Acuse de recibo
María Esther Reus, ministra de Justicia; y Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo Popular, responden de conjunto a la denuncia de Serafina de la Caridad Vélez, de la Isla de la Juventud.
Antes de revelar la respuesta, he aquí la historia de Serafina, narrada el pasado 20 de junio:
El 10 de abril de 1996 solicitó servicios al Bufete Colectivo municipal para que en su acta de inscripción de nacimiento, asentada en el Registro Civil de Plaza de la Revolución, en la capital, se enmendara un error en el nombre de su madre. Y el 23 de julio de 1996, la sentencia 355 del Tribunal Municipal de la Isla de la Juventud declaraba con lugar la demanda de Serafina.
En el 2000 solicitó una certificación de nacimiento y aún salió con el error. En el Tribunal Municipal le mostraron la prueba del envío de la sentencia, con la constancia de que fue recibida en el Registro Civil de Plaza. En mayo de 2002 pidió otra certificación de nacimiento, y ahí estaba el mismo error. Volvió al Tribunal Municipal. En 2005 de nuevo solicitó la certificación: lo mismo.
Visitó el Registro Civil de Plaza en 2006. Allí buscaron, y no constaba que hubiera llegado la sentencia. La directora le explicó que ese trámite no lo hace el solicitante sino un miembro del Tribunal, debidamente autorizado.
Serafina fue al Tribunal de Nueva Gerona, y la citaron para obtener la documentación y enviarla. Se confirmó después que los papeles estaban en Plaza. Ella esperó un tiempo y retornó al Tribunal de Nueva Gerona en abril de 2007: allí supo que tuvieron que reenviar los documentos porque faltaban la fecha de firmeza de la sentencia y otros datos.
El 13 de octubre de 2008, en el Tribunal de Nueva Gerona, le informaron que Plaza había dado acuse de recibo del documento. Y el 27 de ese mes, ella pidió una certificación de nacimiento en el Registro Civil de su municipio: al día siguiente le respondieron que en el Registro de Plaza no aparecía anotación sobre subsanación de error.
Serafina rogó en el Tribunal Municipal le dijeran quién recibió el documento en Plaza y la fecha. Unos días después le mostraron que los papeles de marras habían sido enviados el 22 de julio de ese año, recibidos con cuño y firma del Registro de Plaza.
Fue al Registro de Plaza, y allí el 29 de abril de 2010… ¡le expidieron una certificación de nacimiento con el error! Volvió el 18 de mayo al Registro de Nueva Gerona, y de allí llamaron al de Plaza: Respondieron que… ¡allí no había llegado ninguna subsanación! «Después de 14 años, ¿qué más debo esperar?», refería decepcionada.
Así, refieren la Ministra de Justicia y el Presidente del Tribunal Supremo Popular que, del examen del expediente judicial, y de las constancias de los trámites hechos por el Tribunal Municipal de la Isla de la Juventud y el Registro del Estado Civil de Plaza de la Revolución, comprobaron que Serafina tiene razón: fue afectada por la demora y la insensibilidad en la atención recibida.
Informan que, además de ofrecerle respuesta a Serafina y cumplir el trámite tantas veces por ella solicitado, se adoptaron las medidas correspondientes —no precisan cuáles— con la jueza y la secretaria del Tribunal que tuvieron responsabilidad directa en el maltrato. En cuanto al Registro Civil, fue imposible porque la registradora principal de entonces ya no labora en esa entidad.
«No obstante —señalan—, se promovió entre los trabajadores de los centros implicados la reflexión sobre el comportamiento ético y la necesaria calidad del servicio que nuestras instituciones están obligadas a brindar».
El análisis de las deficiencias en la tramitación del caso, plantean, ha permitido al Ministerio de Justicia y al sistema de tribunales hacer nuevas precisiones para perfeccionar los procedimientos conjuntos, que permitan el ágil y efectivo cumplimiento de las sentencias que dispongan anotaciones registrales.
Le ofrecen disculpas a Serafina por el maltrato en ambas entidades, y agradecen a JR la publicación del caso, que les permitió conocer y resolver deficiencias en tal sentido. Prometen que seguirán esforzándose para garantizar el trato diligente y servicial que el pueblo merece.