Acuse de recibo
Luis Carlos Batista Morales (Santovenia No.109, entre Patria y Lindero, Cerro, Ciudad de La Habana) y su novia habían convenido un almuerzo especial. Por eso aquel 25 de junio se fueron hasta la pizzería Doña Rossina, en la calle I esquina a Calzada, en el capitalino Vedado. Sin embargo, el ambiente del sitio, que pertenece a la cadena de Restaurantes de Lujo, les dejó mucho que desear.
Su carta, que publicamos aquí el 28 de julio último, narraba los excesos del barman, quien se encontraba en penoso estado de embriaguez; la música altísima en el lugar; un desorden que permitía la entrada y salida de personas no autorizadas hacia las áreas de elaboración y la presencia de algunas personas conversando y riendo estridentemente en la barra; la demora increíble para recibir el servicio… todo únicamente atenuado por la eficiente labor de la camarera que estaba al frente del salón. Ante las alertas de ella fue que el administrador del centro tomó medidas correspondientes.
Al respecto llega la misiva de José Ramón Zorrilla Fernández de Lara, director general de la Empresa Provincial de Restaurantes de Lujo.
Tras la investigación del caso —explica José Ramón—, la empresa reconoce que los hechos expuestos por el remitente en su queja fueron tal y como se describieron, y así quedaron plasmados además en el Libro del cliente de la entidad.
Al revisar este documento, la comisión investigadora pudo comprobar que de 19 opiniones recogidas en el período de mayo a julio de este año, solo una tiene carácter negativo, argumenta el Director. En la reunión efectuada con los integrantes del colectivo, estos manifestaron su rechazo a las indisciplinas llevadas a cabo por el barman; su reconocimiento a la enérgica y profesional actitud asumida por la capitana, y el compromiso de seguir brindando un servicio de calidad.
Al responsable máximo de las alteraciones de aquella jornada, por su estado de embriaguez en horario de trabajo, se le aplicó un traslado definitivo a otra plaza de menor remuneración y condiciones laborales distintas, que cumplirá en otra unidad de la empresa. Al administrador de Doña Rossina se le impuso una amonestación ante el Consejo de Dirección por su responsabilidad colateral con los hechos.
También se envió una carta a este restaurante para ratificar que:
-«El servi-bar de la unidad es solo para realizar el servicio al salón y no para estancia de clientes consumiendo exclusivamente bebidas alcohólicas.
-«(Se debe) Exigir la limitación del acceso de personas del salón hacia la cocina: a pesar de ser una instalación pequeña, este acceso es solo para el uso del personal de servicio.
-«La música es exclusivamente “de fondo” y se prohíbe incrementar su volumen bajo ningún concepto».
El directivo termina su misiva reiterando el agradecimiento a Luis Carlos por haber señalado la mancha del infausto día, que esperan no se repita.
Los problemas de la capitalina María Caridad Gómez Pérez (Ave. 55, No. 8205-A, entre 82 y 82-A, Marianao) son algo pesados. Más bien son dos moles de metal con forma de camión que le han estacionado en el frente y el fondo de su vivienda.
«Delante de mi nueva puerta —narra María Caridad— tengo parqueado este camión que obstaculiza la entrada y la salida de mi casa… Más atrás hay otro camión muy viejo (un casco). Las cabinas de ambos son usadas para todo tipo de necesidades, son blancos de piedras y juguetes peligrosos para niños».
Cuenta la remitente que ha hablado varias veces con el dueño de los vehículos para que los corra o retire definitivamente del sitio. Nada.
«Como si fuera poco están asfaltando la calle y dichos camiones impiden el trabajo. Cuando llueve el espacio se llena de agua y fango…».
Y al terminar de leer la misiva uno se pregunta hasta cuándo puede «parquearse» el descuido de algunos ante las narices de muchos sin que nada ocurra.