lo posible por incluirla en algún plan», finalizaba el directivo.
Y ahora, casi terminando el 2012, arriba a nuestra redacción otra misiva con la clara caligrafía de Olivia... Según cuenta, la incluyeron finalmente en el plan de edificaciones de 2010. A fines de ese año le comunicaron que su construcción no se realizaba por falta de acero. La pasaron para el plan de 2011. Y entonces lo que faltaba era el cemento.
«Se replantea la vivienda; se abren los huecos para echar los tacones después de convencerme porque yo no quería el solar que me dieron, pues es en un lugar al pie de un canal (...); mi niño tiene un problema serio para vivir donde haya humedad (...). Me dijeron que esos eran los solares de la micro, los que habían aprobado. Pero el caso es que ni allí ni en ningún otro lugar», evoca la mamá.
En mayo de este año, Olivia se encaminó nuevamente al Poder Popular (no especifica si municipal o provincial). Le contestaron. Le contestaron que su casa «salía este año».
El 20 de octubre, cuando nos escribió, aún no tenía nada en las manos.
¿Qué ha faltado en este caso? ¿Acero? ¿Cemento? ¿Transporte? Puede que sí, y es comprensible. Pero a más de tres años de la primera alerta pública, con un niño enfermo de por medio, parece que el mayor faltante para atender a esta madre en Buey del Gallego es un material más imprescindible, que no se comercializa en ninguna parte. Algunos lo llaman sensibilidad.