Acuse de recibo
Una noche de marzo de 2007, y profundamente dormidos, Dailys Delgado, el esposo y sus dos niñas fueron víctimas de un robo con fuerza en su hogar, sito en Avenida 42 No. 7102 entre 71 y 73, en la ciudad de Cienfuegos. Solo quien ha sufrido tal vileza, sabe las secuelas que deja.
En agosto de 2007, los autores del robo fueron condenados a ocho años de privación de libertad y a indemnizar a las víctimas por 6 534,05 pesos. El 25 de ese mes, Dailys certificó una carta a la Caja de Resarcimiento, entidad encargada de hacer cumplir la indemnización, para que se hiciera efectiva la misma. En febrero de 2009 —un año y seis meses después— y sin respuesta, envió otra misiva indagando el porqué de la demora.
Cuatro meses después, sin respuesta alguna, el padre de Dailys fue a la Caja de Resarcimiento. Allí, una amable persona, llamada Hilda, le aseguró que la sentencia obraba en la Caja, pero había sido devuelta en abril de 2008, a fin de aclarar el motivo de indemnización, a la Sala Primera de lo Penal del Tribunal Provincial de Cienfuegos.
El padre de Dailys se presentó en dicho Tribunal, y allí le dijeron que la copia de la sentencia la habían enviado por valija. Entonces pidió otra copia, y la envió él mismo certificada a la Caja de Resarcimiento.
Tras un año y siete meses, el pasado 17 de enero Dailys me escribía que, increíblemente, ¡aún no había recibido respuesta! Volvió a enviar otra copia de la sentencia con una cuarta misiva.
Poniéndose en la situación de Dailys, uno se pregunta por qué un ciudadano, por demás víctima de un delito, tiene que también sufrir la incertidumbre de no ver llegar la indemnización, y caerle atrás infructuosamente a una Caja de Resarcimiento que… no acaba de resarcir, y tampoco da respuesta.
El sentenciado es el obligado, mediante la Caja de Resarcimiento, a pagar la indemnización. De no hacerse cumplir el fallo por tanto tiempo, puede crearse una sensación de impunidad, tanto en el acreedor de la misma como en el deudor; algo muy pernicioso y poco educativo.
Geraman Estravis Rodríguez (San Juan Bosco 146, entre San Mariano y Vista Alegre, Víbora, La Habana) se sorprendió cuando el pasado 3 de febrero intentó extraer dinero de la cuenta No. 052331, que tenía de un inicio conjuntamente con su madre —ya fallecida—, en la Agencia 2972 del Banco Popular de Ahorro.
Sí, porque luego de haber ingresado en la misma durante 14 años la suma de 7 090,56 pesos, le comunicaron que la misma estaba cerrada. ¿Cómo es posible, sin el conocimiento de los titulares, y sin movimientos en la misma?, cuestiona Geraman.
Entonces le dijeron que debía presentar el certificado de defunción de su madre. El 9 de febrero lo llevó, y no aparece la cuenta bancaria. Volvió a la agencia el 15 y el 18 de febrero; y la gerente comercial le informó que se iba a investigar el asunto.
«Hasta el momento no aparecen los documentos primarios ni el dinero, así como tampoco se investiga. ¿Dónde está el dinero?, pregunta Geraman. Y de verdad que semeja un misterio, digno de Hércules Poirot.
Leidi Tió de los Santos es una niña de 12 años que padece atrofia muscular avanzada en grado severo; y llegó recientemente en estado crítico con peligro para su vida al Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, de la capital.
Allí la atención de los doctores Zamora y Aracelys, sin escatimar tiempo ni recursos, logró devolverle la vida a la niña, que ya está de nuevo en su casa.
Lo cuenta la abuela de Leidi, Arminda Echemendía, vecina de San José 266, entre Calvo y Bécquer, Guanabacoa. Y agradece en nombre de toda la familia a los doctores mencionados, y también a los galenos Wong, Hilda y Yanet, de la Sala de Terapia Intensiva; a los enfermeros Julián, Mario, Yusmari, Yipsi, Yemil y Alie, y en general a todo el colectivo. «Tienen llenas de besos las manos», dice Arminda.