Acuse de recibo
Desde la calle 33 No. 2606, entre 26 y 28, Nueva Gerona, Isla de la Juventud, escribe alarmado Alberto del Valle Lago, un jubilado de 84 años que merece paz después de una vida entregada al deber, al punto de ostentar el título de Héroe Nacional del Trabajo. Pero Alberto no descansa mientras presencie el irrespeto por la historia y el presente del país.
Refiere el veterano que vive frente al Memorial El Pinero, sitio patrimonial de ese municipio especial, por encontrarse allí, como un monumento a la libertad, el casco de la embarcación homónima, en la cual navegaron hacia la isla mayor los moncadistas cuando salieron amnistiados del Presidio Modelo, en 1955.
La Plaza se concibió para la realización de actos políticos y conmemorativos. Pero en los últimos tiempos ha sufrido una extraña y degenerante metamorfosis, según Alberto, hasta convertirse en una discoteca pública.
«El casco del barco de tanta significación histórica y de orgullo para el pueblo pinero y los visitantes que concurren a la Isla, apunta, se ha convertido en un mural inundado de grafitis con palabras obscenas y nombres de personas que no comprenden el valor histórico de este.
Apunta el remitente que la Empresa de Comercio y Gastronomía ha ubicado varias carpas o quioscos, en los cuales se expenden bebidas alcohólicas y productos alimenticios a cualquier persona, incluyendo menores de edad en lo referido a las bebidas.
La diversión comienza desde horas de la tarde hasta altas horas de la madrugada todos los fines de semana, con un excesivo volumen en la música. Aparte de la contaminación sonora, los vecinos como Alberto, que residen apenas separados por una estrecha calle, también sufren la desvergüenza de que luego de los excesos, utilicen el frente de sus viviendas como baños públicos.
También el anciano denuncia los altercados que se registran entre personas que frecuentan el sitio, con el peligro de daños a las viviendas, la concurrencia de innumerables vehículos de tracción animal transitando a la carrera como si se tratase de un desierto, y arrojando las heces fecales y el orine de las bestias. Al cuadro de las desmesuras se unen los conductores de bicitaxis, que con música propia y a altos decibeles, se aglomeran a ambos lados de la calle.
Otra afectación, según Alberto, es la sustracción de electricidad de los postes allí ubicados por trabajadores por cuenta propia, para garantizar la venta de sus productos.
Y para colmo, el anciano asegura que ciertas parejas hacen culto del exhibicionismo público; y en ocasiones se exceden en los juegos sexuales en portales de viviendas y de centros laborales, fundamentalmente en zonas oscuras y no tan oscuras.
Afirma que los vecinos ya han agotado todos los recursos en el municipio para que se resuelva esta situación. Y la respuesta es que no existen otros lugares de esparcimiento. Sin embargo, aduce Alberto, cuando se celebran el Festival de la Toronja o los carnavales se preparan otros sitios más alejados de áreas residenciales.
El asunto, según él, es que «es el sitio más cómodo y céntrico para ellos recaudar ingresos, sin detenerse a analizar el daño que ocasiona al pueblo».
Todo esto, agrega Alberto, se plantea constantemente en las reuniones de los CDR y de rendición de cuentas del delegado. Este último les comunicó que había puesto en conocimiento de la Asamblea Municipal del Poder Popular tal situación; y la respuesta fue que las actividades se trasladarían a otro lugar recreativo. Pero apenas se cumplió en dos fines de semana, pues retornó todo a la Plaza.
«¿Cómo es posible que aún no se tomen medidas radicales respecto a este problema?, cuestiona Alberto y agrega: máxime si se trata de un monumento histórico, una plaza con igual carácter, y colindando con un río que es la prioridad de descontaminación que tienen las instituciones del municipio, y que por estas fiestas sufre un mayor arrojo de desechos».