Acuse de recibo
Miriam Martínez Figueredo (Coronel Chávez No. 174, entre Miró y Maceo, San Luis, Santiago de Cuba) tiene, con sobrada razón, criterios muy adversos acerca de la confiabilidad y el rigor del expreso por carga de Ferrocarriles de Cuba.
Cuenta la lectora que el 31 de marzo pasado le fueron enviados, desde la provincia de Matanzas, dos bultos con carta porte número 30496, los cuales contenían objetos de valor, como un taladro que fue sustraído, a pesar de que estaba declarado.
Para compensar el peso de lo robado, habían depositado un pomo con capacidad de cinco litros, lleno de agua. Así llegó al Combinado Ferroviario de San Luis, según los propios trabajadores. También el otro bulto venía violado, con el sello de seguridad roto.
Miriam se dirigió inmediatamente al Combinado Ferroviario de San Luis, y allí contactó con el encargado del expreso, quien prometió darle solución al caso. Pero la afectada no ha recibido respuesta alguna.
No es la primera vez que aparecen denuncias acerca de extrañas «desapariciones» de mercancías en bultos enviados por el expreso. Lo peor es que la imagen de Ferrocarriles de Cuba se ve empañada por tales tropelías, ante los ojos del cubano, que deposita toda su confianza en ese servicio. Y esa confianza, se descarrila.
Leicy Cruz lo confirma desde su hogar, en Avenida 250, Edificio 3508, apto. 17, entre 35 y 37, San Agustín, La Lisa, La Habana: pensó que estaba soñando en aquel ómnibus 410, de la ruta P5, en que viajó el viernes 16 de marzo, desde La Habana Vieja a Playa, entre las siete y las ocho de la noche.
«Tuve el placer de disfrutar un viaje como Dios manda: con una música agradable, romántica, en tono mesurado. El chofer, además, llamó la atención en buena forma a unos muchachos que comenzaban a tocar rumba utilizando el mismo ómnibus como instrumento. Me quedé maravillada.
«Me he fijado en el número del ómnibus; y después de ese día me he topado dos veces con este, y ha sido la misma paz. Cuánto nos gustaría que siempre fuera así en otros ómnibus. Pero, lamentablemente no lo es.
«Por eso vale la pena que le llegue a ese chofer desconocido el agradecimiento de esta pasajera, por ayudar a sus semejantes a llevar una vida más placentera».
Quien no sufre por el bolsillo, únicamente reprendería como algo cominero la inquietud del lector Manuel Rodríguez, vecino de Avenida Guanabacoa y 1ra., edificio Abelardo Rodríguez, apto. 8-A, reparto Chibás, Guanabacoa, La Habana.
Porque a quien le cuesta cara la vida, comparte la duda de Abelardo, ante los «disímiles» precios a los cuales se venden ciertos productos en la red de establecimientos en divisas. No es la primera vez que aquí irrumpen denuncias sobre «extrañas» diferencias de precios.
Cuenta Manuel que la semana antepasada visitó una pequeña tienda de venta en CUC cercana a la esquina de Infanta y Espada, en la Rampa capitalina. Vendían queso crema Nela, de producción nacional, a 0,30 CUC la unidad, bien claro fijado en el letrero.
Volvió Manuel la semana pasada al mismo lugar, y no había el producto. Se encaminó a la venta que está en Malecón y Príncipe, al lado de los talleres de la Fiat. Y allí se ofertaba el mismo queso crema, pero no aparecía letrero del precio por ningún lugar. Le preguntó a la dependienta cuánto costaba, y ella le respondió que 0,50 CUC la unidad.
«¿Cómo esto es posible?, pregunta. ¿Puede existir un 66,7 por ciento de incremento de precio en un producto de producción nacional, de una tienda a la otra? ¿Es un error o un robo?».
Lo más preocupante, según Manuel, es que tal extraña divergencia está registrándose constantemente en muchos establecimientos comerciales, ante los ojos de los propios consumidores.