Acuse de recibo
Esta columna siempre se alistará en el repudio al maltrato de los animales, esas criaturas inferiores en la escala biológica que tanto entregan al ser humano, y que son tan vejadas por personas apegadas a la barbarie.
La denuncia de hoy la remite María Trasanco, de calle N, No. 336 esquina a 25, Vedado, La Habana; pero su carta la suscriben otras 17 personas sensibles ante las crueldades que se ven por ahí: peleas de perros, sobreexplotación de bueyes, mulos y asnos; y la sobrecarga hasta límites excesivos de los briosos caballos, tanto en carretones, como en coches de pasajeros.
«Se pueden ver los caballos horas y horas bajo el inclemente sol del trópico —afirma—, mientras los cocheros están a la sombra, sin preocuparse por buscarles a ellos también una sombra que los alivie.
«En igual sentido, también recargan los coches con una cantidad de personas superior a la fuerza de tracción animal. En Varadero, incluso, vimos desmayarse un caballo que comenzó a temblar por el calor y por el exceso de peso de los obesos ocupantes».
Uno de los espectáculos más bochornosos, agrega, son las golpizas que les dan ciertos dueños a sus animales de tiro y carga, desconociendo los llamados de atención de algunas personas, que terminan contemplando la escena con impotencia.
Lo peor de todo es que esos abusadores descargan sus bárbaros instintos a la vista de niños y jóvenes, que se acostumbran a recibir la agresividad y la violencia como algo natural.
Al final, el alerta desemboca en la ausencia de una autoridad efectiva para frenar esos excesos, de los desmanes de su pariente supuestamente más desarrollado, el único pensante entre todas las especies.
Bestias son en todo caso esos arrogantes que supuran maltrato. ¿Dónde se extravió, en su lejana infancia, ese amor a nuestros humildes compañeros en este periplo por la vida? ¿Qué diría Juan Ramón Jiménez, el poeta que llevó al burro Platero a las cimas de la belleza y la ternura?
Ángela Fernández Torriente (Avenida 23, Edificio 7, apto. 6, entre 8 y 10, Ampliación San Matías, San Miguel del Padrón, La Habana) es una anciana de 71 años y sorda, pero puede oír perfectamente la voz del corazón.
Por ello, quiere felicitar, en nombre de todos los sordos de Cuba, a los técnicos del Instituto Cubano de Radio y Televisión que hacen posible el sistema close caption, ese que va derribando barreras y soledades.
«Muchas gracias a ellos por ayudarnos a entender lo que sucede en el mundo, con el Noticiero, o a seguir las novelas y Tras la huella».
¿Qué fiebre picó en el Correo de Amarillas, en la provincia de Matanzas? Lo cuentan pobladores de esa localidad: Elsa Alonso (calle Martí No. 27 e/ Pintó y Democracia), Amed Mateo, Guillermo Mateo, Yadislenis Méndez y David Bacallao. Y parece sacado de un relato fantasmagórico.
El asunto es que hace unos tres meses dicha unidad postal comenzó a «extinguirse». De las ocho horas de servicio que debe prestar, ha ido menguando su servicio, al punto de que hoy permanece abierto apenas una o dos horas cuanto más.
Virtualmente ha ido disminuyendo su objeto social, y ahora solo funciona como estanquillo de prensa, con un horario irregular, entre las 11 de la mañana y la 1 y 30 de la tarde. A veces puede ser solo 15 minutos o media hora lo que abre.
«En estos momentos —señalan—, para enviar un telegrama, giro telegráfico, comprar sellos de franqueo o de impuestos sobre documentos, o para pagar la cuenta telefónica, tenemos que trasladarnos a Calimete, a seis kilómetros de distancia, con el estado crítico del transporte y los gastos adicionales que ello conlleva».
¿Renunciaron inconsultamente a la jornada laboral o pretenden incomunicarse del mundo?