Acuse de recibo
Cada golpe, durante más de un año, reducía a escombros la tranquilidad de Modesto Crespo, su familia y el núcleo de vecinos. Cuando comenzaron a destruir el edificio situado en los números 10 y 11 de la calle O, entre 17 y 19, en el Vedado, Plaza de la Revolución, Ciudad de La Habana, el remitente, que habita en el número 14 de la misma vía, empezó sus estremecimientos.
Pedazos de fibrocem, cortes del servicio de gas, polvo de hormigón, interrupciones del fluido eléctrico. Fueron muchas las molestias y pocas las medidas de protección para los afectados, según denunciaba Modesto en estas líneas el 3 de septiembre de 2009.
Cuando terminaron de reubicar a los habitantes del edificio condenado a morir, vino otro problema. Los espacios que quedaban del inmueble comenzaron a ser utilizados como baño público.
Hasta entidades de la Dirección de Vivienda, Empresa de Demoliciones y Gobierno del municipio llegó el reclamo del capitalino. Una propuesta de hogar de tránsito que le hicieron, implicaba que los dos núcleos familiares vivieran en un mismo espacio.
A propósito, responde Graciela Margarita Martínez, directora de Vivienda en el municipio. Explica Graciela que los núcleos citados están compuestos por seis personas: tres hombres, dos mujeres y un niño.
«Para poder ejecutar la demolición del edificio de O... se solicitó por la Dirección de la Vivienda en Plaza de la Revolución a la Dirección Provincial de Ciudad de La Habana, la ubicación temporal de la familia en un apartamento de cuatro cuartos en calle 21, no. 557 altos, entre C y D (también en el Vedado), lo cual no fue posible por la no aceptación de dichos núcleos».
Y culmina la Directora explicando que a partir de la queja expuesta en la columna se determinó paralizar la demolición del edificio hasta que se cuente con un fondo donde ubicar a las familias afectadas, que sea aprobado por estas.
Agrademos a Graciela su respuesta y esperamos que más temprano que tarde puedan conjugarse las necesidades del derrumbe de la obra con los reclamos de los ciudadanos. Ah, y que se tomen medidas para evitar que personas inescrupulosas tomen el sitio en ruinas para sus necesidades fisiológicas.
La segunda misiva de hoy la envía la cienfueguera María Caridad Contreras Díaz (Calle 77, No. 6229, entre 77 y 79, Tulipán, en la Perla del Sur). Desde que el ciclón Dennis golpeara totalmente su vivienda, en 2005, María y los suyos andan en trámites.
Según narra, estuvieron albergados en la Escuela Pedro Suárez Oramas. Después los trasladaron hacia el preuniversitario Lagunilla y, más tarde, les dieron materiales para hacer una facilidad temporal... De ahí la remitente y sus tres hijos tuvieron necesidad de volver a trasladarse para donde se encuentran en estos momentos, en un cuarto prestado. «La comisión de Vivienda nos visitó después del huracán —continúa María Caridad— y afirmaron que iban a darnos un terreno, pues con las condiciones que tenía el nuestro no se podía construir. Todo fue en vano».
En 2006, después de que la remitente se dirigiera a Vivienda municipal, le prometieron recursos para su futuro hogar. Nada. Visitó varias veces la entidad, y otras instituciones —incluso a nivel nacional— y el problema sigue sin encontrar paliativo convincente.
¿Quién atiende y enrumba por camino cierto la situación de esta madre y sus muchachos?
Aprovecho el espacio final para anunciar que en el Acuse de mañana y en el del próximo domingo publicaremos un análisis del reciente corte estadístico que realizó nuestro equipo de Atención a Lectores, sobre los temas abordados en las cartas enviadas a esta columna y el comportamiento de las entidades al responder a los reclamos ciudadanos.